En un nuevo episodio de La Fórmula Podcast, el cantante, compositor y músico colombiano Camilo habló sobre el contraste entre la vida en gira y el regreso a casa, donde encuentra el espacio para la creatividad y la introspección. Compartió la importancia de sus rituales diarios, mantener hábitos conscientes y premiarse con pequeños logros para romper con patrones compulsivos.
Además, reflexionó sobre los cambios profundos que vivió al convertirse en padre, el valor del silencio como puerta de acceso al autoconocimiento y la necesidad de validar emociones que años atrás se ocultaban, como el miedo o la tristeza. También se refirió a que la frustración como un motor creativo y explicó que, más allá de premios y reconocimientos, el verdadero tesoro está en el camino, en los vínculos y en las experiencias compartidas. El episodio completo podés escucharlo en Spotify y YouTube.
Camilo Echeverry Correa se ha convertido en una de las figuras más influyentes de la música latina actual, reconocido por su estilo que fusiona pop, balada y ritmos urbanos con letras románticas y una estética personal distintiva. Su carrera comenzó tras ganar Factor XSen 2007 y, además de interpretar sus propios éxitos, ha compuesto canciones para artistas como Becky G, Natti Natasha y Mau & Ricky.
Casado con Evaluna Montaner, con quien tiene dos hijas, Índigo y Amaranto, el artista ha consolidado su presencia internacional con giras y discos exitosos, siendo Cuatro (2024) su más reciente álbum, en el que explora nuevos géneros como salsa y cumbia, mostrando una faceta más madura y diversa de su arte.
— ¿En qué momento te encuentro de tu año, de tu vida?
— Estamos terminando la gira del verano. Estoy cerca de llegar a mi casa. Entonces, estoy como energéticamente con la energía de estar fuera, proyectando afuera en los conciertos, haciendo la actividad de tocar las canciones afuera, que es todo como... Y ya veo en mi aplicación del celular un vuelo pa’ mi casa. Entonces, ya pues estoy volviendo a pensar en mi almohada, que no me acordaba de mi almohada hace mucho rato y digo: “Ya casi”. Pienso en esas bobadas, que parecen bobadas, pero que energéticamente como que me llevan, como que voy en energía de retorno a casa por unos días. Tenemos un par de cosas más y luego viene una temporada grande de creatividad con la que estoy soñando mucho también, porque de gira se reducen los tiempos de creatividad un poquito. Entonces, llegar a casa significa volver a tener tiempos fuertes y profundos de exploración. Y eso a mí me da una ilusión tremenda.

— ¿Disfrutás esta vida de subirte a un avión, bajarte, estar dos días en una ciudad, estar en otra ciudad te desconfigura?
— Sí lo disfruto y sí me desconfigura. Lo disfruto, sobre todo, porque lo más esencial de mi vida, de mi estructura es mi familia: mi esposa, mis hijas. Entonces, claro, yo viajo con ellas, todos viajamos juntitos. Entonces, de alguna manera, no me desintegro tanto cuando me muevo porque hay algo que no se mueve, que es mi núcleo. Y un par de cosas esenciales que mantengo y que repito a diario, por más que me mueva donde sea. Entonces, ahí no se me desconfigura tanto. Pero sí soy una criatura de hábitos y de rituales y de rutina y de repetición. Me gusta.
Entonces, cuando me quitan eso, un poquito se me van como aflojando unos tornillitos, pero con mi equipo hemos logrado como organizar un sistema y un año y un calendario que me permita suficiente tiempo de moverme afuera y suficiente tiempo de bueno, volvemos de nuevo. Me hace falta retornar. Pero el on y el off me he dado cuenta que es como la manera en la que más disfruto mi vida. Me voy de gira hasta que ya extraño demasiado estar en mi casa, vuelvo a mi casa hasta que ya extraño demasiado estar de gira y así. Salgo y me muevo desde la necesidad que se va presentando ahí, ¿no?
— Me interesa esto que me decís de que sos una persona de hábitos y de rituales. ¿Cuáles son los que son inamovibles sin importar en qué parte del mundo estés?
