Ni bien se cruzaba la puerta del salón, se entendió que no iba a ser una típica presentación de temporada. Había algo en el aire, un rumor vibrante, una mezcla de reencuentro, ansiedad y celebración adelantada. Las bandejas con copas y platitos para degustar se detenían apenas unos segundos porque las charlas eran tan intensas que nadie quería interrumpir el hilo humorístico que ya flotaba, casi espontáneo.
Y entonces ocurrió: entró Soledad Silveyra.
Fue como un efecto dominó. Las cabezas giraron casi al mismo tiempo, las conversaciones se congelaron a mitad de frase y un aplauso —cálido, sincero, espontáneo— brotó del piso entero. “¡Solita!”, gritó alguien del fondo, y ella respondió con esa sonrisa que hace décadas forma parte del ADN emocional del teatro argentino, elevando su brazo. Si alguien preguntaba cuándo empezaba oficialmente la temporada teatral de Mar del Plata, podría ubicarse el horario exacto: fue en ese preciso instante.
A pocos metros de allí, Martín Bossi y Gustavo Bermúdez reían como dos adolescentes que se escaparon de la escuela. Felices por la temporada de La cena de los tontos en Buenos Aires, ansiosos por lo que vendría, pero ambos con la misma expresión luminosa que se vio en televisión miles de veces. La química entre ambos es tan evidente que hasta formaba una especie de imán: más de uno se acercaba solo para contagiarse un poco de esa energía.
El clima era ese: abrazos, palmadas, chistes que cruzaban conversaciones sin pedir permiso. Una sensación colectiva —y, de algún modo, contagiosa— de que este verano sería distinto. No uno más: uno grande.
En un momento, el murmullo general se apagó: Carlos Rottemberg tomó el micrófono con un brillo especial en los ojos, casi como quien vuelve a una casa que lo vio crecer: “Será mi temporada número 48 consecutiva en Mar del Plata”, sentenció, y ahí mismo se hizo un silencio que no siempre se consigue en eventos tan multitudinarios. “Para mí es un placer seguir convocando a los distintos artistas, productores, directores, autores que conforman esto”, expresó, en momentos en que varios de los presentes se miraron entre sí, como midiendo lo que significa casi medio siglo de historia viva.
Después del discurso, Diego Pérez quien no dejó colega por saludar, se mostró feliz por lo que se viene con Toc Toc , que cumple 15 años de vigencia y carcajadas. “Este finde largo fue clave”, explicó, todavía entusiasmado. “Mar del Plata se llenó. Y eso nos da una esperanza veraniega hermosa, después de un año tan movido”, aventuró.
A su lado, Lía Jelín, directora y corazón creativo del proyecto, saludaba a todos con la misma energía juvenil de siempre. La actriz Mora Lestingi, que se sumó más recientemente, expresó toda su confianza: “La obra ya fue a Mar del Plata, pero este elenco no. Y tenemos ganas de romperla. Somos la comedia irrompible. Y lo vamos a seguir siendo”.
Entre el grupo que reía fuerte se encontraba Damián de Santo. Venía de sacarse varias selfies y todavía no lograba terminar su vaso de agua porque cada dos segundos alguien lo frenaba. Está protagonizando Una clase especial, junto a Martín Seefeld, la comedia de Daniel Dátola que se estrenó en Semana Santa y luego de una gran gira nacional ya superó los 20.000 espectadores. Damián, con esa simpatía natural, explicó sobre la obra: “Viajamos por todo el interior y ahora volvemos a disfrutar en Mar del Plata. Lunes y martes hacemos función; miércoles corremos por la playa en malla; jueves a domingo seguimos por la costa dejando semillas de la bondad por todos lados”. La frase, entre humor y ternura, resume exactamente lo que transmiten los dos.
