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Doctor Hawley Harvey Crippen
Doctor Hawley Harvey Crippen

Henry George Kendall, capitán del SS Montrose, tenía dos grandes pasiones. Una de ellas era navegar; la otra, leer novelas policiales, especialmente las protagonizadas por Sherlock Holmes. Tanto, que cada vez que llegaba a un puerto inglés averiguaba si ya se había publicado una nueva entrega de la saga de ese detective tan lógico como excéntrico creado por su compatriota Sir Arthur Conan Doyle.

Capturado por el personaje, al capitán Kendall le gustaba aplicar su capacidad de observación con los pasajeros de su barco, tratando de descubrir algo de sus vidas más allá de las apariencias. Por eso, en julio de 1910, después de zarpar de Amberes, Bélgica, con destino a Canadá, no demoró en prestarle atención a dos de ellos, el señor Robinson y su hijo, según los papeles de embarque, a los que vio tomarse subrepticiamente de la mano una tarde mientras paseaban por la cubierta. Eso sí que era extraño. Intrigado, tomó la decisión de conversar con ellos, no para interrogarlos, que sería una descortesía, sino en modo small talk, como al pasar, como era costumbre que un capitán hiciera con los pasajeros.

Veinte años después de los hechos, en una entrevista cuya grabación está guardada en los archivos sonoros de la BBC de Londres, contó: “Vi a dos hombres que iban de la mano. Me acerqué y hablé con el hombre mayor. Me di cuenta de que en la nariz tenía la marca de llevar gafas y de que se acababa de afeitar”. El rostro del señor Robinson le resultó familiar, no porque lo hubiera visto antes, sino porque coincidía —si se le agregaban unos gruesos bigotes y un par de anteojos— con el de un criminal buscado por Scotland Yard cuya descripción había leído en un diario. Volvió a su cabina y releyó el artículo que, además de describir al hombre y relatar el crimen que había cometido, decía que había huido con una mujer, su secretaria. Se le ocurrió que si el supuesto hijo del señor Robinson era en realidad una mujer disfrazada podían ser ellos. Pero una cosa era suponerlo y otra comprobarlo. Necesitaba pruebas y el capital Kendall, ya puesto en la piel de Sherlock Holmes, decidió averiguar más.

El primer paso fue aprovechar la hora de la cena de los pasajeros para revisar su camarote, donde hizo un descubrimiento inquietante: en una de las valijas había un corpiño y varias bombachas de mujer. El segundo fue tratar de intimar un poco más con quiénes, a esa altura, ya no consideraba pasajeros sino sospechosos. “Fui al comedor, me senté a su lado y vi que los modales del chico en la mesa se parecían a los de una mujer. Más tarde me puse de espaldas a ellos y dije: ‘Señor Robinson’. Como me imaginaba, tuve que decir el nombre varias veces antes de que se diese la vuelta y me dijese: ‘Disculpe, capitán, no lo había oído’. Él era muy bien educado, tenía muy buenas maneras. Pero más tarde, en la cubierta, el viento le levantó la chaqueta y vi que llevaba un revólver. Desde ese momento, yo también llevé uno siempre encima”, se le escucha decir al marino con vocación de detective en la grabación de la BBC.

Después de eso, el capitán Kendall no tuvo dudas: el supuesto señor Robinson era en realidad el doctor Hawley Harvey Crippen y quien se hacía pasar por su hijo no podía ser otra que la señorita Ethel Le Neve, su secretaria y amante, buscados los dos por el asesinato de la legítima esposa del médico, la señora Cora Turner, cuyos restos la policía había encontrado enterrados en el sótano de su casa de Londres.

Con esa certeza, el émulo de Sherlock Holmes decidió tomar cartas en el asunto. Afortunadamente para él —y para desgracia de Crippen y Le Neve— el SS Montrose era uno de los pocos barcos en el mundo que estaba equipado con un artilugio inventado unos años antes: el telégrafo. Un dispositivo que permitía mandar mensajes codificados a larga distancia con señales eléctricas mediante comunicaciones de radio. Sin dudarlo, envió un mensaje en código morse a la central de Scotland Yard. Ignorantes de todo, el doctor Crippen y su amante seguían disfrutando del viaje.

Telégrafo utilizado para transmisiones en
Telégrafo utilizado para transmisiones en código morse

El asesinato de “Belle”

Nacido en Coldwater, Michigan, en 1862, poco se sabe de la vida de Hawley Harvey Crippen en los Estados Unidos. Apenas que se graduó de médico muy joven, que trabajó en la industria farmacéutica, que se casó y se separó de su mujer sin haber tenido hijos, y que contrajo segundas nupcias con Cora Turner, una artista de cabaret que actuaba bajo el nombre de “Belle Elmore”.

Por razones nunca aclaradas, dejó su país natal en 1900 para radicarse con Cora en Londres, en el número 39 de la calle de Hilldrop Crescent, donde abrió un consultorio dedicado a la medicina homeopática. Eran una pareja algo extraña, que llamaba la atención. “La gente decía de él que era tranquilo, educado, inteligente y amable, y que a ella le gustaba describirse como artista de ‘music hall’, el ambiente en el que había trabajado en los Estados Unidos. Aunque sí había afecto dentro del matrimonio, ninguno de los dos estaba interesado en tener una relación monógama. Al final, él se enamoró de su secretaria, Ethel Le Neve”, explica Cassie Watson Brookes, historiadora de medicina forense y crimen de la Universidad de Oxford.

