Sergio Andreu
Barcelona, 23 nov (EFE).- El historietista Tom Gauld juega con éxito en la liga del humor absurdo, o al menos en ese que parece combinar elementos que no casan, lo hace con la literatura y se atreve también con los misterios de la ciencia, un universo esquivo cuyos recovecos desentraña en la recopilación "Física para gatos".
Gauld ha pasado este noviembre de promoción por España en donde, parsimonioso y con flema escocesa, no ha tenido problemas al definirse como "amateur entusiasta" de la ciencia, aunque dejase de estudiarla en la escuela, y desvelar su no muy ortodoxa forma de trabajo: detectar los aspectos curiosos de la vida, "ese algo raro, ese pistoletazo" del que acaban brotando sus microhistorias.
A partir de esas ideas, lógicas o delirantes, surrealistas o pragmáticas, el dibujante va sumando (o restando) a sus tiras capas de ironía, paradojas, evidencias no tan evidentes o teorías de experimentos disparatados.
Todo con un estilo sencillo y en muchas ocasiones protagonizadas por unos monigotes, esquemáticos, pero capaces de activar la risa por la vía de lo imprevisible.
"Siempre preguntan: '¿Dónde está la materia oscura?' y '¿Qué es la materia oscura?' pero nunca '¿Cómo está la materia oscura'", se queja, tumbada en el diván, una extraña masa amorfa a su psiquiatra desde las páginas del libro. Así es el humor Gauld, marca de la casa, que persigue la sencillez de lo profundo.
"Busco reducir la tira a sólo lo que debe estar ahí. Menos es más", afirma en una entrevista con EFE, sobre el reto de concisión.
Estas tiras de 'Física para gatos' (Salamandra Graphics) -también utiliza diagramas e ideogramas explicativos en sus viñetas- se publicaron originalmente en 'New scientist', revista que el dibujante veía de pequeño por casa -su abuelo era biólogo marino- y a cuyos responsables ofreció sus servicios, que, para sorpresa suya, aceptaron.
"Les escribí, sin pensarlo mucho, para ofrecerles hacer unas tiras. Me invitaron a reunirme con el editor, al que le habían regalado uno de mis libros para Navidad. Estaba entusiasmado con la idea y me encargó las viñetas", recuerda Gauld, no sin cierto temor, infundado, como se pudo comprobar luego, a que su humor no fuera bien acogido por los "colegas" de la revista.
"¿Humor y ciencia? Desde fuera parece una combinación extraña. Pero bueno, supongo que son las combinaciones extrañas las que hacen el trabajo interesante, ¿no?", se defiende.
Un cóctel extravagante, capaz de combinar las vacaciones forzosas de un grupo de hadrones en un acelerador estropeado, episodios de 'El Escuadrón Ciencia' -formado por unos superhéroes del experimento- con conversaciones existenciales entre rocas lunares o las de unos investigadores quejosos de que las "molonas" puertas electrónicas octogonales del laboratorio se hayan comido todo el presupuesto.
Al igual que hizo con el mundo literario ('La venganza de los bibliotecarios' o 'En la cocina con Kafka', publicadas en The Guardian), el escocés (Aberdeenshire, 1976) se ríe de las inseguridades y de la competitividad en la comunidad científica, que funciona como un pequeño microcosmos aislado del resto de la sociedad, pero también de su normalidad más humana.
"La catedrática parece encantada. ¿Ha descubierto algo? Sí, un error en la ponencia de un rival", cuchichean por lo bajini dos personajes en una de las viñetas de Gauld, inevitable vanidad de laboratorio y de la vida misma.
"Mis editores son gente realmente razonable. Si me preguntan por qué he hecho algo, suele significar que no está bien del todo. Nunca me han rechazado una historieta, las he mejorado gracias a ellos. Lo bueno de New Scientist es que si tengo alguna duda puedo preguntar a una gente increíblemente inteligente que me responderá", justifica.
La inteligencia artificial -"la primera IA me parecía más divertida que la actual"- los negacionistas de la ciencia o del cambio climático y los defensores de las teorías creacionistas también suelen "recibir" dosis de la vacuna Gauld.
"Aparecen retratados como absurdos. Intento divertirme con estas personas. Lo que ya no es tan divertido es cuando algunas de las personas más poderosas del mundo defienden sus posturas", lamenta.
Gauld, que ha publicado varias historias largas ('Goliat' o la preciosa historia para niños 'El pequeño robot de madera y la princesa Tronco') no se ve practicando el humor político, ni tampoco la autoficción, que abundan entre sus compañeros de profesión.
"Me gusta hacer trabajo sobre cosas que me gustan, por lo que hago historietas sobre ciencia y libros. Hay gente increíble haciendo cómics autobiográficos, pero no estoy seguro de querer estar ahí como personaje. Me gusta esconderme detrás de mis pequeños hombres", se excusa, encogiéndose de hombros.