¿Se puede seguir reinventando una obra, una y otra vez? José María Muscari, con un show que lleva años llenando salas con Sex, tenía la respuesta: “Volvemos a Mar del Plata con una obra de texto, algo completamente distinto. Es un spin-off del show original. Julieta Ortega, Gloria Carrá, Nico Riera, Diego Ramos… es un elenco hermoso. Estamos felices”.
Tras ello, Gloria Carrá dijo algo que llamó la atención de todos: “No hago temporada desde hace 30 años, porque la última vez fue con La banda del Golden Rocket, así que era otra persona. Tengo muchas ganas, me da mucha ilusión, es una ciudad que amo. Ojalá sea una excelente temporada, yo le tengo fe”.
Hay obras que pasan a la historia, y una de ellas sin dudas es Made in Lanús, que a 40 años de su estreno justamente en esa ciudad balnearia, ahora rgeresaría. Malena Solda se mostraba feliz y acopañando a Vanesa González, la nueva incorporación..
“Es un honor y es un orgullo poder representar justo cuando se cumplen los 40 años de su estreno en Mar del Plata, el 1° de enero, que lo ha producido también Carlos Rottemberg. Estamos muy contentos también de encontrar a Vanesa González, que viene a sumarse a esta cofradía”, exprssó Solda al referirse a la joven.
La palabra orgullo se repitió varias veces durante toda la jornada. Y siempre en boca de alguien distinto. Tal vez sea el sentimiento más transversal del teatro argentino.
Mientras una periodista la felicitaba por su temporada, y otra la consultaba sobre cuestiones más personales, de las que evitó referirse, Florencia Peña, comandante de Pretty Woman, hablaba con la pasión de alguien que sabe exactamente lo que está ofreciendo: “La propuesta es superadora. No hay pistas pregrabadas. Todo es en vivo. Cada función tiene una orquesta en la sala. Es musical en serio”, enumeró.
Su partenaire, Juan Ingaramo, impecable y relajado, completó: “Es clave que el público local pueda acceder. Apostamos a precios accesibles para que nadie se quede afuera”. Lo dijo con convicción. Y se notaba.
En un rincón más alejado del bullicio, Soledad Silveyra disfrutaba de “un cortado bien, bien pero bien suave”. Allí recordó la génesis de ¿Quién es quién?, la comedia que protagoniza con Luis Brandoni, y que promete ser uno de los tanques del verano.
Ella, sin vueltas, explicó: “Yo le dije a Rottenberg: Brandoni o no hago la obra. No había reemplazo posible. Y no me equivoqué, porque él tiene eso que te hace reír y que te emociona”.
Después, con una mezcla de emoción y humor, aseguró: “Pasé un año glorioso con Beto. Trabajar con él es de una humanidad,.. Es increíble. Tiene su carácter, pero los dos nos hemos llevado maravillosamente bien. La gente nos dice: ‘Parecen un matrimonio de verdad’. Y eso es hermoso. Queríamos identificación. Y la logramos”.
La obra se despedirá este domingo en Buenos Aires, y bajó la mirada un segundo al hablar de ello: “Es una compañía que cuando nos despidamos voy a llorar, porque tenemos unos técnicos extraordinarios. Trabajamos con mucha armonía y me va a costar muchísimo, pero la gente que viene es maravillosa; así que pues a adaptarnos a lo nuevo y despedirnos con todo el amor y el respeto a los que se quedan en el teatro”.
Para el final, habló del público, de las fotos, de su ritual heredado y del legado de China Zorrilla: “La China se quedaba hasta el último espectador. Yo también lo hago. Pero a Beto no le gusta… Si me quedo con la gente, me mata. En Mar del Plata voy a poder hacerlo tranquila”.
