En “Otro día perdido” (Eltrece), Mario Pergolini se topó con un momento inédito y desconcertante cuando la periodista Agustina Kämpfer, invitada al programa, le lanzó, sin rodeos, la propuesta de probar cápsulas hechas con su placenta. La conversación había comenzado relajada, hablando de esas cosas que se hacen o se piden en el parto, hasta que Kämpfer dejó caer la pregunta filosa: “¿Comiste placenta alguna vez?” A lo que Pergolini, entre risas nerviosas, le contestó seco: “Nadie come placenta, Agustina”.
En medio del revuelo, Agustín Aristarain (Rada) y Laila Roth, sus coequipers, aprovecharon para meter ficha y sumar datos de famosos: “Jim Carrey si...”. Pero Pergolini seguía resistiendo y buscando una salida: “No entiendo para qué…”.
Kämpfer, insistente y tranquila, fue clara. Entre risas, le dijo: “Te vas a ir re bien nutrido de esta nota”. Y enseguida remató con una nueva invitación: “¿Te gustaría probar?” A esta altura, Pergolini ya era toda una expresión corporal incómoda, con la mirada cruzada y respuestas evasivas, pero la tensión seguía subiendo.
Entre chistes y cargadas, la conversación seguía girando en torno a la placenta, la experiencia de Kämpfer y la propuesta. Kämpfer, por su parte, dejó claro que no era una broma: “Te estoy dando lo más sagrado que tengo”.

La presión crecía y se notaba la mezcla de nervios y morbo, sobre todo cuando Kämpfer lo acorraló con el famoso juego de adivinar “en qué mano está” la cápsula: “Si te toca la pastilla verde a lo Matrix la tendrás que consumir”. Pergolini, entre la risa y el miedo, llegó a decir “Te juro que estoy transpirando”, y ella lo pinchó al toque: “Es un buen síntoma. Porque eliminás toxinas”.
La escena terminó con Mario perdiendo el desafío y acusando a Kämpfer de trampa. Pero a regañadientes, terminó mostrándose como buen sujeto de laboratorio: “Me gustaría hacer lo siguiente. Me lo llevo a casa y prometo filmarlo”, intentó negociar el cierre del reto. Pero Kämpfer se plantó: “No, no, no”. Al final, Pergolini aceptó.
Después del nacimiento de su hijo Juan, explicó Agustina Kämpfer, eligió vivir un proceso poco convencional y decidió pedirle al equipo médico que le guardara la placenta en el parto. “Cuando sacan la placenta, le pedís al equipo médico que te la guarde, porque hay otro equipo, generalmente mujeres, doulas, muy vinculadas a la medicina alternativa natural”, explicó.
El parto en sí, recordó, fue marcado por contratiempos y cambios de última hora. Kämpfer recordó: “Ay, mirá, fue casi tener dos partos y un solo hijo porque estuve ocho horas tremendas, un tren fantasma tratando de parir con mucho dolor. No pude, fue un espanto, pedía a los gritos que me lo saquen”. Este contexto sirvió también para mostrar la naturalidad con la que se refirió al vínculo con el padre de Juan: “Nunca fuimos pareja, sino amigos”, dijo, cortando cualquier especulación en el aire.
La periodista relató que, una vez afuera, la placenta fue entregada a una agrupación conocida como Guardianas del Origen, encargadas de recolectarla y procesarla para distintos usos y obtener diferentes productos y objetos. Uno de los procedimientos más particulares que describió Kämpfer consistió en realizar impresiones artísticas: “En unas láminas de papel, la placenta parece tener forma de un árbol… Es el árbol de la vida, claro. Entonces imprimen con la sangre de la placenta en varias láminas”. Explicó que ella misma cuenta con cinco cuadros, cada uno con distinta cantidad de sangre, como una especie de secuencia o registro artístico del momento.

El destino de la placenta incluyó, según su relato, la elaboración de cápsulas, tinturas madre, cremas y objetos simbólicos. Detalló que, al cabo de unos días, las Guardianas del Origen le devolvieron todo aquello ya procesado: “Te traen las láminas, una tintura madre, que son como unas flores de Bach, unas pastillas, una cremita y un tamborcito que tiene la parte de tocar el tambor hecho con la placenta…”.
En medio de detalles técnicos y anécdotas, Kämpfer compartió también una historia doméstica: reconoció que por “procrastinar” no llegó a avisar a la empleada de su casa sobre la placenta que estaba guardada en la heladera del quincho, y que un día dejó de estar: “Quizás la tiró porque vio algo medio en un estado raro y lo tiró. Quizás lo comimos, quizá lo comió ella. Nunca le pregunté”.
El momento cumbre del programa se vivió con mezcla de sorpresa y nervios. Hacia el cierre del bloque, Mario Pergolini presentó a Marcos Apud como invitado especial en el estudio. Descrito como experto en biohacking, Apud dio una perspectiva más científica sobre las prácticas mencionadas por Kämpfer, en especial el consumo de placenta y la creencia en sus potenciales beneficios. Apud explicó que el biohacking consiste en modificar hábitos cotidianos —alimentación, sueño, actividad física y manejo del estrés— para volver “al origen” y recuperar la conexión con nuestra biología.
Al escuchar la experiencia de Kämpfer y la propuesta de experimentar con la placenta, se mostró abierto y la relacionó con la filosofía del biohacker: “El primer precepto es usar tu organismo como tu propio laboratorio”. Y se tomó la cápsula de placenta con agua de mar... al mismo tiempo que lo hizo Pergolini.
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