Luis Alejandro Amaya E.
Redacción Deportes, 27 nov (EFE).- El año de 1979 fue uno de guerras y revoluciones que desafiaron la geopolítica mundial, y cuyas consecuencias aún las vemos hoy en día.
En Irán, durante todo ese año se consolidó el proceso que instauró una dictadura teocrática anti occidental en cabeza del ayatolá Jomeini tras la caída del régimen del sha Mohammad Reza Pahlavi, y no muy lejos de allí, en Afganistán, los soviéticos invadían el país para imponer un gobierno pro-Moscú en Kabul.
Un conflicto que, por su prolongación hasta 1989, fue visto como el Vietnam de la URSS y que seguramente ayudó a la caída del gigante de la Cortina de Hierro comunista en 1991.
Pero en Bolivia estuvo a punto de explotar otra ‘guerra’ por la aparente culpa de un árbitro y una dudosa lesión.
En el último año de la movida década de los setenta, Jorge Wilstermann necesitaba empatar en Cochabamba con Olimpia para avanzar a las semifinales de la Copa Libertadores.
Pero el gol de Hugo Talavera que ponía en ventaja al equipo paraguayo y la falta de argumentos futbolísticos del equipo boliviano terminaron por crispar el ambiente en el estadio Félix Capriles esa fría noche del 29 de marzo.
A la situación poco ayudó el árbitro brasileño José Roberto Wright, quien en el minuto 56 resolvió cortar el juego violento con la expulsión del paraguayo Enrique Villalba y de cuatro jugadores locales: el delantero Juan Sánchez y los defensores Miguel Bengolea, Carlos Arias y Eduardo Navarro.
El partido prácticamente se había acabado gracias al draconiano Wright.
A partir de entonces la policía resultó desbordada para contener la ira de los fanáticos, mientras en la cancha los jugadores parecían más interesados en una lucha cuerpo a cuerpo que en el fútbol.
La abrumadora superioridad numérica fue aprovechada por Evaristo Isasi para marcar el 0-2 de Olimpia a los 63 minutos.
Sin más que hacer, el entrenador Roberto Pavisic invitó al centrocampista Jhonny Villarroel a que se lesionara.
Con solo seis jugadores del Wilstermann en la cancha, el brasileño Wright no tuvo alternativa, dio por finalizado el partido en el minuto 70.
Y entonces comenzó el calvario de los jugadores de Olimpia y de los árbitros para huir de las agresiones de los hinchas que habían invadido la cancha y encontrar refugio en los vestuarios.
La delegación visitante y los árbitros debieron esperar horas para poder abandonar el estadio, que fue vetado por la Conmebol por varios años.
Villarroel hasta hoy asegura que su lesión fue verdadera y no fingida para provocar la finalización de ese violento partido.
Años después agregó un picante detalle. Dijo a periodistas que vio salir a Wright del estadio disfrazado de mujer.
El debate pareció encenderse pero, como si hubiera mediado un pacto de caballeros, no se volvió a hablar del asunto. EFE


