Guardar
Miss Carbón, la historia de la primera minera trans de la Patagonia

La película Miss Carbón no es solo una celebración artística; es la consagración de una vida narrada en clave de humanidad, de lucha, de deseo.

La vida de Carla Rodríguez, en la que se basa la historia que filmó Agustina Macri, tiene su raíz en la periferia de la Patagonia, en Río Turbio, en un entorno marcado por la dureza del clima y la rigidez de las estructuras sociales. La vida en un pequeño asentamiento apretado contra la mina de carbón era la única perspectiva visible desde la niñez, una realidad sin salidas aparentes y donde los sueños parecían invariablemente atados al trabajo extractivo.

“Vivíamos en un asentamiento muy cerca, pegado a la mina. Era imposible, no había una visión tampoco”, recuerda Carla, situando sus recuerdos en la segunda mitad de los años noventa, cuando su identidad comenzaba a aflorar entre la hostilidad y la falta de horizontes. “Te estoy hablando de los años 1990, hasta el año 1997, que tengo memoria. No, no había otra, otra mirada, otra proyección en la sociedad más que esa. Es decir, el hijo era minero, el padre era minero, no había posibilidades, no había otro camino” afirma a Teleshow.

“Siempre íbamos a jugar a las afueras de la mina”, y un día nació, esa frase que después sería considerada como poética: “Me soñé minero antes de mujer”. No era un artificio literario, sino un diagnóstico sobre la falta de opciones y la naturalización de los límites impuestos por el entorno.

La actriz Lux Pascal que
La actriz Lux Pascal que interpreta a Carla Rodríguez

La Patagonia, para Carla, significaba tanto la posibilidad de forjarse como la amenaza de quedar marginada. “La sociedad era muy perversa, muy injusta, siempre quiso mantenernos al margen”. Y aunque la época no queda tan lejana (“ya tengo treinta y cuatro, pero te digo, esta revolución empezó hace casi catorce años”), ese pasado parece denso y todavía presente. A la marginalidad geográfica se sumaba la marginación identitaria: “Si me iba del pueblo, iba a terminar en la prostitución, muerta o en cualquier otro lugar de la Argentina, porque era eso. Los pueblos siempre te excluyen y sacan a las personas trans, siempre son migrantes”. Consciente de que “tenía dos salidas: o luchaba por mejorar mi vida y mis condiciones, veía otra posibilidad, o directamente hacía lo que el mismo sistema te llevaba: a la prostitución, modista, peluquera o puta”, Carla fue construyendo su identidad y su destino luchando por alternativas impensables en su entorno originario.

En este paisaje cultural y social, “todas las travestis son lindas pero no puedes llegar más arriba. Yo igual quiero estar en los estamentos del Estado discutiendo los recursos y la distribución, pero no, no te dejan tampoco llegar. No hay lugar para nosotras porque no nos quieren arriba de ellos”, afirma con convicción la primera mujer trans minera.

La vida en los asentamientos
La vida en los asentamientos mineros de la Patagonia marcó la infancia y la identidad de Carla Rodríguez

“Era momento de alzar la voz, porque muchas veces se nos olvida levantarla y decir: ‘Acá estamos, existimos, estamos presentes’”, expresa con emoción.

En este momento representa tanto una culminación como una nueva etapa. “Hoy creo que es tiempo de mujeres, es tiempo de empoderar a la comunidad trans y que empiecen a pelear. Nadie va a cambiar nuestra vida si no somos nosotras las que empecemos a cambiarla”, refuerza Carla.

Miss Carbón, celebra la fuerza
Miss Carbón, celebra la fuerza de la comunidad trans y su lucha por un lugar en la sociedad argentina

El desafío de ser la primera mujer minera trans

—¿Cómo fue meterte en un lugar tan hostil y masculino?

—Yo pensé que me lo hacían a propósito también, al mandarme a trabajar al interior de la mina. Pensaba: ‘¿Qué hago en este mundo? ¿Cuánto duraré?’ Veía a todas las masculinidades marcando su territorio. Me veía tan vulnerable en ese momento que tuve que soportar el desgaste de no tener herramientas, la discriminación que estaba a flor de piel, los chistes, las burlas. Pero soporté.

