Las reconstrucciones basadas en modelos bayesianos permitieron al equipo científico estimar que el gesto de besar, definido como cualquier contacto boca a boca no violento y sin intercambio alimenticio, tuvo su inicio hace entre 21,5 y 16,9 millones de años. De acuerdo con el análisis divulgado por Evolution and Human Behavior y detallado por la Universidad de Oxford, tal comportamiento habría estado presente en un antepasado común de los actuales grandes simios y de los neandertales, lo que indica una antigüedad considerable en la evolución de las interacciones sociales entre primates.
A partir de simulaciones informáticas y la integración de información genética y conductual, los investigadores de Oxford buscaron determinar si el beso constituye un rasgo exclusivamente humano o si, en cambio, representa una herencia compartida con otras especies de primates. Según reportó la Universidad de Oxford, el método estadístico seleccionado implicó repetir el ejercicio de modelado en 10 millones de ocasiones, con el propósito de lograr un resultado concluyente acerca de la presencia de este comportamiento social en los ancestros de diversas especies de primates.
Según detalló Evolution and Human Behavior, las observaciones sobre chimpancés, bonobos y orangutanes añadieron respaldo al hallazgo, pues estos animales exhiben conductas similares al gesto de besar en contextos de interacción social, más allá de la búsqueda de alimento o la resolución de conflictos. El equipo científico abordó la tarea de definir de manera precisa en qué consiste un beso bajo criterios científicos, de modo que el estudio quedara circunscrito únicamente a contactos entre bocas caracterizados por la ausencia de agresión y de transferencia alimentaria. Esta precisión permitió cotejar reportes previos y distinguir el beso de otras formas de contacto oral presentes en el reino animal.
El profesor Stuart West, coautor e integrante del Departamento de Biología Evolutiva de la Universidad de Oxford, expuso para Evolution and Human Behavior que “al integrar la biología evolutiva con datos de comportamiento, podemos realizar inferencias fundamentadas sobre rasgos que no se fosilizan, como el beso. Esto nos permite estudiar el comportamiento social tanto en especies modernas como extintas”. El estudio se sustentó en la revisión de literatura científica especializada y en el análisis filogenético que incorpora tanto datos moleculares como patrones conductuales documentados en especies actuales.
Además del análisis de la genealogía del beso entre primates, los autores del artículo exploraron su relevancia en el contexto evolutivo humano. El medio Evolution and Human Behavior consignó que diversos estudios han evidenciado intercambio de material genético y microbiano entre humanos y neandertales, lo que refuerza la hipótesis de la existencia de muestras afectivas de este tipo durante fases tempranas de la evolución homínida.
En palabras de la doctora Matilda Brindle, autora principal del estudio y bióloga evolutiva adscrita a la Universidad de Oxford, “esta es la primera vez que se adopta una perspectiva evolutiva amplia para examinar el beso. Nuestros hallazgos se suman a un creciente conjunto de trabajos que destacan la notable diversidad de comportamientos sexuales que exhiben nuestros primos primates”, según recogió Evolution and Human Behavior. La inclusión de múltiples enfoques permitió superar una visión antropocéntrica y ampliar la comprensión acerca de la función y la vigencia de este gesto en sociedades animales y humanas.
El estudio también abordó la dimensión cultural del beso, partiendo de la constatación de que, aunque la práctica existe entre los humanos, solo se ha registrado sistemáticamente en el 46% de las culturas analizadas, según explicó Catherine Talbot, coautora del trabajo e investigadora del Instituto Tecnológico de Florida. “Las normas sociales y el contexto varían enormemente entre las sociedades, lo que plantea la cuestión de si besarse es un comportamiento evolutivo o una invención cultural. Este es el primer paso para abordar esa cuestión”, afirmó Talbot en declaraciones recogidas por Evolution and Human Behavior.
El equipo de investigación señaló que la limitada disponibilidad de datos sobre manifestaciones de beso en primates distintos a los grandes simios actuales constituye una restricción del estudio. No obstante, consideran que la metodología utilizada ofrece un marco sólido para exploraciones posteriores y para construir criterios estandarizados de observación y documentación en futuros trabajos sobre conductas sociales animales.
En los análisis reseñados por Evolution and Human Behavior se resalta que la persistencia del beso a través de millones de años, a pesar del riesgo potencial de transmisión de enfermedades y la ausencia de ventajas directas para la supervivencia o reproducción, apunta a una importancia biológica o social aún no completamente dilucidada. La continuidad de este comportamiento en linajes de grandes simios hasta el presente también sugiere un valor social relevante desde épocas remotas.
Mediante el uso de avanzados modelos computacionales y el cruce de información genética y conductual, los investigadores de la Universidad de Oxford lograron reconstruir el posible origen evolutivo de una manifestación afectiva que trasciende la especie humana. El trabajo señala la necesidad de expandir la observación en distintas especies y contextos, con el fin de esclarecer el desarrollo y la transmisión de este comportamiento en la filogenia de los primates.


