
Sentir ansiedad impulsa a muchas personas a recurrir al análisis constante de sus pensamientos, aunque Psychology Today propone una alternativa más efectiva: tres estrategias sencillas, respaldadas por la investigación, que enseñan al cerebro a sentirse seguro mediante acciones pequeñas y cotidianas.
Estas prácticas resultan más eficaces que el exceso de reflexión, dado que permiten reducir la ansiedad y fortalecer la resiliencia de manera tangible.
El exceso de análisis, según Psychology Today, mantiene al sistema nervioso en un estado de alerta continua. Este ciclo de pensamientos repetitivos genera señales de peligro para el cerebro, lo que incrementa la sensación de inseguridad y obstaculiza la calma. Por el contrario, acciones concretas e inmediatas brindan al cerebro pruebas visibles de seguridad, interrumpen el ciclo de ansiedad y permiten recuperar la sensación de control.
La confianza y la calma, afirma el medio, no surgen solo del pensamiento, sino de la experiencia diaria y de la repetición de conductas que demuestran que el entorno es seguro.
Anclar el cuerpo antes de calmar la mente
La primera estrategia propuesta consiste en anclar el cuerpo antes de calmar la mente. Cuando surge la ansiedad, el cuerpo entra en modo de alerta, manifestado por pensamientos acelerados y tensión física.

Psychology Today indica que la manera más directa de frenar este proceso es a través de gestos corporales sencillos: apoyar los pies en el suelo, juntar las manos o identificar cinco objetos presentes en la habitación. Estas acciones sensoriales indican al cerebro que la persona está presente y a salvo.
La eficacia de este método cuenta con respaldo científico en el campo de la interocepción. Por ejemplo, el estudio “Interoception and anxiety: A neuroanatomical perspective”, publicado en Biological Psychology, señala que la conciencia y regulación de las sensaciones internas del cuerpo, mediante prácticas como la respiración profunda y la atención plena, contribuye a disminuir los niveles de ansiedad al regular la activación del sistema nervioso autónomo.
Cambiar la pregunta: de “¿qué pasaría si?” a “¿y ahora qué?”
El segundo método promueve cambiar la pregunta “¿qué pasaría si?” por “¿y ahora qué?”. El exceso de análisis suele aparecer como un intento de anticipar el futuro y controlar cada eventualidad, lo que incrementa la ansiedad y refuerza la sensación de peligro. El medio recomienda orientarse al presente y pensar en el siguiente paso concreto.
Frente a la preocupación por cometer un error en una reunión, la pregunta se transforma: “¿y ahora qué? Puedo revisar mis notas una vez y después descansar”. Este pequeño ajuste ayuda a enfocar la atención en acciones realizables y reduce la ambigüedad, uno de los principales motores de la ansiedad.

Psychology Today subraya que el cerebro se calma cuando existe un plan claro, aunque sea sencillo, y que la certeza, por limitada que resulte, disminuye la inquietud. Como ejercicio, se aconseja escribir la preocupación como “¿y si?” y después anotar, justo debajo, el “¿y ahora qué?” correspondiente a una acción concreta.
Un estudio de la Universidad de Yale publicado en Behaviour Research and Therapy respalda este enfoque, mostrando que estructurar las preocupaciones en pasos concretos y presentes reduce de forma significativa la ansiedad y mejora la sensación de control.
Construir seguridad mediante micromomentos diarios
La tercera estrategia se fundamenta en crear seguridad a través de micromomentos diarios. Psychology Today explica que el cerebro aprende a percibir seguridad mediante la acumulación de pequeñas acciones que confirman la capacidad de afrontamiento.
No es necesario transformar rutinas de manera radical, basta con reunir experiencias positivas mediante gestos constantes, como sonreír a un desconocido, responder un correo pendiente o salir a tomar aire. Estos micromomentos actúan como “votos” a favor de la resiliencia.

La psicología del comportamiento respalda este enfoque: la exposición gradual a situaciones incómodas, acompañada de técnicas de calma, ayuda a disminuir el miedo yrestablece la sensación de seguridad en el cerebro.
Un ejemplo es el estudio publicado en Behaviour Research and Therapy. Esta investigación muestra que la exposición repetida a estímulos que generan ansiedad, junto con estrategias de regulación emocional, reduce la conducta de evitación y fortalece la resiliencia en personas con alta ansiedad.
Psychology Today destaca que la práctica diaria de estas acciones simples resulta esencial para que el cerebro aprenda a sentirse seguro y resiliente.
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