
Esa noche, Suzana Quenta Mamani decidió presentar a su familia a su nuevo novio, Richard Fernando Huanca Mamani, un trabajador del rubro textil, de 34 años y nacionalidad boliviana, como ella. Era 3 de mayo de 2024 y habían organizado un asado en la casa familiar de Villa Celina, en el partido bonaerense de La Matanza. La mujer, de 38 años, llegó con él, lo hizo pasar, compartieron algo de comida y bebidas, y más tarde se fueron juntos. Esa fue la última vez que sus seres queridos la vieron con vida.
A partir de allí comenzó una búsqueda desesperada que terminó de la peor manera: dos días después, Suzana fue hallada asesinada en la pieza que alquilaba su pareja. Estaba semidesnuda, con golpes en el cuerpo y había sido estrangulada con una corbata.
Esta semana, el autor del crimen, Huanca Mamani, fue condenado a prisión perpetua por el Tribunal en lo Criminal N°1 de La Matanza, que lo encontró culpable del delito de homicidio doblemente agravado: por haber sido cometido contra una mujer con quien mantenía una relación de pareja y mediando violencia de género. Así surge del fallo judicial al que accedió Infobae.

El horroroso caso sucedió hace un año. La familia de Suzana se había reunido para comer un asado con motivo de celebrar el Día del Trabajador, que había caído a mitad de semana. Durante la tarde, ella les dijo que estaba con Fernando —como lo llamaba a Huanca Mamani— y que quería presentarlo. Ambos se habían conocido unos meses antes e iniciaron una relación.
Uno de sus hermanos no estaba muy convencido de dejarlo entrar, pero Suzana insistió. Finalmente, el hombre estuvo un rato, se fue y volvió más tarde. Cerca de las diez de la noche, la víctima se retiró con él. Nunca regresó.
Su familia comenzó a preocuparse al día siguiente. No respondía los mensajes ni las llamadas. Estaban especialmente angustiados porque Suzana tenía una hija de 5 años que la estaba esperando. Sin novedades, decidieron buscarla por su cuenta.
Uno de sus hermanos y su esposa se contactaron con el femicida, quien al principio dijo que Suzana se había ido con otra persona, un tal Erik, algo que luego comprobaron que era falso. Entonces, los familiares volvieron a llamar a Huanca Mamani, quien en esa segunda ocasión les prometió enviar la ubicación de su pieza, pero nunca lo hizo. Cuando apagó su celular, la preocupación se volvió desesperación.
La familia logró averiguar, preguntando casa por casa, dónde vivía el acusado. Finalmente, el domingo 5, dos días después de haberla visto por última vez, dieron con un edificio de habitaciones en la calle Caaguazú al 2600, a cinco cuadras de la vivienda de la víctima.

Les abrieron la puerta y, al forzar la entrada de la habitación donde él alquilaba, encontraron el cuerpo de Suzana. Estaba tendida boca abajo sobre un colchón, con la cabeza golpeada, el rostro hinchado, signos de violencia en el cuello y la ropa interior bajada. El olor era penetrante. Llamaron a la Policía y médicos constataron su muerte.
Según el parte policial elaborado esa misma jornada, la víctima estaba sin vida desde hacía entre 24 y 48 horas. Los efectivos inspeccionaron el lugar, que lucía desordenado, con varias botellas de cerveza tiradas en el suelo. Los agentes incautaron un teléfono celular, una corbata roja, prendas de vestir y documentación.
El sospechoso, por su parte, se había fugado. Finalmente, fue detenido al día siguiente en un bar de la zona, ubicado en la calle Pío X al 1200. Desde entonces permanece preso. Según declaró un testigo, al momento del arresto Huanca Mamani dijo espontáneamente: “Se me pasó la mano”.

De acuerdo con el fallo condenatorio, durante el juicio se acreditó que el acusado ejercía violencia de género sobre Suzana y que había intentado fugarse del país. Incluso, antes de que encontraran el cuerpo, había pedido dinero —cien mil pesos— a su empleador con la supuesta excusa de que había muerto un familiar suyo en Bolivia y necesitaba viajar.
También se supo a través de los testimonios que, en una ocasión anterior, la víctima había aparecido con un moretón producto de una agresión de Huanca Mamani.
La autopsia confirmó que Suzana murió por asfixia mecánica: fue estrangulada con una corbata roja, que coincidía con una que el acusado solía usar y que fue hallada en el lugar.
El perito que realizó la autopsia señaló lesiones en el cuello, fractura del hueso hioides, hematomas en el cuero cabelludo y en los labios, y una lesión en la zona genital; todas heridas compatibles con un ataque violento. Los análisis genéticos confirmaron la presencia del ADN de Huanca Mamani en la víctima y en la corbata con la que fue asesinada.

Cuando declaró en el juicio, el acusado intentó desligarse de responsabilidad, pero sus palabras no convencieron a los jueces. Según la resolución, evitó dar precisiones sobre fechas y hechos relevantes, incurrió en contradicciones y su testimonio fue calificado como vacío y sin respaldo en la prueba reunida. Los magistrados concluyeron que solo buscaba exculparse sin aportar elementos concretos.
Durante el proceso, además, la defensa intentó que se declarara inconstitucional la pena de prisión perpetua, argumentando que no permitía la reinserción del condenado. También intentaron plantear que la muerte fue producto de un juego sexual consensuado que terminó mal.
Ambos planteos fueron rechazados. En la evaluación de los jueces, la prueba era contundente: no había dudas de que fue un homicidio doloso, cometido con intención de matar y en un contexto de violencia de género. Así, el TOC N°1 condenó a Huanca Mamani a prisión perpetua por femicidio.

En el juicio, la familia de la víctima fue representada por los abogados Hugo López Carribero y Lisandro Damonte, quienes celebraron la decisión del tribunal.
“El fallo de los jueces es impecable y ejemplar, tendiente a enviar a la cárcel a un asesino de sangre fría, y para honrar la memoria de la víctima, y el respeto de sus familiares”, destacó López Carribero.
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