— Mi mañana, yo necesito que tenga una estructura que se repita siempre. Yo necesito levantarme lento, en calma. Necesito tener un tiempo con mis cuadernos, mis diarios. Necesito sentarme. Tengo un diario de hábitos, tengo un diario de experiencia y tengo un diario de acciones siempre en el bolsillo. Son como una bitácora donde me extiendo en cómo me siento, en algún pensamiento que tuve, en alguna reflexión que escuché, en algún pensamiento que tuve. Es donde guardo tesoritos. Esos tres diarios necesito visitarlos como primera cosa cuando me levanto, cerrar los ojos, mirar pa’ adentro, conectarme con mi centro. Si me quitan eso, me quitan todo, pana.
También tengo un diario que es de hábitos, de hábitos de 21 días y lo mantengo. Tengo varios hábitos: hábitos que quiero incluir y hábitos que quiero abandonar. Por ejemplo, día 82 sin azúcar refinada. Y eso lo voy escribiendo más que por cualquier cosa porque me va siendo como peso de contabilidad a la hora de sentirme frente a la tentación de romper un hábito. Y me pongo un premio. Eso es lo más importante. Por ejemplo, ahorita estoy en el día 22 sin comerme las uñas. Nunca había pasado tantos días en mi vida sin comerme las uñas desde que tengo memoria. Entonces, hoy es mi día 23 sin comerme las uñas. Literal. Entonces, yo me pongo un premio y digo: “Si logro 21 días, me voy a comprar estas sandalias que quiero hace rato”. Porque llevo mucho rato también tratando de disminuir mi manera de comprar. O sea, no comprar cosas innecesarias que no necesito y que no quiero. Pero si tengo un antojo, me lo doy como un premio después de 21 días de algún hábito que me cueste, ¿no?
— ¿En qué otras cosas incoporás estos hábitos?
— Por ejemplo, llevo 21 días sin dar mi opinión de manera innecesaria. Ese me costó (risas). Hay unos que mantengo y digo: “Bueno, día 180 y tal”. Lo mantengo y le pongo niveles. Entonces, del día cero al 21 es nivel 1; del día 21 a 42, son el nivel dos. Luego, de repente, ahora estoy en nivel siete, algún reto super avanzado. Y hay otros que solamente hago 21 días, como para romper...
— La inercia.
— Exacto. Yo le tengo un miedo a la compulsividad, a las cosas que suceden sin voluntad, que suceden en mí. “Y bueno, yo soy así”. No, pana, neuroplasticidad. Nos movemos y cambiamos, podemos transformarnos. Entonces, en esa medida, ¿cuáles son las cosas que suceden de manera compulsiva? ¡Pum! Lo observo, lo reconozco. Cuando tú quitas las que son innecesarias, te das cuenta que uno está todo el tiempo hablando de manera negativa, de manera innecesaria. Y te obligas también a hablar en positivo, que requiere creatividad. Son hábitos de repente que yo lo hago casi de manera deportiva, porque me divierte, no solo optimizarme, porque mi personalidad es todo el tiempo como optimizando, sino porque me divierte incomodarme. A mí me gusta romper un patrón de compulsividad. Que no sea que algo se convierta en una parte esencial de ti...

— De todas estas cosas que pudiste romper, ¿cuál fue la que más te transformó?
— Hay retos muy complicados. 21 días sin mentir. Eso es muy difícil, pana. Es inconveniente, no es práctico, no es posible. Pero si lo intentan, van a ver que es revelador. Al menos para diagnosticar qué tanto de lo que uno dice es mentira. Igual no mentir se me hace más fácil que no comer azúcar (risas).
— Te escuché hablando de cómo uno va teniendo distintas versiones de uno mismo, que tal vez te acordás de algo que te pasó y decís: “Eso fue hace tres o cuatro Camilos atrás”. Me encantó ese concepto. ¿Cuál son los cambios que ves con los Camilos que ya no reconocés?
— Hay una transición muy obvia en mi vida desde el día en que nació mi hija grande, Índigo. Ese cambio a ser papá, de verdad que fue un momento de morir y volver a nacer en una versión diferente de mí mismo. Cuando yo me casé, hace cinco años, fue también definitivamente una transición a un nuevo nacimiento de mi vida. Hace cinco o seis meses, estaba manejando un día y como que me di cuenta que tenía 31 años. Y dije: “¿Cuántos años es que vive uno? ¿100 años voy a vivir? ¿90? Uno vive más o menos, más o menos eso. ¿Qué quiere decir? Que un tercio de mi vida, ya”. Bueno, fantástico. Si esta vida tiene tres capítulos y aquí ya pasó el primer capítulo, entonces, ¿el segundo capítulo de qué se trata? Y yo me di cuenta en ese momento y dije: “Bueno, ya está. Hay cosas en esta segunda etapa de mi vida que no quiero de mi etapa anterior. Hay cosas como que no he tenido la valentía suficiente de transformar y creo que es el momento de hacerlo. O sea, fue como un momento de claridad y yo sentí que ese día, fue como el nacimiento de una nueva versión de mí mismo. Fue darme cuenta que hay cosas que ya no quiero más o con las que no me identifico o como opiniones de repente que uno va cargando como una mochila con la que uno está comprometido a seguir cargando porque ese soy yo.