—¿Con qué y cómo lograste romper esos prejuicios?

—Siempre me esforcé el doble y hasta el triple que mis compañeros. Entonces, entendieron que no es una cuestión de género. ¿De qué sirve separar a las personas por su género? Si yo puedo hacer el mismo trabajo que vos…

La historia de Carla Rodríguez
La historia de Carla Rodríguez refleja la marginalidad y la resiliencia en un entorno minero patagónico

—¿La construcción de respeto fue pacífica o hubo confrontaciones?

—Para mí la construcción es siempre desde el amor. De nada nos sirve construir desde el odio. Hace mucho nos decían putos, maricones. Nos buscaban ese insulto y hoy en día a cualquiera le dicen puto, maricón, no pasa nada... Ya no nos hace el daño que nos hacía antes porque lo transformamos y lo cambiamos. Las agresiones que en ese momento nos decían, hoy en día ya dejaron de ser parte porque las transformamos en alegría, en chiste.

—¿Hoy sentís que ganaste el respeto de quienes alguna vez te discriminaron?

—Río Turbio siempre fue un pueblo muy de luchar, siempre ha luchado contra gobiernos, empresarios. No bajamos la cabeza. Y entonces, empecé a trazar de a poco ese camino dentro del yacimiento y ahí empecé a ganarme respeto, y aparte acompañamiento total hoy en día de todos y cada una de las personas del yacimiento. Hasta el gerente de recursos me llamó y me mandó saludos, estaba muy contento con todo lo que hicimos por y para la película.

La inclusión, el trabajo colectivo y la transformación en la mina

—¿Cómo fue el trabajo para impulsar la inclusión, no solo individual sino colectiva, dentro de la mina?

—Fue un trabajo de hormiga, fue hacerles entender que no era necesario discriminar, que todos íbamos por el mismo camino. Abajo de ese cerro éramos todos iguales, y si le pasaba un accidente a alguien, hasta a la persona que quizás me insultó hace una hora, la íbamos a ayudar.

—¿Cómo lograron institucionalizar los cambios de género dentro de la mina?

—Me convoca una diputada nacional, me presentan las autoridades del yacimiento y me dicen: Acá vos podés diseñar lo que quieras con diversidad, con mujeres. Ahí diseñamos el departamento de género dentro de la mina. Éramos 2.100 empleados y necesitábamos atender necesidades reales.

—¿Hubo resistencia por parte de las autoridades o los compañeros?

—Primero, las masculinidades se rehusaban, pero nosotras planteamos una estrategia totalmente diferente. Fui y pregunté: ¿Quién se va a comer el costo político? y me dijeron que sí, que me iban a acompañar. Desde ahí, creamos un protocolo de actuación en caso de violencia de género, y empezamos a recibir denuncias.

—¿Afectaban las leyes existentes el ingreso de mujeres y personas trans?

—Fuimos con la ley, que le prohibía a las mujeres trabajos forzosos y casi insalubres. Cuando esa ley se desaprobó, ya no había excusas. Los convenios colectivos tienen rango de ley, así que sumamos un acta de acuerdo con los sindicatos para permitir el ingreso femenino.”

—¿Cuántas mujeres ingresaron finalmente?

—Logramos que cuatro, cinco compañeras ingresen. Hoy ya son más de diez en la mina. Todavía no llegué a que ingresen chicas trans, pero lo discuto.

La historia de una infancia
La historia de una infancia marcada por la exclusión y la dureza del entorno se convierte en un relato de superación, donde la identidad y el coraje impulsan cambios en la sociedad y el cine nacional

Vida cotidiana, vínculos afectivos y familia elegida

—¿Aún hay situaciones de discriminación en Río Turbio?

—Sigue pasando en establecimientos educativos que no respetan la identidad de las personas. He visto violencia, me llaman por teléfono, me preguntan sobre cambios registrales de DNI, me consultan los padres. Todo el mundo me conoce. Estoy como una persona conocida y nadie me va a venir a faltar el respeto ni mucho menos, porque sé cómo defenderme. Ya no era esa niña de hace quince años atrás.

—¿Cómo es el vínculo con tu familia biológica hoy?

