Entre sus múltiples cualidades, 28 Years Later recuerda por qué Ralph Fiennes es un objeto cultural digno de apreciarse. Rara vez se interesa por los papeles protagónicos; el actor prefiere aparecer en las películas como una presencia secundaria educadamente extraña, irradiando una locura inteligente teñida de remordimiento. En la nueva película de Danny Boyle —un reinicio de una franquicia inactiva y la primera de una nueva trilogía—, Fiennes aparece a mitad de la cinta, teñido de amarillo con yodo y pidiendo disculpas por la torre de calaveras en su patio trasero. Y es uno de los personajes “buenos” de la historia.
Como continuación del electrizante thriller de horror 28 Days Later (2003) de Boyle y su secuela 28 Weeks Later (2007), 28 Years Later —que en algún momento iba a titularse 28 Months Later, pero alguien se distrajo— plantea preguntas sorprendentemente pertinentes para nuestro momento actual. Por ejemplo: ¿hacia dónde se dirige la civilización en tiempos de colapso social? ¿Cómo puede una sociedad mantener la normalidad? ¿Qué lugar tiene la bondad en un mundo dominado por la locura y la violencia? Son reflexiones profundas y bienvenidas para una película de zombis.
Aunque, claro, técnicamente no son zombis. Como se planteó en la película original, un “virus de la rabia” creado en laboratorio escapó, convirtiendo Inglaterra en una multitud de caníbales voraces y enloquecidos por el asesinato, capaces de transmitir una infección de acción rápida con una mordida o incluso una gota de saliva. Para cuando ocurre 28 Years Later, toda Gran Bretaña se ha convertido en una enorme zona de cuarentena, con sus aguas patrulladas por una coalición internacional y reductos humanos aferrados a la costa como balsas salvavidas.
Una de esas comunidades es Holy Island, conectada al continente por un camino elevado que emerge solo durante la marea baja. Los isleños han creado una vida como aldea de sobrevivientes resistentes e ingeniosos, que van al continente a recolectar provisiones y eliminar a los infectados cuando pueden. El protagonista del filme, un niño de 12 años llamado Spike (Alfie Williams), realiza el viaje con su padre (Aaron Taylor-Johnson) en las primeras escenas de la película, marcando su primera muerte con arco y flecha. Con los años, los infectados han evolucionado en diversos tipos, incluidos arrastrados obesos que se alimentan de gusanos y “alfas” corpulentos que disfrutan arrancando cabezas con columna vertebral incluida.

En la interpretación dulcemente sensible de Williams, Spike es valiente pero también está aterrorizado. Se retira de una fiesta de bienvenida para visitar a su madre, Isla (Jodie Comer, de Killing Eve), postrada en cama y delirante por una dolencia misteriosa. La parte central de la película sigue al niño en su decisión de llevar a su madre hacia un supuesto médico en el continente, atravesando un corredor lleno de criaturas desnudas y espumantes, con ayuda ocasional de algún humano al azar (Edvin Ryding, bastante gracioso como un soldado sueco exasperado). En el camino, Spike —y nosotros— aprendemos nuevos datos sobre obstetricia zombi y otros temas relacionados.
A pesar de que Boyle y el coguionista Alex Garland (autor y director de Ex Machina, Civil War y otras provocaciones) regresan a esta franquicia —y pese al uso habitual de recursos visuales de Boyle como la cámara entrecortada o cortes violentos—, 28 Years Later carece del impacto visceral y el ritmo implacable de las dos primeras entregas (la segunda fue dirigida por Juan Carlos Fresnadillo y escrita por un equipo que no incluyó a Boyle ni a Garland). Tampoco resisten mucho análisis los aspectos logísticos del universo reinventado de la película. (¿De qué se alimentan los infectados si ya no quedan humanos? ¿Por qué todavía hay infectados jóvenes después de tres décadas?)
En lugar de eso, el tono dominante es uno de duelo cuidadosamente elaborado, interrumpido por estallidos de adrenalina, con una relación madre-hijo que posee un verdadero peso emocional. La dirección de fotografía de Anthony Dod Mantle (Slumdog Millionaire), una banda sonora inquietante del trío escocés de hip-hop Young Fathers, y algunas locaciones sobrecogedoras en las Highlands elevan esta producción por encima del estándar típico del cine de horror. Y cuando aparece Fiennes, 28 Years Later se transforma aún más en una meditación sobre lo que viene después de la caída de la humanidad: qué recuerdos conservamos y a quién elegimos amar y recordar.

Aún hay suficiente desgarramiento de carne y miembros amputados como para satisfacer al fanático promedio del género. Pero más importante, 28 Years Later tiene suficiente sustancia para ser algo más que un simple anticipo de la próxima entrega, prevista para 2026 y que posiblemente incluirá al protagonista de la película original (y productor ejecutivo de esta), Cillian Murphy, quien ha alcanzado una fama mucho mayor en los 22 años transcurridos. Se percibe que esta franquicia apenas está (re)comenzando, con un final en suspenso que no deja al público en el aire, como suele ocurrir, sino que introduce a un personaje que promete llevar las siguientes películas a un terreno deliciosamente delirante.
Te contaría más, pero entonces tendría que comerte.
(c) 2025 , The Washington Post
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