— ¿Te animas a contarme algunas? Si no son muy privadas…
— Por ejemplo, yo desde muy chiquito tenía una gran inclinación a mirarme a través de los ojos de los demás. Como que yo era no el escritor de mi vida, sino que yo era el personaje principal de la vida de alguien más. O me preguntaba qué tipo de personaje era yo a través de la película que está viendo otras personas. Es una de las cosas que más me ha costado transformar el ser el protagonista de mi propia película, el ser el director y el protagonista de mi peli y tener una experiencia personal a través de mis ojos a la hora de crear, a la hora de estar. Esa es una de las cosas que me cuesta ponerlo en palabras porque es difícil y creo que nunca lo había puesto en palabras así, pero es una de las cosas que más me ha costado en mi vida. Es uno de los patrones más difíciles de romper porque no es, no es un patrón de comportamiento, es un patrón inmanifiesto interno. Si es jodido transformar conductas, cuánto más jodido es transformar discursos interiores. Es complejísimo. Pero diagnosticarlo y pillarlo me permitió darme cuenta de que, bueno, hay pasos que estoy dando hacia eso. Y siento que esta nueva versión de este Camilo tiene una materia muy importante en eso que te acabo de decir, que sigo descubriendo y que todavía cada día estoy estudiando. No es tan claro, pero estoy en eso.

— ¿Qué hacés vos para lograr ese autoconocimiento? ¿Tenés algún método o algo que te ayude especialmente?
— Empezar por uno darse cuenta de que uno está ciego sobre quien uno verdaderamente es y que uno no logra darse cuenta de las cosas y cree que está despierto a sí mismo, pero en realidad está como sonámbulo (risas). Darse cuenta de eso es lo más complejo de todo. Luego es un viaje que es un camino de autoconocimiento, pero lo primero es el diagnóstico: amigo, estás dormido y hay un montón de cosas que crees que conoces de ti mismo, estás ciego de todas tus capas interiores. Despertar es la vaina más jodida. Luego, ¿qué haces cuando despiertas? Pues es un peregrinaje. Pero, ese primer darse cuenta es el paso que yo me animo a decir que la gran mayoría de la humanidad se le va la vida: nacen, crecen, tienen familias y se van y no son conscientes de sí mismos. Yo creo que ese sería el paso más complejo. Luego, sacar tiempo para uno. El silencio es definitivamente el paso más importante. En el silencio se revelan las cosas que están ahí debajo. Porque están ahí debajo no las puedes ver porque hay una capa de un ruido inmenso que no te permite mirar pa’ dentro.
Pero en la medida en que te hagas experto en ir reduciendo ese ruido, las cosas que hay por aprender y las cosas de ti mismo que hay por conocer y por explorar, porque es también un viaje. Suena como que es un viaje de optimización: agárrate, mejórate, tú eres un proyecto, como muy estoico, que es verdad, pero al mismo tiempo es un viaje de curiosidad infinita. En la medida en que tú seas capaz de callar el ruido, te encuentras con tus virtudes y con tu verdadera identidad, que es infinita. Aquello que está conectado con el universo, con la fuente, con Dios, con usted, nómbrelo. Una vez que tienes contacto con eso, dices: “Wow, pana. Si yo soy, si yo soy múltiple”. Y ahí se abre el mundo de lo profundo. Y ahí es que te conectas con tu verdadero lenguaje de la creatividad. Es muy lindo todo lo que se despierta cuando uno empieza a mirar pa’ dentro.
— ¿Te das algunos ratos conscientes de silencio, como que lo buscas?
