
El juego y el amor se mezclan en un verso desgarrador. Una apuesta que se pierde por poco y esa mujer que hace que el corazón del hombre que la evoca se parta en mil pedazos por un desengaño, terminan confluyendo en la letra de Por una cabeza, el tango de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera que se convirtió en un referente del género a nivel mundial.
Corría el año 1934. El Zorzal Criollo estaba abocado a su carrera cinematográfica. Quería conquistar Hollywood. Y estaba por rodar la película Tango Bar, del director norteamericano John Reinhardt, para la que quería componer un tema que quedara marcado para siempre en la historia. Pero, según había confesado en varias entrevistas, no sabía escribir música. Así que, cuando una melodía empezaba a dar vueltas por su mente, lo que hacía era memorizarla hasta poder compartirla con alguien que sí pudiera plasmarla en un pentagrama. Y eso fue lo que sucedió.
Apasionado por las carreras de caballos, Carlitos se inspiró para el título de este tema en una experiencia personal. Y es que el caballo que tenía como favorito, lo que en el mundo del turf se llama “una fija”, había perdido en el tramo final de la pista. Es decir que lo había hecho mantener la ilusión hasta el final, para luego dejarlo con una sensación de fracaso. Y, consecuentemente, también con sus arcas vacías.
Pero al tango que estaba buscando no podía faltarle una desilusión sentimental. Y en un parangón difícil de imaginar para alguien que no entienda al mundo “burrero”, se mezcla la decisión de no volver a apostar en el juego, con la de no volver a confiar en el amor. O sí. “Por una cabeza, de un noble potrillo, que justo en la raya afloja al llegar. Y que al regresar, parece decir, no olvides hermano vos sabés, no hay que jugar. Por una cabeza, metejón de un día, de aquella coqueta y risueña mujer. Que al jurar sonriendo el amor que está mintiendo, quema en una hoguera, todo mi querer”, comienza la letra de la canción escrita por Le Pera.

Dicen que el reloj marcaba las 3 de la madrugada cuando Gardel decidió llamar a su amigo Terig Tucci, para decirle que ya había encontrado la música para este tema. “Che, viejo, acabo de encontrar una melodía macanuda para el tango Por una cabeza”, le dijo. El director de orquesta, algo dormido, lo oyó tararear del otro lado de la línea sin dar crédito a lo que estaba escuchando. Nada le llamaba tanto la atención como para desvelarse. Pero Carlitos parecía demasiado seguro de lo que se traía entre manos.
“Por una cabeza, todas las locuras. Su boca que besa, borra la tristeza, calma la amargura. Por una cabeza, si ella me olvida. ¡Qué importa perderme, mil veces la vida, para qué vivir!”, continúa el tema en cuestión. Y la música ideada por el Morocho del Abasto lo acompaña a la perfección. Aunque, a decir verdad, hubo quienes lo acusaron de plagio... Uno de los mayores plagios del mundo.
Sucede que esos compaces inconfundibles que, inmediatamente, remiten al tango de Gardel y Le Pera, resultan muy parecidos a los de un pequeño tramo de Rondó en Do mayor para violín y orquesta, una extensa pieza de Wolfgang Amadeus Mozart de fines de 1782. ¿Puede ser que Carlitos se haya inspirado en esta melodía para su composición? ¿O que la haya tenido en guardada en su subconsciente y la haya utilizado sin tener registro de ello? Porque, a decir verdad, hay quienes con su oído afilado aseguran que entre una y otra obra, en realidad, no hay ninguna coincidencia.
Lo cierto es que el tema se grabó con la inconfundible voz del Zorzal Criollo. Y el film para el que había sido creada se rodó como estaba previsto, en febrero de 1935 en los estudios de Nueva York. Pero luego, ocurrió la tragedia que nadie esperaba. El 24 de junio de ese año, el avión en que viajaban Gardel y Le Pera, junto al resto de sus colaboradores, sufrió un accidente mientras intentaba despegar del aeropuerto de Medellín, en Colombia. En él perdieron la vida 17 personas entre las que se encontraban el cantor, su letrista, los guitarristas Guillermo Barbieri y Ángel Riverol, el secretario y técnico de sonido José Corpas Moreno y el agente de prensa Alfredo Azzaff.
Tango Bar, finalmente, terminó siendo la película póstuma de Gardel. Fue estrenada el 5 de julio de 1935, en Nueva York. En Buenos Aires, en tanto, llegó a las pantallas de los cines el 22 de agosto de ese mismo año, cuando sus seguidores todavía estaban tratando de elaborar el duelo por su prematura muerte. Pero el film, y especialmente el tema que el Morocho del Abasto aparece cantando en la cubierta de un barco en una de las primeras escenas, sin lugar a dudas quedó para la historia como él pretendía.
“Cuántos desengaños, por una cabeza. Yo juré mil veces no vuelvo a insistir. Pero si un mirar me hiere al pasar, su boca de fuego otra vez quiero besar. Basta de carreras, se acabó la timba, un final reñido ya no vuelvo a ver. Pero si algún pingo llega a ser fija el domingo, yo me juego entero. ¡Qué le voy a hacer!“, termina la letra de esa pieza. Pieza que muchos años más tarde, en 1992, quedó inmortalizada en la película Perfume de mujer, de Martin Brest, donde el personaje de Al Pacino la baila a ciegas en su versión instrumental, dejando en claro que es uno de los tangos más icónicos del Río de la Plata, junto a La Cumparsita y Caminito.
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