
Noland Arbaugh fue la primera persona en implantarse un chip de Neuralink, empresa creada por Elon Musk, como parte de los experimentos para entender los alcances de esta tecnología. Meses después de tener el dispositivo en su cerebro, se presentaron los primeros fallos.
El objetivo de este avance es permitir que las personas puedan controlar, con su mente, diferentes dispositivos. De esta forma, este primer paciente fue capaz de manejar su computador, disfrutar de videojuegos, entre otras cosas. Una situación que puede cambiar tras los primeros inconvenientes.
Cuál fue el fallo que afectó al paciente de Neuralink
Más de 400 días después de la cirugía, Neuralink y el propio Arbaugh informaron de la situación. El sofisticado sistema empezó a mostrar problemas poco más de un mes después de la implantación.
De acuerdo con la compañía y declaraciones del propio paciente, el 85% de los electrodos que deberían permanecer fijados al cráneo se desprendieron, provocando una pérdida sustancial en la capacidad de controlar la computadora por pensamientos.

Las primeras hipótesis descartaron un defecto en el sistema eléctrico del chip. El origen del problema radicó en un detalle biológico que desafió la planificación: el tejido cerebral cicatrizó mucho más lento de lo esperado, lo que permitió movimientos indeseados de los cables implantados.
Al no estar correctamente firmes, los hilos quedaron parcialmente inservibles, dificultando la transmisión estable de señales entre el cerebro y la máquina.
A pesar de la frustración, Arbaugh mantuvo una postura positiva. “Sabía que si todo salía bien, podía ayudar siendo participante de Neuralink. Si ocurría algo terrible, aprenderían de ello”, expresó.
Qué efecto ha tenido este fallo en su vida
El fallo en el hardware del chip supuso para Arbaugh una vuelta parcial a la dependencia de la que había intentado escapar. La pérdida de control cerebral sobre el ordenador significó para él afrontar de nuevo la dura realidad de la discapacidad —la dificultad de vivir sin privacidad y sin capacidad de gestionar aspectos simples de la vida cotidiana—, una experiencia que él mismo describió como “un aprendizaje brutal”.

Los ingenieros de Neuralink, tras identificar el problema, ajustaron el software y en algún momento lograron restaurar parte de la funcionalidad del sistema, mejorando la comunicación entre el chip y el cerebro, aunque los desafíos físicos subsistieron.
En paralelo a la recuperación parcial, el caso de Arbaugh encendió alertas sobre los límites de las actuales interfaces cerebro-computadora y evidenció la necesidad de repensar tanto la integración de materiales en el entorno biológico como el acompañamiento posterior a la cirugía.
A pesar de las dificultades, Arbaugh ha manifestado su voluntad de continuar adelante con el experimento, insistiendo en que su motivación principal nunca fue ni Elon Musk ni el reconocimiento personal, sino el aporte a la ciencia y el desarrollo de nuevas soluciones. “Quería ayudar, aun si eso implicaba enfrentar fracasos”, aseguró.
El protocolo contempla que el paciente mantenga el chip un máximo de cinco o seis años. Durante ese tiempo, seguirá bajo estrictos controles médicos y pruebas periódicas para evaluar los efectos a largo plazo del sistema y las posibilidades de perfeccionarlo o sustituirlo por una versión mejorada.

Cómo fue el proceso para poner un chip en el cerebro
En enero de 2024, Neuralink realizó el implante de un microchip en el cerebro de Noland Arbaugh, quien llevaba más de ocho años paralizado tras sufrir un accidente de tráfico en 2016.
Su testimonio tras la operación transmitía optimismo y renovación: “Neuralink me cambió la vida y me devolvió aspectos de esta que pensaba que había perdido para siempre”, declaró.
Con tan solo 30 años, Arbaugh se transformó en pionero de una tecnología que prometía revolucionar la autonomía y la calidad de vida de quienes han quedado atrapados por la parálisis.
Antes de someterse a la cirugía, el hombre describía una existencia plagada de dependencias y frustraciones: “Simplemente no tienes control, ni privacidad, y es duro. Tienes que aprender que dependes de otras personas para todo”, relató en una entrevista.

El dispositivo implantado consiste en un chip de aproximadamente 23 mm de diámetro y 8 mm de grosor, con 1.024 electrodos distribuidos en hilos ultrafinos y sumamente flexibles. Un robot quirúrgico especializado se encarga de insertar estos cables en áreas precisas del cerebro, logrando posicionar hasta seis hilos por minuto con precisión milimétrica.
La función del sistema es detectar las señales eléctricas emitidas por las neuronas cuando Arbaugh se imagina realizando movimientos, como si deseara mover un dedo o hablar. Estas señales, una vez procesadas por inteligencia artificial, se transmiten de forma inalámbrica a una computadora para controlar interfaces como cursores o teclados virtuales.
Durante los primeros días, el éxito parecía completo. Noland pudo volver a escribir, navegar por internet y retomar pasatiempos que creía para siempre vedados, como jugar al ajedrez y videojuegos con sus amigos. “Crecí jugando videojuegos”, afirmó.
Volver a vencer a sus amigos en este terreno se convirtió en una señal tangible del alcance de la tecnología y de la capacidad humana para sobreponerse a tragedias. Un panorama que cambio con el fallo reciente, pero que hace parte de esta investigación.
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