— Totalmente. En el calendario incluso lo pongo. No solamente en mi rato de la mañana donde verdaderamente tengo un tiempo fuerte de silencio y meditación, sino que luego durante el día, cuando estoy organizado, tengo momentitos de, de transiciones y de silencio y de parate, donde sea que estoy yo, un momento suelto todo... Y es como volver. Porque uno todo el tiempo está afuera, afuera de sí mismo, afuera de sí mismo, afuera de sí mismo. Y estás todo el tiempo en la cabeza o en lo emocional. Es como una variabilidad y una agitación constante o mental o emocional. Entonces, de repente, tener momentos en el día que te permitan volver a habitar tu cuerpo físico y retornar a él es muy importante y sirve para todo, para lo que tú quieras, lo que sea. Por ejemplo, quiero disfrutar más del momento presente. Silencio y retorno. Quiero estar más ahí para mi familia y para mis hijas. Un momento de silencio y retorno. Eso es la respuesta a un montón de cosas y de chicharrones que uno no logra diagnosticar.
— ¿Cuáles sentís, por ejemplo, que son algunas cosas que son distintas de las cosas que vos hacés como padre a la manera que te criaron a vos?
— ¡Uy! un montón de cosas. Hay un montón de cosas que son similares a voluntad, ¿no? Hay un montón de cosas que quiero emular. Pequeños hábitos de cosas que pasaban en mi casa y que yo quiero que pasen en la mía. En mi casa de mis papás siempre nos sentábamos a comer todos juntos. Eso es algo que yo quiero seguir haciendo y a voluntad, nos permitimos que cada uno desarrolle su propia opinión acerca de las cosas, más que “a los niños hay que instruirlos y enseñarles cómo es que nosotros pensamos”. Mis papás me permitieron a mí convertirme en mi propia persona y tener mi propia opinión. Eso son cosas que quiero emular y repetir con mis hijas. La importancia de la naturaleza, la importancia de tener un contacto físico y real con el mundo natural.
Es muy importante. La sensibilidad de los detalles. Ese tipo de cosas, mis papás fueron increíblemente. Mis papás también nos estimularon para ser sensibles a las cosas más minúsculas y sencillas y simples de la vida, ¿no? En mi casa era igual de noticia ir a la playa o prender una manguera. Mis papás me pintaron un mundo donde verdaderamente todo era como una fábula. Yo quiero permitir que mis hijas también encuentren el gozo que yo encontré en las pequeñas cosas y eso es muy de mis papás. Ahora, cosas diferentes, hay montones. Se me ocurren, por ejemplo, la validación de asuntos como el miedo, por ejemplo. Justo lo hablaba justo con un amigo mío, que también es colombiano y claro, la generación de nuestros papás, siempre fue muy: “Tú puedes, tú puedes”.
Voy a generalizar, pero en mi generaciones, al menos en Colombia, somos hijos de papás que salieron adelante o que querían salir adelante. Entonces, nuestros papás fueron muy trabajadores, fueron muy enfocados en “tú eres capaz, tú puedes”, “ve adelante”, “Sí puede y, cuando te caigas, levántate”. ¿Y la llorada en la mitad entre que me caí y me levanto? No se hablaba de esa llorada que hay en la mitad. “Si te caes, lo importante es levantarte”. Bueno, si te caes, lo importante es ver si te hiciste daño primero, si te duele, si necesitas un abrazo (risas), si tenés miedo a volverte a caer y luego vamos a pararnos y a seguir. Esa parte en la mitad es como una responsabilidad, creo, histórica de nuestra generación. Y lo confirmo cada vez más en amigos de mi edad. Y decimos: “Claro, pana, nuestros papás estaban muy enfocados en ‘tú puedes, eres fuerte”. Si decías: “Estoy triste”, te respondían: “No, no estés triste. Mira que todo está muy bien”. Entonces, la posibilidad de decir: “Está bien estar triste, está bien tener miedo, está bien sentir eso que estás sintiendo...”