Ethel Le Neve entró como secretaria en la vida de Crippen a principios de 1910 y apenas seis meses más tarde Cora desapareció de la casa y de los lugares que solía frecuentar. El médico explicó a algunos de sus allegados que la mujer había viajado a los Estados Unidos para visitar a un familiar enfermo. A otros, en cambio, les decía también que Cora había regresado a su país natal, pero siguiendo a un amante. En otras palabras, que lo había abandonado.

Al principio nadie sospechó, porque se sabía que era un matrimonio muy liberal en cuanto a la manera de llevar la pareja, pero las cosas cambiaron cuando Ethel, la secretaria, se mudó a la casa y empezó a utilizar joyas de Cora, algunas muy valiosas. Conociendo a la coqueta Belle Elmore era imposible que se hubiera ido de viaje sin llevárselas. Fue entonces cuando alguien denunció a la policía que la esposa de Crippen había desaparecido en extrañas circunstancias.

El caso quedó en manos de un inspector de apellido Dew que el 8 de julio se presentó en la casa de Crippen para interrogarlo. Lo recibió Le Neve, que se presentó como su secretaria solo para decirle que el doctor no estaba en ese momento. Una de las empleadas de la casa, Valentine Lecoq, contó después que cuando se fueron los detectives, “miss Le Neve subió a acostarse diciendo que se sentía enferma y al día siguiente vi que había llorado mucho. En cambio, el doctor Crippen se mostraba impasible”.

El 9 de julio, a la tarde, Crippen y Le Neve le enviaron un mensaje a Valentine. “No se alarme usted. Vamos al teatro y no volveremos a casa hasta muy tarde”, decía. Nunca volvieron. Pocos días después, la policía allanó la vivienda y encontró el cadáver mutilado de Cora debajo del piso del sótano. “El cuerpo de la víctima, horriblemente mutilado, es más bien un amasijo de arcilla y cal, en el que de cuando en cuando aparece una piltrafa de carne o un diente”, describió una crónica de esos días. La autopsia reveló que la habían muerto envenenada. Scotland Yard libró una orden de captura contra Crippen y Le Neve, a la que poco después se le agregó una recompensa de 250 libras esterlinas.

Cora Turner como Belle Elmore
Cora Turner como Belle Elmore

Capturado y sentenciado

El médico y su amante secretaria se habían esfumado. Se pudo reconstruir después que salieron de Londres la noche del 9 de julio, cruzaron al continente y se dirigieron a Amberes, donde se embarcaron en el SS Montrose rumbo a Canadá. El plan era que, una vez allí, seguirían hasta los Estados Unidos. Viajaban disfrazados, con nombres falsos, haciéndose pasar por padre e hijo hasta que la aguda mirada y el olfato detectivesco del capitán Kendall los descubrió.

Cuando el mensaje telegráfico del marino llegó a Scotland Yard, el inspector Dew se embarcó en una nave transatlántica más rápida para interceptar al SS Monrose. La tarde del 31 de julio, Dew y dos de sus hombres abordaron el barco en aguas canadienses haciéndose pasar por marinos. Poco después, el capitán Kendall invitó al supuesto señor Robinson a su camarote, donde lo esperaba el policía londinense. “Yo estaba ahí con el inspector Dew y tenía el revólver en el bolsillo. Cuando entró, dije: ‘Déjenme presentarlos’. Crippen le estrechó la mano, y entonces el inspector, mientras se quitaba la gorra, le dijo: ‘Buenos días, señor Crippen. ¿Sabe quién soy? Soy el inspector Dew de Scotland Yard’”, cuenta el capitán Kendall en la grabación de la BBC. Minutos después, Ethel Le Neve fue arrestada en la cubierta del buque.

La pareja fue extraditada al Reino Unido a bordo del “Megantic” y juzgada en Londres. A Crippen se lo acusó de haber asesinado a su mujer y a Ethel de haber sido cómplice del crimen. Durante el juicio se demostró que Crippen llevaba tres años manteniendo relaciones con la joven Le Neve en secreto y que estaba casi en bancarrota. “Con la muerte de Cora se quedó con el dinero y las joyas de su mujer”, dijo el fiscal al presentar la acusación. Los análisis confirmaron que la víctima había sido envenenada con hioscianina, que el médico había adquirido unos días antes del crimen y que le administró por vía oral. Según el perito que examinó sus restos, la muerte debió de producirse dos horas después, después de quedar inconsciente y paralizada. “Fue el juicio por asesinato más famoso durante 40 o 50 años. Eso se debe a la extraña manera en que se dejó el cuerpo, la relación con Le Neve, la ciencia forense que se utilizó y, sobre todo, la importancia del telégrafo para capturarlos”, lo define la historiadora Watson.

El 22 de octubre, después de deliberar apenas media hora, el jurado declaró a Crippen culpable del asesinato de su mujer y lo condenó a muerte. Ethel Le Neve fue absuelta porque no se pudo probar que fuera cómplice del crimen. El médico asesino fue ahorcado el 23 de noviembre de 1910 en la prisión de Pentonville, cerca de Londres. Antes de que el verdugo le cubriera la cabeza alcanzó a farfullar: “Soy inocente”.

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