Cuando la tarde ya entraba en su tramo final, Gustavo Bermúdez, que acompaña a Martín Bossi y Laurita Fernández en La cena de los tontos habló de la satisfacción del presente: “Buenos Aires fue una muy linda experiencia, estoy muy feliz. La obra es un avión a chorro. La gente se descostilla de la risa, esa es la verdad. Lo que yo sabía de lo que era el material, pasó eso con el público y, tengo mucha ansiedad para que pase lo mismo en Mar del Plata, y estoy seguro que va a pasar. La verdad que me superó la expectativa. Yo hacía muchos años que no hacía, y encontrarme con el público, con ese cariño espectacular, la verdad que fue muy gratificante para mí”. Lo dijo con una honestidad limpia, sin artificios.
Cuando la mayoría de los elencos ya se habían ido, Carlos Rottemberg pidió una mesa alejada y una gaseosa sin azúcar para charlar un rato con Teleshow. Miraba hacia ningún punto fijo, como quien repasa quinientas funciones al mismo tiempo, y trata de ubicar las anécdotas que pasan por esa película.
Respiró profundo, como si los recuerdos hablaran antes que él: “Empecé en el espectáculo en julio de 1975 y en julio de 2025 celebré mis cincuenta años. De esos cincuenta años, cuarenta y ocho los llevo haciendo en Mar del Plata. En estos años no falté a ninguna, porque primero soy vecino, admirador de esa ciudad. El balance de la temporada lo hago recién en marzo, cuando cargo nafta en Dolores, a la vuelta, porque antes puede pasar de todo”.
El ruido de fondo seguía bajando y habló de sus comienzos como si todavía los tuviera enfrente: “Empecé alquilando una sala en Paraguay y Suipacha donde corrían las lauchas. ¿Cómo iba a imaginar esto? Nunca pensé que Mar del Plata iba a ser mi destino laboral. Empecé con una salita pequeña, sin aire acondicionado, donde estrenamos Made in Lanús”.
“En esa salita yo llevaba ocho años antes con Susana Campos y Rudy Carrié, haciendo una comedia que se llamaba Pijama de seda, dirigida por Raúl Rossi”, y los nombres de personajes clásicos de la escena nacional comenzaron a desfilar.
Para Rottemberg, su trabajo es más complejo que en de un simple empresario: “Para dedicarse a esta profesión tenés que ser más teatrista que empresario. Pero a la vez más psicólogo que teatrista. Porque no trabajamos con mercadería. Nosotros no tenemos stock. Nosotros tenemos esto, que estamos todos esperando cómo le va a Brandoni con el médico, por ejemplo”. Artistas, sí, pero ante todo amigos o compañeros de tantos años de escenarios.
Y en esa avalancha se atravesó uno de los más difíciles: “El sábado 5 de marzo de 1988 se mata Alberto Olmedo. Obviamente, se suspende la temporada. Era sábado, se devuelven las dos funciones de ese día y las dos funciones del domingo 6, el día siguiente. Y un señor empezó a protestar a la noche mientras estábamos en el velatorio en la avenida Luro, al lado de la vía. Me llama el administrador del teatro Tronador, porque el hombre le decía que era impericia empresarial no tener un reemplazo para Olmedo. ‘Yo vine a ver la obra, no vine a verlo a Olmedo’, decía el señor, y técnicamente tenía razón. Él había comprado entradas para ver Éramos tan pobres y quería que alguien lo reemplace. Tuvimos que ir a Lealtad Comercial, donde nos denunció, y por suerte desestimaron la denuncia. Son avatares de la profesión”.
La trágica muerte de la máxima figura del espectáculo nacional es un símbolo de una Mar del Plata que parece parte de un pasado, pero revive en figuras como Carlos Rottemberg. Ese empuje teatral sin freno y esa capacidad para formar elencos y generar espectáculos que ya lleva medio siglo. Casi todos ellos con La Feliz como telón de fondo, esa ciudad que respira teatro tanto como aroma a mar. Y con la cuenta regresiva ya en marcha, en una calurosa tare porteña de noviembre la ciudad tuvo su primer aplauso de la temporada.
Fotos: RSFotos
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