La empleada doméstica Rosalía Paniagua admitió, este miércoles, ante los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal N° 4 de San Isidro que ahorcó y asesinó a Roberto Wolfenson Band, su empleador, en el country La Delfina de Pilar. Infobae accedió a la confesión completa de la acusada por “robo calificado por el uso de arma en forma impropia en concurso real con homicidio criminis causa”.
“Ahora voy a declarar la verdad, porque yo antes no había declarado la verdad por miedo”, comenzó Paniagua durante su declaración, en la que también dijo que la disputa con Wolfenson se desató cuando este la encontró robando un celular y le avisó: “Te voy a denunciar”.
En ese momento, la mujer recordó que se trenzaron en lucha. Narró que le pegó primero un cabezazo, que lo tiró al piso, que después le dio una patada en el pecho y que, con un colgante, lo ahorcó y se fue.
Acorralada por la prueba, Paniagua realtó que utilizó un lazo para asfixiar a Wolfenson y provocarle la muerte. De hecho, los resultados de la autopsia al cuerpo revelaron que había ADN de la mujer debajo de las uñas de la víctima.
De todo lo que dijo Paniagua ante los jueces este miércoles, lo único que no convenció a la acusación fue que la mujer alegó que le robó el celular a la víctima porque la esposa de Wolfenson se lo pidió: “Para ver en qué andaba”, dijo ante los magistrados. Fuentes del caso aseguraron a este medio que “todos creen que eso en particular es mentira”. Como acusada, no está obligada a decir la verdad.
Paniagua, además, aseguró que no tenía intenciones de matar: “No me di cuenta, no planeé, no tenía en la cabeza matar a alguien porque se trata de una vida. Y si yo por eso tengo que pagar, voy a tener que pagar porque sí, se trata de una vida”.
“Sí, reconozco mi error, reconozco lo que hice, porque yo sé que no tiene perdón. Y me gustaría pedirle perdón a los hijos, pero yo sé que no tengo perdón, porque... Sí, yo tengo la culpa. Yo tengo la culpa, porque aunque no fue mi intención matarlo, aunque no fue mi intención robarle, se trata de una vida. Y por culpa de mi error, por un simple celular, estoy separada de la persona más inmensa de mi vida”, lamentó.
El juicio
El juicio oral contra la empleada doméstica de nacionalidad paraguaya acusada del robo y asesinato de Wolfenson comenzó este lunes. El homicidio ocurrió el 22 de febrero de 2024, cuando el cuerpo del ingeniero fue hallado por su profesor de piano en uno de los dormitorios del country La Delfina.
De acuerdo con la investigación que encabezó el fiscal Germán Camafreita, Paniagua aprovechó su acceso como empleada doméstica para sustraer dinero y objetos de valor, que posteriormente fueron hallados en su domicilio, y lo mató con el fin de garantizar su impunidad.

Justamente, un dato que no fue ajeno a los investigadores fue que ese 22 de febrero, cuando las autoridades arribaron al lugar del crimen, observaron que las cerraduras no estaban forzadas y la casa estaba intacta.
Y la única que se sabía que había estado en la casa era Paniagua: había ingresado a la vivienda durante su horario habitual de trabajo —entre las 8 y las 13— y, en algún momento anterior a las 13.53, se apoderó de un teléfono celular, un parlante bluetooth, un cuchillo de cocina, un candelabro de bronce tipo Menorah, varios guantes de limpieza y joyas de plata, además de una suma estimada en $900.000 y USD 300.
En esa franja horaria, las cámaras del country registraron su salida del barrio; su mochila no fue revisada. Posteriormente, tomó un colectivo y se trasladó hasta la estación de tren de Presidente Derqui, movimientos que quedaron documentados por los registros de geolocalización y las cámaras de seguridad de la zona.

El teléfono de Wolfenson dejó de emitir señal tras la salida de la empleada del barrio, y “fue visto en poder de Paniagua en las cámaras de la estación de tren de Presidente Derqui, donde intentó manipularlo y finalmente extrajo el chip. El mismo aparato fue ofrecido a la venta por la pareja de la acusada, según declaró un vecino”, tal como se describe en el expediente.
A su vez, el candelabro robado fue vendido en un local de compra de metales, cuyo propietario reconoció luego la pieza.
Pero el trabajo de la perito criminalística Débora Paula Albornoz fue clave: “No existen indicios de la participación de un coimputado o una tercera persona, además del Sr. Wolfenson y la Sra. Paniagua. Entiendo que hubo lucha, ya que los cabellos que se recolectaron en el lugar del hecho son cabellos que se desprendieron por una lucha o forcejeo”. Y añadió: “No son compatibles con el desprendimiento normal o natural de una caída de cabello”.
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