
El nombre de “Varones Unidos” trascendió casi al mismo tiempo que se conoció la noticia del doble femicidio ocurrido el sábado por la mañana en la localidad cordobesa de Villa Serrana. Es que el principal sospechoso de haber cometido el crimen de Luna Giardina (24) y su madre, Mariel Zamudio (50), militaba para esta agrupación dedicada a “generar un diálogo real y representativo, donde se respete a la verdad, y en el que estén incluidas las perspectivas de ambos sexos”, de acuerdo con la propia presentación del espacio.
El movimiento, del que Pablo Laurta participaba activamente, sostiene como eje su postura frente a la política de género y la defensa de los derechos de los varones. En el sitio oficial de la agrupación, argumentan que existe la necesidad de “incorporar la perspectiva masculina a las discusiones de género”, ya que, según creen, “las mismas actualmente dejan de lado graves problemáticas que afectan mayormente o con características especiales al sexo masculino: suicidios, fraude parental, aislamiento social, discriminación judicial, pornografía, misandria, indigencia, accidentalidad laboral, entre otras”. Desde la organización, plantean que resulta clave abrir el debate para considerar “problemáticas masculinas” que —siempre en línea con sus planteos— suelen quedar invisibilizadas.
A Laurta lo atraparon este domingo por la tarde en Gualeguaychú, Entre Ríos, y las autoridades sospechaban que su destino final era Uruguay, de donde es oriundo. Iba acompañado de su hijo de cinco años, identificado con las iniciales P. T. L., a quien buscaban intensamente tras el hallazgo de los cuerpos sin vida de la mamá y abuela del nene, en una vivienda de la calle San Pedro Toyos y Chimu, en Córdoba. Según confirmaron fuentes del caso a Infobae, el menor se encontraba en buenas condiciones de salud.
Según especifica en su página web, el movimiento busca “generar un diálogo real y representativo, donde se respete a la verdad, y en el que estén incluidas las perspectivas de ambos sexos”. Quienes forman parte de esta agrupación consideran a “la feminidad como complemento natural de la esencia masculina” y enfatizan que se consideran “tan iguales en valor como distintos”.
El grupo tiene una serie de objetivos, entre los que figura el “desarrollo de la #MasculinidadPositiva”, un concepto que, tal como plantean, apunta a “modelos positivos que puedan servir de ejemplo a niños y jóvenes para desarrollarse como hombres y enfrentar los desafíos de la masculinidad convirtiéndose en una fuerza positiva para su entorno”.
Otro eje señalado en sus postulados es la defensa de los derechos humanos de la población masculina. De acuerdo a lo expresado, buscan “luchar contra la promoción del odio a los varones, y la implementación de políticas abusivas, predatorias o discriminatorias contra el varón”. Como tercer objetivo, figura la “visibilización de las problemáticas masculinas”, intentando introducirlas en el debate público. En cuarto lugar, suman su interés en la “mejora de las relaciones en familias y parejas”, priorizando la fraternidad entre hombres y mujeres.
En cuanto a sus valores, Varones Unidos se enmarca en conceptos de “tolerancia”, “integridad intelectual”, “equidad real” y “libertad de pensamiento y expresión”, y entre los postulados, subraya que “rechaza cualquier declaración que sugiera la superioridad de un colectivo de personas sobre otro en base a su identidad u orientación sexual”.
Por su parte, el acusado —quien había sido denunciado por quien fuera su pareja y víctima del crimen, Luna Giardino- se presentaba en redes sociales como un “militante anti-feminista” y un empresario de medios digitales. Había expuesto su caso en la web de Varones Unidos en donde hablaba de la disputa que mantenía con la víctima, por la tenencia del menor. “Cómo la Justicia feminista de Córdoba mantiene a un niño secuestrado en Argentina en un contexto de extorsiones y explotación infantil”, titulaba el artículo subido a la solapa de Casos.

En tanto, Giardino había expresado respecto a su relación con el sospechoso: “Desde que comenzamos la relación, me manipula y me obliga a hacer cosas que yo no quiero, como tener relaciones sexuales cuando yo no quería, a ir a Uruguay cuando yo no quería, no me dejaba tener redes sociales, no me dejaba tener celular y no me dejaba trabajar”.
“Me echa la culpa de que mi hijo es caprichoso porque yo lo consiento, y que no puedo emitir opiniones respecto a la crianza de mi hijo, no me deja comprar ropa, no me da dinero para que pueda comprarme lo que yo quiera, y dice que yo malgasto el dinero", añadió. El relato contaba también que “desde que estamos en pareja, cuando yo estaba embarazada, me quise separar porque él me insultaba todo el tiempo, me pegaba cachetadas que él decía que no eran golpes porque según él ‘no eran tan fuertes’, e incluso discutimos sobre el nombre que pondríamos a nuestro hijo, y lo eligió él, yo no pude decidir. Luego que nació mi hijo, decidió realizar un ADN porque decía que el niño no era su hijo, pero el resultado fue positivo”.
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