Esa validación es algo nuevo para mi generación. Y mis papás ya lo pillaron también. Y la forma de mis papás ser abuelos es diferente a la forma en la que fueron papás. O sea, como que todos dimos un salto hacia un siguiente capítulo de nuestra evolución de la conciencia. Yo creo que mi papá nunca me dijo a mí: “Tengo miedo”. ¿Mi papá cuándo me va a decir a mí tengo miedo? Y eso que mi papá es un tipo sensibilísimo. Yo de chiquito le decía: “Papi, ¿a ti no te da miedo?” “¿Miedo? ¿Miedo de qué, hijo? ¿De una culebra o algo que de pronto me vaya a…? Pero miedo, no” Y yo: “Papi, pero, ¿y por la noche? La sombras esas… ¿Tú nunca estás triste, pa?” “Hombre, déjame, yo pienso”, me decía (risas). Es como que no te lo puedes permitir. Pero mi papá sí estaba triste, marica, también y también tenía miedo. Y de repente yo le digo: “Papi, dime una vaina, el día en que nos iban a quitar la nevera, ¿tú no te pusiste triste?” Hay como una zona gris ahí de cosas que no... Pero, pana, es re importante, porque mi papá era mi héroe, es mi héroe desde chiquitito. Y yo era un cagón. Yo por la noche, yo estaba muerto de miedo porque debajo de la cama no sé qué hay. O en la ventana, había un palo de mango, pasaba una sombra y se movía una vaina y yo decía: “Marica, esa sombra me va a almorzar”. Yo tenía miedo. Pero la gente que yo admiraba, que era toda la gente mayor, ninguno de ellos tiene miedo. Entonces, tú no solamente tienes miedo, sino que tú te sientes solo porque eres la única persona que tiene miedo, te sientes diferente y raro porque tienes miedo. Y la idea de: algo no está bien en mí, porque yo, a diferencia de todos los demás, tengo miedo. Eso es algo que después uno pilla y se da cuenta de que es muy de nuestra generación, ¿no? Pero uno va despertando esas cosas.

— ¿Cuál sentís que es la mejor manera que encontraste de lidiar con la frustración?
— A mí la frustración me ha llevado también a lugares muy interesantes creativamente, porque la frustración es un obstáculo. Bueno, tengo un plan, voy a ir a pasar allá y te ponen un tronco en la mitad. Pero ¿y este tronco, marica? Esa frustración, pues te invita a la creatividad: ¿cómo lo salto? ¿Cómo voy acá? O te invita a la colectividad. ¿A quién llamo para que me ayude a mover este tronco? Tengo una relación con la frustración chévere y me frustro, incluso casi que voluntariamente, para poder incomodarme y sacar cosas creativas nuevas. La frustración que te genera la incomodidad es como terapéutica creativamente.
Es como un músculo. Mirá, yo hago jiu-jitsu, una de las vainas que más me ha regalado es la posibilidad de actuar de una manera organizada y ecuánime frente a situaciones de absoluta y total frustración. Que en la vida puede ser que algo no sale como tú quieres, que la comida no llegó a tiempo, que pasó esto con tu familia... Pero en el jiu-jitsu es que hay un tipo de ciento veinte kilos que si pasan cinco segundos más te va a ahorcar. Entonces, en el jiu-jitsu es muy clara la frustración de la imposibilidad de uno salir de una situación. Es tan físico, es tan primal, que te enseña unas cosas que de repente no he logrado aprender de una manera tan clara como lo he aprendido con el jiu-jitsu. Cuando tú te entrenas en la frustración, luego un montón de situaciones que parecen límite, de repente logras transitarlas de una manera tranquila y ecuánime, porque tu umbral de lo que puede llegar a tocarte los cables que te desmoronen, de repente, lo tienes más trabajado y más armado.
— En pocos años te pasaron muchísimas cosas: tu primer disco en 2019, cantar en Japón… seguramente cumpliste más sueños de los que imaginabas. ¿Cómo hacés para no dejar de sorprenderte? ¿Alguna vez te pasó alcanzar algo que soñaste y sentir: “¿era solo esto”?
— Yo me he dado cuenta que las cosas más sagradas de mi carrera, por ejemplo, de las que he logrado, las que más han impactado mi vida como artista y los tesoros más grandes, yo no los veía venir, ni los esperaba ni los soñé. Y otros que sí soñé, cuando llegaron, no se sintieron como yo sentí que se iban a sentir. Muchas cosas. Ganar un premio, ser el número uno en no sé qué cosa de tal canción. Ese tipo de cosas se sintieron diferentes a como yo pensé.
— ¿Qué pensabas y cómo se sintieron?
