
Una advertencia técnica está ganando espacio entre fabricantes, mecánicos especializados y expertos en electrónica automotriz: no es recomendable conectar cualquier dispositivo al puerto USB integrado en el coche.
Aunque estos puertos se han convertido en estándar en prácticamente todos los vehículos nuevos, no todos están diseñados para soportar los mismos consumos eléctricos, y el uso inadecuado podría generar daños tanto en la batería del teléfono como en la del propio automóvil. La recomendación —que ya circula en talleres, foros técnicos y publicaciones de seguridad— apunta a un hábito aparentemente inocente, pero que puede generar consecuencias costosas.
La discusión cobra relevancia ahora que el volumen de accesorios y equipos portátiles ha crecido. En el mismo lugar donde muchos conductores conectan sus celulares para usar Apple CarPlay o Android Auto, también solemos conectar tablets, consolas portátiles o más de un smartphone simultáneamente. Y ahí está el problema, no todos los puertos del auto están preparados para suministrar la energía que estos equipos demandan.

Diferencias de potencia, la raíz del riesgo
La industria automotriz ha incorporado puertos USB desde hace años, pero no todos son iguales. Muchos autos de gama media llegan al mercado con USB estándar (2.0 o 3.0), formatos que fueron creados originalmente para transferencia de datos, no para cargas rápidas. Los USB 2.0 ofrecen 5 V con una intensidad de 500 mA, mientras que los USB 3.0 pueden llegar a 900 mA. Es decir, entre 2,5 W y 4,5 W.
Ese nivel puede servir para mantener un teléfono mientras reproduce música o mientras se ejecuta un sistema de navegación, pero no para alimentar equipos de alto consumo. Si un usuario conecta directamente un dispositivo que exige más energía —como una tablet moderna o un smartphone con carga rápida— el auto no será capaz de compensar la diferencia, lo que puede hacer que la batería del teléfono se degrade y que el sistema eléctrico del vehículo quede forzado.
La presencia del Power Delivery cambia todo
Otra de las claves tecnológicas de este debate tiene nombre concreto: USB Power Delivery (PD), un estándar que no solo permite cargado rápido, sino que modifica el voltaje según lo que cada dispositivo necesita. Esa tecnología puede manejar hasta 20 V y corrientes de 5 A, lo que permite cargas de hasta 240 W.

Pero solo funciona de forma segura cuando el automóvil incorpora esta compatibilidad. Si el auto no está preparado y el usuario conecta un dispositivo que sí lo está, los riesgos aumentan porque el teléfono intentará “pedir” más energía de la que el auto puede entregar.
Los técnicos coinciden, en los vehículos sin Power Delivery integrado, lo más seguro es evitar conectar teléfonos con carga rápida directamente al puerto del vehículo.
La recomendación más segura
La solución propuesta por los especialistas es sencilla y barata: usar un adaptador para el conector del encendedor del auto (mechero). Esos adaptadores están preparados para gestionar mayor potencia. Muchos vienen etiquetados con potencias de 12 W, 18 W o incluso 45 W, y sí son compatibles con tecnologías como QuickCharge o Power Delivery.
En esas condiciones, la energía proviene del sistema eléctrico principal del vehículo —el mismo que alimenta accesorios como el aire acondicionado— y no se fuerza el puerto de datos del tablero.

Un hábito cotidiano que merece reevaluarse
Para el usuario promedio, conectar un cable USB en el auto se ha vuelto tan natural como cambiar de estación en la radio. Pero las tecnologías han cambiado y los consumos se multiplicaron.
El teléfono moderno ya no es un accesorio liviano: es un equipo de cómputo que exige potencia para sostener pantalla, IA integrada, cámaras, apps y transmisión de datos.
Por eso los expertos concluyen: cargar el celular en el auto no es peligroso en sí mismo. El riesgo está en dónde se hace. Los puertos USB del tablero no fueron diseñados para soportar todo. El encendedor del auto —con un adaptador adecuado— sí.
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