
El Reino Unido presentó una estrategia nacional para eliminar progresivamente las pruebas en animales dentro de la investigación biomédica, fijando plazos precisos y estableciendo el impulso de tecnologías innovadoras.
El plan, anunciado esta semana por el Ministerio de Ciencia, determina que las pruebas de irritantes cutáneos en animales concluirán al finalizar el próximo año. Para 2027, deberán suspenderse los ensayos de potencia de Botox en ratones y, antes de 2030, se prevé una reducción significativa de los experimentos en perros y primates no humanos.
De acuerdo con MIT Technology Review, la iniciativa responde tanto a la presión de grupos de bienestar animal como al objetivo gubernamental de liderar la transición mundial hacia métodos más éticos y avanzados para el desarrollo de medicamentos y productos químicos.
El documento estratégico del gobierno británico explica que erradicar por completo la experimentación animal implica obstáculos regulatorios y técnicos. Si bien se marcaron metas claras para su reducción, actualmente numerosos organismos internacionales siguen exigiendo pruebas en animales para autorizar nuevos fármacos y dispositivos médicos. Esta situación revela la complejidad del proceso y la necesidad de disponer de alternativas tecnológicas robustas.

Innovaciones tecnológicas que marcan el cambio
La biotecnología se convirtió en el pilar que hace factibles estas políticas. En los últimos años, los especialistas desarrollaron sistemas denominados “órganos en chip”, versiones miniaturizadas de órganos humanos cultivados en pequeños dispositivos plásticos. Estos modelos reproducen la composición celular y las funciones elementales de órganos como el hígado, el intestino, el corazón, el riñón y el cerebro.
Actualmente, se emplean en estudios sobre los efectos de la microgravedad en el espacio, la evaluación de vacunas y la respuesta del intestino a la radiación. La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) recurrió a chips pulmonares para analizar vacunas contra la covid-19, y los chips intestinales resultan útiles para el estudio del impacto de la radiación sobre el tracto digestivo.
A estos dispositivos se suman los organoides —estructuras tridimensionales generadas a partir de células humanas—, que permiten estudiar el desarrollo y funcionamiento de órganos y probar medicamentos de forma personalizada. Algunos laboratorios consiguieron desarrollar organoides que simulan órganos fetales, lo que abre nuevas perspectivas para la investigación sin necesidad de emplear animales vivos.

La inteligencia artificial (IA) constituye otra herramienta fundamental dentro de la estrategia británica. Según MIT Technology Review, se utiliza actualmente para analizar grandes bases de datos biomédicos y detectar relaciones entre genes, proteínas y enfermedades.
Además, la IA sirve en el diseño de nuevos fármacos y su prueba en modelos virtuales conocidos como “gemelos digitales”. Estos gemelos son reconstrucciones digitales de órganos humanos aptas para simular intervenciones médicas.
Natalia Trayanova, profesora de ingeniería biomédica citada por MIT Technology Review, explicó que su modelo digital de corazón puede identificar para los cirujanos las zonas precisas del tejido cardíaco que deben intervenir en casos de fibrilación auricular. “Solo tienen que confiar en nosotros”, afirmó Trayanova sobre la precisión de estas simulaciones.

Obstáculos regulatorios y el futuro de la investigación biomédica
A nivel internacional, la tendencia es convergente. En abril, la FDA de Estados Unidos anunció un plan para reemplazar las pruebas en animales en ensayos de terapias con anticuerpos monoclonales por modelos más eficaces y pertinentes para los humanos.
De igual manera, la Comisión Europea inició en junio de 2024 la elaboración de una hoja de ruta para dejar atrás la experimentación animal en la evaluación de la seguridad química. Estas medidas reflejan una presión creciente para que los reguladores acepten métodos alternativos y aceleren una ciencia que prescinda de animales.
No obstante, la eliminación total de la experimentación animal sigue enfrentando importantes barreras técnicas y regulatorias. El gobierno británico, según recogió MIT Technology Review, reconoce que varios organismos internacionales —como la FDA, la Agencia Europea de Medicamentos y la Organización Mundial de la Salud— exigen pruebas en animales para aprobar nuevos tratamientos y dispositivos.
Ninguna de las alternativas tecnológicas desarrolladas logra emular íntegramente la complejidad de un organismo vivo, lo que limita su capacidad para predecir con precisión la respuesta humana a los tratamientos y plantea retos científicos pendientes.

La experimentación animal jugó un papel central a lo largo de la historia científica y permitió descubrimientos clave sobre el funcionamiento de los organismos y la creación de medicamentos para humanos y animales.
Aunque la normativa de países como el Reino Unido y Estados Unidos exige licencias y reglas estrictas sobre el trato a los animales de laboratorio, cada año se utilizan millones de ejemplares. Persisten los debates éticos y científicos, especialmente porque alrededor del 95% de los tratamientos prometedores en animales nunca llegan al mercado final, lo que pone en cuestión la eficacia real de estos métodos.
A pesar de las limitaciones actuales, tanto el progreso tecnológico como el nuevo impulso político sugieren la proximidad de un cambio de paradigma en la investigación biomédica. Para MIT Technology Review, la suma de innovaciones en los últimos años indica que en el futuro la experimentación animal podría dejar de ser indispensable para la ciencia.
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