El último deseo de Pepe Mujica: será enterrado bajo un árbol de su chacra junto a Manuela, su perra de tres patas

El expresidente uruguayo eligió ese lugar, donde la enterró con sus propias manos en 2018

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El momento en que Pepe Mujica dice que quiere ser enterrado al lado de su perra, Manuela

En la tarde del martes 13 de mayo, murió José “Pepe” Mujica. Su cuerpo estaba cansado de pelear contra un cáncer de esófago que se había extendido a otros órganos. Tras el diagnóstico, en abril del año pasado, se sometió a un largo tratamiento de radioterapia, pero en enero de este año el cáncer regresó más agresivo y decidió no someterse a nuevas intervenciones. “Hasta acá llegué”, dijo, y pidió que lo dejaran tranquilo, que no le solicitaran más entrevistas y que le permitieran transitar a su manera la etapa final de su vida en la chacra de Rincón del Cerro, recorriéndola con el tractor y cuidando de sus plantas.

Pensaba seriamente en la muerte, en dejar todo listo (como buen líder), y ya en 2020 comenzó a repetir su último deseo: “Mi futuro destino está debajo de ese secuoya, donde está enterrada Manuela. Cuando muera, me van a quemar y a enterrar ahí”, dijo señalando uno de los árboles de su campo que, desde hacía tiempo, había dejado de ser uno más.

Allí descansan los restos de Manuela, la perra mestiza de tamaño mediano que adoptó recién nacida y que murió en junio de 2018, a los 22 años. Tenía media pata delantera amputada tras un accidente en la chacra, y se había hecho conocida en Uruguay por acompañarlo a todos lados: iba segura en los brazos del entonces presidente, lo seguía en caminatas por el campo, incluso participaba de reuniones de Estado. Era su compañera inseparable. En los medios —locales y extranjeros— la llamaban “la perra de tres patas” de Mujica. Se había convertido en un personaje público querido. Nunca se apartaba de él: si no caminaba a su lado, lo seguía con la mirada para saber dónde estaba y qué hacía. Y Mujica, como un padre orgulloso, la observaba con ternura y revivía sus anécdotas con una sonrisa.

Él mismo la enterró bajo aquel árbol. La despidió en silencio y convirtió ese rincón en su lugar de recogimiento. La amó profundamente y la extrañó cada día desde que partió. Pepe nunca ocultó su dolor. El vínculo entre ellos fue tan fuerte que, cuando supo que su vida entraba en el tramo final, eligió ese mismo lugar para descansar: a los pies del secuoya que guarda a su compañera, Mujica eligió su última morada. Los restos del líder político serán cremados y enterrados al lado de Manuela.

Mujica arrancando su legendario auto
Mujica arrancando su legendario auto y Manuela a su lado

El vinculo de Pepe con Manuela

Manuela es la integrante más fiel que tuve en el Gobierno. Hace 18 años que me acompaña, es una anciana. Quiero a los animales mucho... Cuanto más conozco a la gente, más me gustan los animales”, dijo Mujica durante una entrevista con la BBC, en 2015.

Manuela nació en 1996, en Paysandú, Uruguay, en la quinta de la hermana de Lucía Topolansky, esposa de Pepe. Era hija de Dunga, la perra de la familia, y desde chiquita se destacó por tener una personalidad activa y cariñosa. Ese carácter fue el que conquistó a Mujica, que no demoró en alzarla por primera vez, subirla a su viejo Volkswagen Escarabajo celeste, de 1987, y llevarla a su chacra. Desde entonces, se convirtió en la consentida del matrimonio, que además convivía con otros perros y distintas especies animales.

Manuela en brazos de Pep,
Manuela en brazos de Pep, que la sostiene mientras asiste a un evento público

La vida de Manuela siempre fue feliz, pero cambió para siempre cuando, aún joven, sufrió un accidente. La propia Lucía lo relató en 2014 al portal MyPets, especializado en perros: “Un día estaba acompañando el tractor, y como todo pichicho chico se peleó con unos perros del costado. Ellos la corrieron y ella reculó; terminó debajo de la disquera. Por más que Pepe frenó, se la llevó por delante. No llegó a cortarle la pata, pero le quedó el tendón colgando. Debe haber sido hace ocho o nueve años”.

Es fácil imaginar la desolación de Mujica al verla herida.

Pepe Mujica y Lucía Topolansky
Pepe Mujica y Lucía Topolansky junto a Manuela en su chacra

A pesar del daño, Manuela se adaptó. Pero tiempo después, tuvo un nuevo incidente: se peleó con otra perra que le mordió la misma pata lesionada, lo que agravó la herida y obligó finalmente a amputarla. “Le cazó ese brazo, que ya no tenía movimiento, y casi se lo cortó”, recordó Topolansky.

