
La biblioteca Joanina, situada en la Universidad de Coimbra, en Portugal, abrió sus puertas en el siglo XVIII y hoy resguarda más de 60.000 libros antiguos en un ambiente único. En este escenario, donde convergen el pasado y la investigación, cientos de visitantes y estudiantes recorren a diario los pasillos de piedra, rodeados de altos estantes y un silencio característico.
Sin embargo, la preservación de estos textos no depende solo de la arquitectura robusta o del trabajo constante del personal: los murciélagos forman parte esencial de la protección de este patrimonio.
De acuerdo con la información reunida por Atlas Obscura, estos pequeños mamíferos ocupan discretamente la biblioteca desde finales del siglo XVIII. Los murciélagos duermen ocultos durante el día detrás de las estanterías de dos pisos y, a la caída de la noche, patrullan el interior para cazar insectos como polillas y escarabajos, que resultan perjudiciales para el papel y el pegamento de los libros antiguos. Este sistema natural de control de plagas contribuye de forma eficiente a la conservación de las obras.

En testimonios recogidos por Altas Obscura, António Eugénio Maia do Amaral, subdirector de la biblioteca, existen registros históricos que reflejan cómo los empleados debían colocar, desde hace siglos, gruesas láminas de cuero de origen ruso para cubrir escritorios y mesas, con el fin de protegerlos de los residuos generados por los murciélagos durante la noche.
Actualmente, los empleados mantienen el mismo método de conservación para dejar que los animales cumplan su tarea sin dañar los objetos expuestos. Las propias baldas de los libros permanecen protegidas mediante mallas metálicas, lo que permite la convivencia del patrimonio bibliográfico con los hábitos nocturnos de los murciélagos.

De acuerdo con datos de la institución y fuentes especializadas recogidas por Atlas Obscura, en las instalaciones de la biblioteca habitan dos especies principales: el murciélago rabudo europeo (Tadarida teniotis) y el murciélago pipistrelle soprano (Pipistrellus pygmaeus).
Ambas especies se caracterizan por un tamaño reducido y una agilidad notable, lo cual facilita que sobrevuelen con precisión el recinto y accedan al exterior para alimentarse y beber agua en las inmediaciones del río Mondego.
A pesar del interés popular, el personal de la biblioteca limita la interacción con los murciélagos para evitar alteraciones en su comportamiento. Maia do Amaral los denomina “bibliotecarios honorarios” y recalca su contribución al equilibrio del ecosistema del edificio.

Cuando en 2015 la administración de la biblioteca decidió reemplazar las puertas principales de madera, los carpinteros conservaron cuidadosamente los huecos por los cuales los murciélagos transitan cada noche entre el recinto y el exterior. Esta adaptación evidencia la integración de la fauna local en el funcionamiento cotidiano del lugar y destaca la atención dedicada a los detalles históricos y ambientales.
Según las observaciones recogidas, no existen pruebas concluyentes de que los murciélagos hayan sido introducidos a propósito por los administradores de antaño. Algunos especialistas plantean que su llegada respondió a la búsqueda natural de refugios tranquilos y oscuros, ideales para el descanso diurno.
Maia do Amaral, en declaraciones a Atlas Obscura, subraya la idoneidad de la biblioteca como refugio al expresar: “¿Qué puede ser más tranquilo que una biblioteca por la noche?”.

La presencia de murciélagos despierta la curiosidad de los turistas, quienes suelen preguntar sobre ellos en los recorridos guiados. La Joanina organiza visitas regulares, donde se puede escuchar ocasionalmente el chillido de algún ejemplar.
Quienes desean presenciar la actividad nocturna de los murciélagos tienen más probabilidades de lograrlo durante los conciertos vespertinos, eventos programados justo cuando los animales comienzan a desplazarse para cazar.
El sistema de protección adoptado por la biblioteca Joanina no es común en instituciones de conservación documental. Se trata de un caso singular donde la colaboración entre seres humanos y animales se perpetúa por tradición y necesidad. La biblioteca no solo protege libros de valor incalculable, sino que también mantiene un microecosistema estable y sostenible en pleno centro de Coimbra.

Este ejemplo subraya la importancia de métodos de conservación alternativos, adaptados a las formas de vida locales y a las necesidades del entorno. El trabajo combinado de murciélagos y empleados garantiza un ambiente libre de plagas, sin el uso continuo de productos químicos, y contribuye a la preservación de uno de los grandes repositorios de conocimiento europeo.
El paso del tiempo y la continuidad en el cuidado conviertieron a la biblioteca Joanina en un referente tanto para bibliófilos como para naturalistas. Las especies residentes, el diseño arquitectónico y el esfuerzo por mantener prácticas tradicionales convierten este espacio en un modelo de equilibrio y respeto por el patrimonio.
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