En el corazón del bosque cerca de Bière, en el cantón de Vaud, una ciudadela gótica de arcilla se estableció como un fenómeno inesperado, cautivando tanto a visitantes presenciales como a miles de usuarios en redes sociales.
Detrás de esta obra efímera se encuentra François Monthoux, escultor suizo conocido como “el artista vagabundo”, cuya creatividad y visión trascendió fronteras y generado una ola de asombro y debate internacional.
Monthoux, de 30 años, es un autodidacta apasionado por la escultura, la pintura y la arquitectura, con una inclinación especial hacia la época medieval y la naturaleza.
Su trayectoria comenzó en el ámbito de la comunicación, pero desde la adolescencia se sintió atraído por la creación de formas con materiales encontrados en su entorno.

“De adolescente, ya creaba formas con lo que caía en mis manos. También me inspiraba mucho la naturaleza que rodeaba mi pueblo. Me fascinaban los hormigueros y esos pequeños seres que construyen instintivamente enormes estructuras donde se establecen las sociedades, un poco como nosotros, los seres humanos”, relató el artista al medio francés 24heures.ch.
Esta fascinación por la vida y la organización natural se refleja en sus obras, que buscan transmitir la importancia de la introspección y el respeto por el entorno.
La primera gran ciudadela de Monthoux cobró vida en agosto de 2022, cuando la sequía permitió que el lecho del río Toleure quedara expuesto. Allí, el escultor comenzó su proyecto sin un plan definido, guiado únicamente por la intuición y el contacto directo con la arcilla local.
“Supongo que mi instinto se guió por mis intuiciones… Empecé formando una escalera y, poco a poco, se construyó una ciudad entera sin premeditación ni plan alguno”, explicó.

La obra, bautizada como “Castillo de Monthoux”, se expandió hasta convertirse en un complejo de torres y arcos que evocaba la vida de una ciudad imaginaria.
“Me imagino la vida de la gente caminando bajo los arcos, bajo el puente, mirando los monumentos, mirando la ciudad”, compartió el escultor en diálogo con Reuters.
El proceso creativo de Monthoux se caracteriza por la espontaneidad y la conexión con el entorno.
Según su sitio web personal, la ciudadela se construye “no lejos de la ruta de Marchairuz, en el bosque cerca de Bière”, y está inspirada en monumentos históricos como la Catedral de Lausana.

El artista combina técnicas artesanales con materiales recolectados en los alrededores, y en su nueva obra incorporó un poco de cemento para intentar que la estructura resista el invierno.
A pesar de este refuerzo, Monthoux subraya que no busca la permanencia. “No quiero en absoluto que mi ciudadela perdure en el tiempo, pero aun así he añadido un poco de cemento”, declaró a 24heures.ch.

La ciudadela está impregnada de simbolismos y referencias filosóficas. En su página web, Monthoux describe el arte como “el arroyo de nuestro ser que desborda su cauce”, y detalla que la estructura incluye figuras como el ermitaño con su linterna, símbolo del aislamiento necesario para el pensamiento, y los portadores, que representan la carga de la cultura acumulada.
También aparecen elementos como la torre del loco, que baila al borde del precipicio, y el combate entre el deseo y la obligación. “Quiero hacer algo que se eleve, como los árboles que buscan la luz. Como si un pueblo vibrante de vida hubiera construido aquí su capital y la hubiera decorado con símbolos importantes”, escribe el escultor en su sitio.

El impacto de la obra de Monthoux fue notable tanto a nivel local como internacional. La primera ciudadela, construida en el lecho del Toleure, atrajo a numerosos visitantes y fue difundida por el boca a boca, hasta que una crecida del río la destruyó.
Lejos de desanimarse, el artista replicó la experiencia en el bosque de Bière, donde la nueva ciudadela generó aún más atención. Según 24heures.ch, la creación fue objeto de reportajes en medios internacionales y provocó una avalancha de reacciones en redes sociales.

En Instagram, la publicación de Monthoux sobre la ciudadela acumuló miles de “me gusta” y comentarios de admiradores de todo el mundo. Entre los mensajes más destacados se encuentran expresiones de asombro y fantasía: “Ojalá fuera pequeño para poder explorar esta hermosa ciudad”, y “Imagínate ser un insecto y aparecer aquí”.
Otros usuarios preguntan por la ubicación exacta de la obra o sueñan con verla utilizada como escenario en una serie de televisión. La viralidad impulsó debates sobre la fragilidad y el carácter efímero de la escultura, así como sobre la relación entre el arte, la naturaleza y la tecnología.

La filosofía de Monthoux gira en torno a la temporalidad y la sostenibilidad. El escultor considera que la esencia de su trabajo reside en la experiencia creativa y en el diálogo con el entorno, más que en la permanencia material de la obra.
“Por supuesto que estoy un poco triste, porque me entristece que la forma que le di al asunto desaparezca”, confesó aludiendo a la destrucción de su primera ciudadela por las aguas.
Sin embargo, para él, el valor de la obra no depende de su duración, sino de la huella que deja en quienes la contemplan y en el propio proceso de creación.
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