Una consultora ve como un "elefante blanco" el proyecto de Marruecos para traer gas a Europa desde Nigeria

Expertos advierten que la enorme infraestructura energética que impulsa Rabat para conectar Nigeria con España enfrenta costes impagables, escasa rentabilidad y dudas sobre su aporte a la seguridad energética en el continente y Europa

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La evaluación realizada por la consultora North Africa Risk Consulting (NARCO) plantea que el megaproyecto del Gasoducto África Atlántico (GAA), impulsado por Marruecos para trasladar gas desde Nigeria hacia España a través de más de una decena de países de África Occidental, representa un caso paradigmático de infraestructura costosa con escaso retorno, al punto de que la consultora estima que recuperar la inversión llevaría casi tres siglos. Este análisis, al que accedió Europa Press, señala que el gasoducto, respaldado públicamente por el rey Mohamed VI, implica desafíos económicos, cuestionamientos sobre su aportación a la seguridad energética y dudas en cuanto a los beneficiarios reales del suministro.

Según detalló Europa Press, NARCO califica el GAA como un "elefante blanco", término que alude a iniciativas de infraestructura altamente costosas o de utilidad limitada. El proyecto prevé construir una red de gasoductos para unir Nigeria con Marruecos, y desde ahí conectar con el mercado europeo a través de España, en un recorrido que atravesaría once países africanos. El coste estimado se sitúa en 25.000 millones de dólares, aunque los analistas de la consultora advierten que podría escalar hasta los 38.000 millones si, como ocurrió con proyectos similares, se producen sobrecostos durante la ejecución.

De acuerdo con la Oficina Nacional de Hidrocarburos y Minas de Marruecos (ONHYM), el gasoducto tendría la capacidad de transportar 30.000 millones de metros cúbicos anuales, de los cuales Marruecos espera destinar hasta 18.000 millones para la exportación europea y, con ello, posicionarse como un “hub” energético estratégico. El argumento adicional esgrimido por Rabat sostiene que el trazado facilitaría el acceso a la energía para 400 millones de personas, cifra que equivale a la suma poblacional de los trece países por donde discurriría el gasoducto.

Sin embargo, NARCO cuestiona la exactitud de esa cifra, explicando que incluye a los 168 millones de habitantes de Nigeria, país de origen del gas y que por tanto ya tiene cubierto el abastecimiento. La consultora estima que la cifra real de posibles nuevos beneficiarios se reduce a aproximadamente 40 millones de personas, lo que representa apenas el 10% de la proyección planteada por las autoridades marroquíes. Además, NARCO matiza que la estimación parte de un supuesto erróneo al considerar que ninguno de los países intermedios tiene electrificación en su territorio, premisa que no se ajusta a la realidad.

El análisis de la capacidad efectiva de transporte del gasoducto también aparece en el informe. NARCO parte del hecho de que las reservas de gas de Nigeria están disminuyendo, y que en los últimos veinte años su producción cayó un 60%. Asimismo, indica que, siguiendo prácticas de otros gasoductos internacionales, cada país por el que transcurre el ducto podría quedarse con una fracción del volumen transportado como compensación: se proyecta que cada uno de los once países retendría un 5% del total, tal como sucede en casos como el de Túnez con el gas de Argelia hacia Italia, o como hacía Marruecos con el 7% del gas argelino exportado a España. Esta situación dejaría, finalmente, unos 15.000 millones de metros cúbicos anuales disponibles al llegar a Marruecos.

Las necesidades internas de Marruecos no superarían los 3.000 millones de metros cúbicos para 2040, cifra suficiente para cubrir su generación eléctrica, según reportó Europa Press. El remanente, teóricamente, alcanzaría los 12.000 millones de metros cúbicos para la exportación a Europa, una cantidad que resulta menor en comparación con los 44.000 millones de metros cúbicos de gas que Argelia comercializa actualmente hacia Italia y España.

En el apartado financiero, la diferencia entre el sentimiento de oportunidad y el peso de la inversión es particularmente marcada, de acuerdo con NARCO. El ejemplo del Gasoducto África Occidental (WAGP), que enlaza Nigeria con Togo, Benín y Ghana y tiene una longitud de 680 kilómetros, ayuda a dimensionar los desafíos. El WAGP transporta 5.000 millones de metros cúbicos al año y costó 900 millones de dólares, es decir, un 52% más de lo previsto. Si se traslada esa lógica al GAA, se obtendría un coste final de unos 38.000 millones de dólares para una infraestructura de alcance considerablemente mayor, estableciéndose como uno de los gasoductos más caros del mundo.

