
La imagen de una juventud aislada y desconectada se tambalea ante los resultados de un estudio reciente que revela una realidad mucho más compleja: los jóvenes adultos pueden experimentar soledad incluso cuando cuentan con redes sociales activas y amistades sólidas.
Esta coexistencia de bienestar social y malestar, documentada por la Universidad de Kansas y publicada en PLOS One, desafía la percepción tradicional sobre la soledad juvenil y aporta matices fundamentales para comprender la salud social de las nuevas generaciones.
El trabajo, liderado por Jeffrey A. Hall junto a Natalie Pennington y Amanda J. Holmstrom, se basó en una muestra representativa de 4.812 estadounidenses de entre 18 y 95 años, con un énfasis particular en el grupo de 18 a 34 años.
Los datos, recogidos en 2022 y 2023, muestran que la mayoría de los jóvenes adultos se declara satisfecha con sus amistades y confía en su capacidad para entablar nuevas relaciones. Sin embargo, una proporción significativa de este grupo también reporta sentimientos de soledad y desconexión. Según la Universidad de Kansas, “no es que estén solos o conectados; muchos experimentan ambas cosas a la vez”.

El análisis de PLOS One detalla que la ambivalencia social es especialmente frecuente entre mujeres jóvenes con estudios universitarios y quienes han atravesado numerosos cambios vitales en el último año.
La investigación identificó cuatro perfiles de salud social, siendo el más numeroso el de jóvenes con altos niveles de bienestar social —en términos de compañía, apoyo y número de amigos— pero también con niveles moderados de soledad y desconexión. Este grupo, que representa el 61% de la muestra, se caracteriza por una vida social activa y, al mismo tiempo, por una sensación persistente de inestabilidad.
Los factores que explican esta ambivalencia se relacionan con la naturaleza cambiante de la juventud actual. Mudanzas, cambios de trabajo, nuevas relaciones y la postergación de hitos tradicionales como el matrimonio o la paternidad generan una inestabilidad que dificulta la consolidación de rutinas y vínculos duraderos. Tanto la Universidad de Kansas como PLOS One coinciden en que estos cambios, aunque a menudo positivos, pueden erosionar silenciosamente la salud social.
La pandemia de COVID-19, según el análisis de PLOS One, pudo haber intensificado esta tendencia, al reducir las oportunidades de interacción presencial y aumentar la rotación en las redes de amistad, especialmente entre los más jóvenes.

Un concepto central que emerge del estudio es el de “seguridad ontológica”, definido como la sensación de estabilidad y pertenencia que sustenta el bienestar social. La Universidad de Kansas explica que “cuando nuestras vidas, incluyendo nuestra vida social, son más predecibles, tendemos a sentirnos más seguros y con un propósito”.
Sin embargo, la prolongación de la etapa de transición hacia la adultez —con la postergación de decisiones como comprar una casa o formar una familia— debilita esa seguridad, haciendo que incluso quienes cuentan con abundantes amistades puedan experimentar fragilidad emocional.
La comparación entre distintas franjas etarias, publicada en PLOS One, muestra que la ambivalencia social aparece con mayor frecuencia en quienes transitan los primeros años de la adultez. A diferencia de las personas de más edad, que suelen contar con vínculos más sólidos y niveles más bajos de soledad, las generaciones más recientes conviven con un escenario paradoja: tienen muchos contactos y más ocasiones para interactuar, pero aun así experimentan una marcada sensación de desconexión.
El estudio señala que, a partir de los 30 años, el número de amistades suele disminuir y la calidad de las interacciones cobra mayor relevancia, lo que contribuye a una mayor estabilidad emocional en etapas posteriores de la vida.

Las implicaciones de estos hallazgos son significativas para la comprensión de la juventud contemporánea. Según la Universidad de Kansas, la soledad en los jóvenes adultos no debe interpretarse como un síntoma de aislamiento crónico, sino como parte de un proceso de adaptación a los cambios y de búsqueda de intimidad y propósito en un contexto social cada vez más abierto y prolongado.
PLOS One añade que la coexistencia de bienestar y malestar social en este grupo refleja tanto los desafíos como las oportunidades de una etapa vital marcada por la experimentación y la redefinición de las relaciones personales.
La juventud actual no enfrenta una carencia de amistades, sino el reto de conservarlas y profundizarlas en medio de una vida en constante transformación. Los episodios de soledad que experimentan pueden entenderse como parte del crecimiento y la construcción de una identidad social en una época donde el camino hacia la adultez se extiende y diversifica como nunca antes.
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