— Mira, una amiga mía dice que vivir el sueño se ve muy diferente a soñar el sueño. Y es tanto así que cuando tú estás viviendo el sueño, puedes llegar a no darte cuenta de que estás viviendo tus sueños porque no se ve como tú lo soñabas. Por ejemplo, eso, ser el número uno de algo. “Camilo, felicidades, eres el artista más vendido de no sé qué cosa”, y te dan una placa, ¿no? Y tú soñabas toda la vida: quiero ser el número uno, quiero llenar un estadio, quiero... Pero no soñabas con otras cosas, con lo que va a significar en la experiencia individual de una persona específica que te dice lo que significan esas canciones en la vida de esa persona. Con eso específico yo no soñé, pero eso me llena el corazón de una manera que yo no me lo esperaba. Mientras que en la película, cuando tú ves en cámara lenta que te entregan el premio y sale el confeti y el protagonista sonríe y agarra y levanta el trofeo, eso en la vida real no se ve así.
En la vida real te entregan el trofeo y tú seguramente no dormiste el día anterior porque el vuelo era a la medianoche, tienes jet lag, entonces en realidad tú estás ahí sonriendo, pero en realidad tú tienes mucho sueño, el room service lo van a cerrar, resulta que eres alérgico al gluten y te comiste una cosita, duele la panza mientras levantas el trofeo... Nada de eso tú lo soñaste. Entonces, cuando lo vives se ve super diferente, ¿no? Entonces, a mí me ha tomado como reorganizar mis ambiciones un montón. Yo decía: “Quiero recorrer el mundo llenando estadios”, pero yo no soñaba quiero que antes de montarme al escenario del estadio, quiero sentarme a mirarme con todas las personas que trabajan conmigo y sentirme orgulloso del tejido profesional y humano que tenemos entre todos nosotros. Yo no soñé con esa otra parte. Y es una de las cosas que más me llenan a mí.
Luego lo otro, “felicidades, eres el número uno del mundo”, no me genera lo que yo pensé que me iba a generar. Tú ves la película y te dicen: “Sufre, entrégalo todo, que te duela, pero no importa. Hay un puesto del campeón y cuando recibas todo valdrá la pena”. Y yo pienso: no es verdad. Si no te gozaste el camino, el día que te den el trofeo, ese trofeo, la entrega del trofeo dura quince minutos, luego van a comerciales y ya. Y tú vas y te llevan al camerino y tú vas con tu trofeito y te lo quitan porque no es de verdad. Te lo mandan a tu casa a los seis meses. Si el camino hasta el trofeo no valió la pena, ese trofeo no va a valer nada, pana. El premio del trabajo es el trabajo. Ese es el premio de hacer las cosas, es hacerlas. No es el trofeo que te dan por hacerlas. Eso no te lo advierten en la peli.
— Te voy a terminar con la última pregunta que le hago a todos los invitados que pasan por acá: es que nos dejes algo para compartir que en el último tiempo te dejó pensando, te conmovió, te gustó o te sorprendió. Puede ser una recomendación de un libro, una frase, una anécdota. Lo que quieras compartir.
— ¿Sabés, una cosa que me está gustando mucho en este momento de mi vida? Que he descubierto nuevas maneras de disfrutar la manera en la que consumo contenido. Como que hay un feeling general de todo el mundo de que todo el mundo dice: “Me pasé tres horas viendo cualquier tontería”. No, hay como un feeling de: “Se me está yendo la vida dedicándole atención a cosas que no me interesan” ¿no? Y la pataleta sería: “Voy a dejar de consumir contenido”. Y yo últimamente, tuve esa pataleta y he vuelto a reconectar con empezar a consumir contenido que vaya alineado con mis intereses.
He encontrado cosas muy interesantes. No sé si ustedes usan la aplicación Substack. Es como una especie de red social donde hay un montón de gente que comparten contenido, pero con intención. Y los autores que a mí me gustan y los productores que a mí me gustan, han encontrado ahí una especie de núcleo. Y he encontrado ahí un montón de contenido que me encanta. Tiene un algoritmo como el de Twitter o como el de Instagram, donde te conoce los gustos y te va poniendo cosas que vayan acordes a tus intereses. Compartiría eso porque creo que es hora de que valoremos un montón el tiempo de nuestra atención y se lo empecemos a enfocar a cosas que nos gusten. Es un poquito valorar la atención y empezar a buscar consumir cosas que sí les gustan: la música, los artistas, el tipo de contenido que les gusta. Parece una cosa tonta, pero creo que es importante empezar a alinear las cosas que uno consume con lo que uno quiere para uno.
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