NARCO incorpora además el caso del gasoducto Medgaz que conecta Argelia con España, con capacidad de 10.000 millones de metros cúbicos y un coste de construcción de 1.400 millones de dólares. Aunque terminado en 2009, el Medgaz necesitó hasta 2021 para convertirse en una inversión rentable. La consultora calcula, por tanto, que el GAA, que apenas transportaría un volumen algo superior, requeriría 288 años para amortizar su inversión inicial en función de los precios de mercado y el volumen previsto de exportaciones, un horizonte económico que resulta inviable para cualquier proyecto de infraestructura.

Europa Press recoge el análisis de Geoff Porter, analista político y energético especializado en el norte de África, quien argumenta que la insistencia de Marruecos en el desarrollo del proyecto no puede explicarse lógicamente por factores de rentabilidad o por los potenciales beneficios energéticos o sociales. Según Porter, existe una dimensión política y simbólica de gran importancia. El experto sostiene que este tipo de iniciativas responden a la voluntad de visibilizar la capacidad innovadora y de liderazgo de la monarquía marroquí, incluso aunque ello suponga impulsar proyectos que, como el GAA, resulten de dudosa viabilidad práctica.

Porter, citado por Europa Press, compara el gasoducto con el polémico proyecto NEOM, promovido por el príncipe saudí Mohamed bin Salman, que recibió críticas de ingenieros y arquitectos por su inviabilidad técnica pero se mantuvo por el respaldo directo del liderazgo político. Para Porter, responsables marroquíes como Amina Benkhadra, directora de la ONHYM, y Leila Benali, ministra de Transición Energética, son conscientes de las dificultades objetivas del proyecto, pero carecen de margen para expresar reservas públicas. “Construir infraestructuras es una manera de demostrar y afirmar soberanía”, afirmó Porter.

La dimensión geopolítica del proyecto aparece de forma destacada en el análisis. El GAA se perfila como competencia directa del Gasoducto Transahariano (TSGP) propuesto por Argelia, también ideado para transportar gas desde Nigeria hacia Europa, aunque en este caso mediante un recorrido más corto que solo involucra a Nigeria y Níger antes de arribar a territorio argelino. Porter argumenta que la iniciativa argelina resulta técnicamente más viable, ya que el gasoducto sería en su mayoría terrestre, con un tendido de aproximadamente 1.000 kilómetros y la necesidad de construir únicamente una nueva estación de compresión para cruzar Níger. También advierte que eventuales riesgos de seguridad por la presencia de grupos armados en Níger podrían gestionarse al estar el gasoducto soterrado, limitando su vulnerabilidad a las estaciones de compresión.

Según publicó Europa Press, los responsables marroquíes buscan diferenciar su megaproyecto presentándolo como una contribución al desarrollo económico y la estabilidad de África Occidental. Porter explica que Rabat promociona el gasoducto no solo como una infraestructura energética, sino como un vehículo para impulsar el desarrollo local y, en última instancia, actuar sobre factores estructurales que inciden en los flujos migratorios hacia Europa. Este enfoque de marketing político podría facilitar el acceso a fondos europeos para financiar parte del proyecto, en contraste con el caso argelino, que no es presentado como una “panacea” para el desarrollo regional y cuenta con recursos financieros propios para asumir la inversión.

Porter sostiene que, desde la perspectiva marroquí, el objetivo principal radica en consolidar posicionamientos de soberanía en el terreno, particularmente respecto al Sáhara Occidental, más allá de la utilidad o rentabilidad directa del gasoducto. Menciona como ejemplo el reciente anuncio de la ministra Benali, quien proyectó la ciudad de Dajla como punto clave del eje energético marroquí y del trazado del gasoducto, en una apuesta por reforzar el control efectivo sobre la región.

En relación con Argelia, Europa Press recoge que el país vecino dispone de recursos suficientes para realizar su parte del Gasoducto Transahariano sin depender de apoyos externos y que la única incertidumbre relevante reside en la cooperación efectiva con Níger y en la disponibilidad real de gas en Nigeria para sostener las exportaciones a largo plazo. La estructura de rivalidad entre ambos países atraviesa así los ámbitos energético y político, siendo los diferentes enfoques en la promoción y la financiación de los gasoductos claves para entender la competencia regional emergente.