El miércoles por la noche, una ráfaga de flashes y tensión desgarró el aire del teatro Tabaris. La presencia de Cecilia Milone convirtió el estreno de Viuda e hijas en una escena cargada de electricidad: la artista reafirmó de manera contundente su quiebre irreconciliable con la prensa, profundizado tras admitir una prolongada relación extramatrimonial con el fallecido Chico Novarro. Los pasillos, usualmente colmados de murmullos y saludos cordiales, se tornaron en el epicentro de una tormenta emocional, cuyo eco resuena aún hoy en las redes.

La salida del teatro marcó el inicio de una secuencia tumultuosa. “Ayer viví una situación de acoso, de abuso emocional, porque no es no. No es no siempre, en cualquier aspecto, no solo en el físico. El alma también merece un respeto”, expresó Milone en un video publicado poco después, escoltada por Nicolás Nanni, escenógrafo y vestuarista, confidente y testigo clave de una noche incómoda. Las cámaras y los micrófonos, al acecho, los cometieron testigos de una coreografía forzada que ninguno eligió bailar. “Estábamos yendo a la función de prensa de Viuda e Hijas. Nico estaba trabajando conmigo en un espectáculo. Salíamos de un ensayo, llegamos medio corriendo, pero llegamos. Y al salir, de verdad, fue impresionante”, relató. Su voz osciló entre la bronca y el cansancio. “¿Cuánto habrá durado esto? ¿Unos quince minutos? Y eran, no sé, siete, ocho hombres con cámaras”, precisó.

Cuando terminó la obra, me abordaron, dije que no quería, no quería dar notas, pero se los dije y estuve ahí. No me escapé”, continuó. Relató cómo se acercó a saludar a colegas —Pepito Cibrián, Nora Cárpena y María Fernanda Callejón— intentando encontrar refugio entre caras conocidas. Pero el acoso no cedió. El recuerdo reciente de otros episodios la atravesó: “Me esperaron en la esquina de mi casa, cuando estaba por cruzar la calle con el perro, lo editaron de un modo tendencioso”, señaló, recordando un suceso anterior.

Mientras Nanni le aconsejaba irse, Milone eligió lo contrario. “Decidí esperar a que se fueran ellos, a ver si me respetaban, porque no es no”, sostuvo. Cada intento de zafar se estrelló contra la insistencia, la suya y la ajena. La artista buscó todos los registros posibles: sonrió, abrazó, intentó bromear, hasta improvisó “un sobreagudo para descontracturar”. Pero la incomodidad nunca la abandonó: “Siento palpitaciones, siento miedo, siento tristeza, quiero llorar, pienso si lloro, para peor, trato de ser simpática y no me sale, me angustio, me desespero”.

El relato se hizo confesión. Según su postura, la prensa persigue, exige declaraciones, desoye la negativa. Cada justificación es una carga extra: “Porque lo vivimos juntos, porque estamos yendo hacia un lugar que tiene que ver con lo artístico, que tiene que ver con la creación. Y realmente es una decisión no dar notas a gente que no le intereso como artista, que no le interesa en absoluto”.

“Siempre nos va bien en Café La Humedad y lo llenamos. Eso no lo cuentan porque no les interesa”, reclamó. . El hastío con los medios se nutre de años de desencuentros, argumentando que sus hitos profesionales fueron omitidos por la prensa. “No te ofrecen hablar para que vos cuentes tus espectáculos y estés espléndida”.

En el video, compartió el momento límite: un cronista sentenció: “Estás liberada, ya está”. Milone recogió ese dardo con ironía y rabia: “Reconoce que yo estaba absolutamente abusada, absolutamente acorralada. Lo reconoce el verdugo, porque si no, no estaría liberada”.

Milone contó que eligió hablar para buscar generar empatía ante estas situaciones. “Me trataron de loca. No voy a ir a programas donde me difamaron y no voy a hacer móviles de este tipo y resisto archivo. Yo resisto un archivo y no estoy loca. Lo que les molesta es mi cordura. Lo que les molesta es mi coherencia”.