La amputación no alteró el espíritu de Manuela. Al contrario, reafirmó su vitalidad y su capacidad de adaptarse a las adversidades, demostrando resiliencia. Su carácter indomable parecía reflejar, sin quererlo, el del propio Mujica. “Los perros se parecen a sus dueños”, dice el refrán. Aunque el hombre nunca se sintió dueño de ella, algo de verdad en ese dicho había...

Cuando Pepe asumió la presidencia, en 2010, Manuela se volvió una figura entrañable para muchos uruguayos y también para el público internacional. Era habitual verla en la chacra presidencial mientras Mujica ofrecía entrevistas. Ahí estaba ella, olfateando entre los periodistas, curioseando durante las reuniones, descansando cerca de Pepe o incluso sobre su falda.

"Manuela es la integrante más
"Manuela es la integrante más fiel que tuve en el Gobierno", dijo Mujica sobre Manuela, que lo acompañó durante si presidencia (2010-2015)

Su presencia aportaba una dosis de ternura y humanidad que complementaba la imagen ya consolidada de Mujica como un líder sencillo, distinto y cercano. Manuela era una presencia constante e imprescindible en la familia Mujica-Topolansky.

En entrevistas, Lucía llegó a revelar algunos detalles de la vida cotidiana: Manuela tenía un vínculo especial con su marido, lo seguía a todas partes. También destacaba su inteligencia y sensibilidad. “Le gusta estar a su lado, tiene pegote con Pepe”, dijo alguna vez. Y contó cómo la perra se daba cuenta de que Mujica estaba por emprender un viaje con o sin ella: dependía de si armaba un bolso o una valija.

Y como toda hija mimada, tenía sus manías: no comía del suelo y pedía que le dieran la comida en la boca. Tenía su camita en la habitación matrimonial. Y a Pepe nunca le dolió el cuerpo para consentirla.

El momento en que Pepe Mujica dice que renunció al Senado por la muerte de Manuela

Juntos para siempre

Manuela murió por causas naturales en junio de 2018, a los 22 años, una longevidad notable para la especie. Su muerte afectó profundamente a Pepe. La enterró y convirtió la tumba de su perra en su refugio, su lugar de pensamiento.

Fue tal el golpe que ese mismo año, anunció su retiro del Senado y admitió que la muerte de Manuela influyó en su decisión. Lo contó en varias entrevistas periodísticas.

“Hay tiempo de llegar y tiempo de irse. El tiempo no perdona ni a las piedras. Te voy a confesar. ¿Sabés cuándo tomé mi decisión? Cuando se murió Manuela. Todavía la extraño. Miro al rinconcito donde dormía. Cosas que tiene la vida. Pensar que a un tipo que bancó y bancó, un bichito así le mató el niño viejo que tenía dentro. Cosas de la vida”, dijo con los ojos vidriosos en una nota que reprodujo la cadena Telemundo.

Pepe Mujica, su esposa Lucía
Pepe Mujica, su esposa Lucía Topolansky y Manuela

También contó sus motivos en la televisión española cuando dio una entrevista en el programa madrileño La Sexta Noche, el 9 de septiembre de 2018:

—¿Por qué deja la vida política?

—Bueno, voy a seguir en la militancia popular. Sí, sí, en la cuestión de las ideas. Mientras me funcione más o menos la cabeza, no puedo renunciar a eso. Es parte de mi vida, de mi vocación.

—Pero estaba en el Senado...

—Sí, y ahí... haciendo sombra a otros compañeros que tienen que venir. Y es un poco aburrido... Y me pasó un hecho pequeño, casual... “Cosas chicas para el mundo, pero grandes para mí”. Se me murió una perrita que me acompañó 22 años...

—Manuela...

Manuela. Y quedó como un trapito. Cuando la fui a enterrar, pensé: esta es la muerte, ¿no? Y ahí tomé la decisión de renunciar. La perrita fue un puñadito de dulzura, de ternura. Durante 22 años me acompañó para todos lados. Y bueno, así fue. Dirán: “Ese viejo estaba loco, una perra…”.

Las cenizas de Pepe Mujica
Las cenizas de Pepe Mujica serán enterradas en el árbol donde descansa Manuela (AFP)

—¿La muerte de la perrita le hizo reflexionar sobre la muerte?

—Sí. Y con 80 y pico de años... uno no está muy lejos del hoyo.

—83. Pero se lo ve en forma

—Sí. Sí. Pero me mató un niño viejo que tenía adentro. Así es la vida: un fenómeno de la vida y la muerte. Hay que aceptarlo.

Fue tal el vínculo entre ambos que es imposible pensar al hombre sin su perra. La imagen juntos es parte de la memoria colectiva.