—Tengo mis hermanos viviendo en la localidad. Tengo unos sobrinos hermosos que me aman. Los amo, pero muchas veces mantenemos distancia. No me involucro en su vida ni ellos en la mía. Si necesitamos algo, estamos el uno para el otro, pero también una va forjando sus lazos familiares con las personas que te rodean. Esos vínculos son los que me han ayudado y acompañado.

—¿Y tus padres?

—Mi papá murió en 2015. Él no me quería, me puteaba, me echaba, pero después vio que pude salir adelante y me aceptó como hija. Para él, ya era su hija, y se lo decía a cualquier compañero de trabajo. Mi madre se separó, se volvió a casar, le desee felicidad, pero nunca más la vi.

El amor, las pérdidas y la búsqueda de aceptación

—¿Cómo fue tu historia de amor con ese ingeniero que marcó tu vida y se muestra en la película?

—Lo único bueno que tengo para decirte es que me enseñó a amar, me enseñó que se podía amar de una manera distinta. Que se podía. No todo era sexo casual. Fue algo importante en mi vida.

—En la película, él se va. ¿Eso fue así en la vida real?

—Sí. Me dijo que iba a iniciar una relación fuera de la localidad, que prefería decírmelo antes de que pueda ilusionarme más. Le deseé lo mejor. Salí del hotel donde estábamos, y lloré como perra un año entero.

—¿Lo volviste a ver después?

—En 2015 me lo crucé en un bar, nos miramos y fue típico de película. Vi sus ojos, nos quedamos paralizados y siguió su camino.

—Después de esa experiencia, ¿pudiste volver a enamorarte?

—No, ahora no. Te digo, es un momento para aprender a amar. Siento que todavía no sé amar, quiero vivir, quiero sentir, pero no me enamoré todavía. Me merezco ser amada de una manera diferente.

Carla Rodríguez y el actor
Carla Rodríguez y el actor Paco León que interpreta a un ingeniero, un gran amor de Carla, que nunca más volvió a ver

—¿Pensaste en irte del pueblo y buscar libertad en otro lugar?

—Lo pensé...pero no sé si el contexto social en el que vivimos me daría para salir de Río Turbio.

Cine, representación y deseos de transformación colectiva

—¿Qué deseás que genere en la sociedad la película Miss Carbón?

—Lo único que espero, y te lo digo así con las manos en el corazón, es que las personas que entren a ver esa película y que salgan de ahí por lo menos algo en su mirada interna cambie. Que puedan ver cómo actuamos como sociedad, las cosas que hacemos. Ojalá un mínimo cambio en nuestra vida, tratar de ser no empáticos sino solidarios. Que la persona al lado te importe, aunque sea darle una palabra de aliento.”

—¿Cómo viviste la experiencia de verte representada en la pantalla?

—La historia quería mostrar la realidad. Muchas veces dicen que estas historias trans las llevan para un lado romántico o ficticio. Mostramos realidad. No fue fácil. Nos pasa a todas todo el tiempo, y es algo que tenemos que estar teniendo constantemente. Tenemos que mirarnos como sociedad y realmente repensarnos y ser humanos. Algo tan simple que parece que hemos perdido.

—¿Te gustaría que más personas puedan ocupar los espacios que vos abriste?

—Hoy es tiempo de las mujeres, el tiempo de empoderar a la comunidad trans y que empiecen a pelear. Nadie va a cambiar nuestra vida si no somos nosotras las que empecemos a cambiarla.

Trailer de Miss Carbón

Durante la filmación de Miss Carbón, el simbolismo de la coronación se transformó en alegría y reconocimiento colectivo, tanto en la ficción como en la vida real. “El concurso de Miss Carbón es como un recurso, un regalo que hace Erika Halvorsen autora del libro. Pero el concurso existe desde hace 80 años, el día de la Virgen, cuando por única vez las mujeres podían entrar a las entrañas de la tierra y tomar protagonismo" Fue la única vez durante décadas. Hoy, aunque el certamen haya quedado atrás, la marca de Carla Rodríguez en la historia de la minería y en la cultura local permanece imborrable, y su mensaje de solidaridad y transformación resuena mucho más allá de la pantalla.