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Lali Espósito contó por qué llamó Pelusa a su gato en homenaje a Maradona

El eco de una voz enérgica resuena en España. Allí, entre las paredes de un estudio, Lali Espósito se sentó frente a los micrófonos de La pija y la Quinqui, el podcast comandado por Mariang Maturana y Carlos Peguer. La cantante, radiante y honesta, dejó de lado el personaje para revelar en el aire sus desafíos y anhelos más humanos, esos que a veces quedan velados por la imposición de una agenda de conciertos y presentaciones que ocuán más tiempo del que a veces deberían.

Y ella lo explicó de una forma muy sencilla: “Eso también viene con los 30: el aprender a decir que yo tendría que tomarme estos días, o esto hoy no me lo voy a poner, o este viernes, que me están poniendo 53 cosas, bueno, este viernes no, trataré de estar en mi casa con mis gatos”, aclaró con la naturalidad de quien sabe lo que pesa la vorágine de una agenda apretada.

¿Dónde halla Lali entonces la paz dentro del torbellino? ¿Qué ocurre cuando el éxito exige y la vida pide silencio? La respuesta es simple y profunda: encuentra el refugio en la sencillez cotidiana, en esos momentos robados a la fama, en el hogar y en el calor de sus tres gatos.

Lali en los primeros días
Lali en los primeros días de compañía con su gato Pelusa

El diálogo avanzó entre risas y complicidades. La curiosidad de Mariang se hizo presente: “¿Cómo se llaman tus gatos?”. La respuesta llegó con dulzura y cierto orgullo: ”Tengo tres gatitos: Lupin, Villano y Pelusa”. Tres nombres, tres historias, tres pequeños universos que laten bajo el techo de una de las artistas más populares de la escena latina.

La conversación, sin embargo, ofreció uno de esos giros inesperados que aligeran el aire. La conductora bromeó: “¿Te puedes creer que si nos diesen un euro por cada persona que ha venido hoy al podcast y ha dicho que su gato se llama Pelusa, tendríamos dos euros?”. Pero la intérprete no tardó en marcar una diferencia. “Sí, pero te digo una cosa, el mío no se llama Pelusa porque es pelusita de pelo. Se llama Pelusa porque así le decían a Diego Armando Maradona cuando era niño”. La explicación resonó como un homenaje velado, como un lazo invisible entre la cultura popular y la intimidad del hogar. Para la artista, “Yo sé que parece muy normal el nombre de Pelusa de un gato, pero en mi corazón significa mucho”.

El relato continuó, y quedaron al descubierto los orígenes de los otros nombres. Villano, por ejemplo, no fue bautizado al azar ni por azarosas coincidencias. “Villano es una anécdota con Villano Antillano (cantante puertorriqueña). Yo venía de un viaje donde la había conocido y cuando vuelvo a Buenos Aires, a las 00:00, que era justo mi cumpleaños, llego a mi casa y me pego un cagaso terrible porque estaban todos mis amigos escondidos en mi casa y me regalaron de sorpresa un gatito, y pienso enseguida en lo último que había visto, por eso fue Villano”, relató entre carcajadas. El nombre se volvió un testimonio de amistad, sorpresa y música, un recuerdo vivo de una noche inolvidable.

Lali y su gato Villano
Lali y su gato Villano

En cuanto a Lupin, la historia dio un giro más íntimo. “Lupín es el gato hace 12 años de mi chico, que se mudaron conmigo, entonces es mi hijo adoptivo, no soy su madre de sangre”, explicó. Una revelación cargada de ternura, donde el afecto trasciende los lazos de sangre.

¿Qué imágenes evocan estos nombres en la quietud de un viernes libre? ¿Cuántos refugios puede encontrar una artista detrás de los reflectores, cuando la verdadera vida sucede—quebrándose apenas las luces del estudio—en el ronroneo de un gato, en el silencio de una casa, lejos de los escenarios? Lali Espósito, desde la distancia de España, regaló a los oyentes un instante de sinceridad: paz, memoria y amor animal, lejos de la tormenta del espectáculo.