El cirujano cardiovascular infantil Horacio Vogelfang del Hospital Garrahan, reconocido experto en trasplantes que dedicó más de tres décadas de su vida al ámbito público, compartió en una extensa entrevista sus profundas vivencias, emociones y aprendizajes recogidos durante años en el quirófano.
“Yo a Dios lo dejo afuera del quirófano. El paciente entra y es acogido por un grupo de profesionales idóneos. Si Dios por algún motivo quiere intervenir, yo no me puedo poner en ese lugar. El milagro es la solidaridad de la comunidad, que en un momento de tragedia piensa en ayudar a otro”, sostuvo con crudeza y honestidad.
Estas declaraciones fueron realizadas en diálogo con Infobae en Vivo, durante el programa de la mañana, que cuenta con la conducción de Gonzalo Sánchez, María Eugenia Duffard, Ramón Indart y Cecilia Boufflet.

En este espacio, Vogelfang repasó la historia detrás de “El corazón en la mano”, el libro donde narra la vida cotidiana, los dilemas técnicos y, mucho más intensamente, los sentimientos que atraviesan al médico que debe operar corazones de niños gravemente enfermos.

El corazón en la mano
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Voces del periodismo y la comunidad médica consideran su relato una obra imprescindible, de enorme humanidad y valentía, tanto para el lector lego como para quienes habitan los hospitales.
Un hospital, una urgencia y una proeza
Vogelfang inició su carrera en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y, años después, cuando se inauguró el Hospital Garrahan, fue nombrado allí por concurso y pudo desarrollar en equipo un programa que resultaba inédito hasta ese momento: el trasplante cardíaco infantil en hospitales públicos de la Argentina.

“Tenía la necesidad de hacer trasplantes en niños, niñas. No se hacían en hospitales públicos y era verdaderamente una necesidad. Desde el punto de vista técnico, por ahí no fue tan complejo. Hacíamos cirugías en recién nacidos muy dificultosas. El desafío vino por la organización, la infraestructura, la logística”, recordó el experto médico.
Esa logística en el sistema público se transforma con frecuencia en una verdadera epopeya: “Por ahí llaman del INCUCAI porque hay un donante en Santiago del Estero y hay que tener un avión disponible para que el equipo de ablación viaje y regrese. Eso, en la medicina pública, es una proeza”, relató.
El primer trasplante que realizó con su equipo tuvo lugar en octubre de 2000. “Fue el de Sabrina. Resultó una casualidad muy fuerte: la donante era familiar de unos amigos y colegas míos, algo que yo desconocía hasta que llegué para evaluarla. Todas las sensaciones que se puedan imaginar se mezclaron ese día”, confesó.

A las emociones personales se sumaba el peso de la mirada del entorno: “Nos miraba mucha gente desde dentro del hospital y fuera. El fracaso podía representar que el programa se ralentizara, que no tuviera apoyos”.
Durante la charla con Infobae en Vivo, en el programa de la mañana, Vogelfang fue consultado sobre lo que siente un médico al conducir a un niño anestesiado al quirófano. “No, no soy Dios ni corresponde que papá y mamá lo piensen así. El paciente entra y es recibido por profesionales idóneos, entrenados. Eso es lo que tienen que saber los padres: a quién le entregan a su hijo. Yo lo dejé claro muchas veces: a Dios lo dejo afuera del quirófano. Después, si Él quiere intervenir, es otra cosa”, enfatizó.
A la pregunta sobre si siente en esos momentos una seguridad inquebrantable, fue tajante: “No tengo cero seguridad. Siento una responsabilidad enorme, sí. La seguridad que quizá tenía cuando era joven, hoy la veo como arrogancia. Opera un cirujano, asiste otro, y a veces otro más joven se suma. Es una tarea siempre de equipo, con responsabilidad compartida, pero la carga nunca es leve.”
Los niños trasplantados y su fuerza para vivir

Respecto al trasplante en pacientes pediátricos, Vogelfang explicó que la condición clínica en la que llegan los niños es clave: “Que sea un niño no modifica necesariamente la probabilidad de éxito, pero sí la forma en que llegan. Son seres que atraviesan una enfermedad terminal del corazón. Están muy dañados, y los que llegan en peor estado son los que entran en lista de emergencia”.
Gracias a la preparación y el trabajo coordinado, la tasa de éxito inmediato es altísima: “En la cirugía inmediata postrasplante, el cien por ciento de los pacientes salen de quirófano con su corazón nuevo latiendo”.
Los chicos operados experimentan una recuperación que permite soñar: “Desde el punto de vista del corazón, tienen excelente calidad de vida. Pueden hacer cualquier actividad física. Hay hasta olimpiadas de deportistas trasplantados, en las que compiten pacientes de todo el mundo.”

Sin embargo, advirtió sobre la realidad posoperatoria: “Estos pacientes reciben medicación inmunosupresora de por vida. Eso trae consecuencias, como el envejecimiento precoz del corazón trasplantado. Pero si el órgano es permanentemente controlado, cuando empieza a fallar, el paciente se inscribe para un retrasplante. Por suerte, tuvieron que hacerlo muy pocos. Generalmente, su vida se sostiene con el primer trasplante”.
El cirujano relató la presión única de esos momentos, sobre todo ante la posibilidad del fracaso. “Yo tenía las espaldas para aguantar las miradas, pero también sabía que un fracaso podía determinar el futuro del programa. Lo más importante era la vida de Sabrina, que en ese momento tenía ocho años y cumplió nueve durante la internación postrasplante”, destacó.
Además, se refirió a los momentos de dolor irreparable que implica la donación: “La solidaridad en la comunidad es el verdadero milagro. Que alguien, en pleno duelo por perder un hijo, piense en ayudar a otro me parece algo conmovedor, casi milagroso. Nuestros donantes suelen ser niños o adolescentes, padres que toman decisiones en un momento de devastación absoluta”. Acerca del vínculo entre familias donantes y receptoras, aclaró: “El contacto posterior no está permitido”.
Los rituales del trasplante, la espera y el instante del latido

En uno de los pasajes más emocionantes, Vogelfang habló del procedimiento quirúrgico y sus rituales: “Al trasplantar, el corazón llega frío y detenido. Se dejan estructuras del receptor para suturar las del corazón que llega. Hay un momento en que se puede liberar la llegada de sangre y las arterias coronarias empiezan a alimentar el músculo que estuvo parado. Cuando el nuevo corazón empieza a latir, a veces uno sigue cosiendo como si estuviera cabalgando sobre un caballo, contentísimo de ver la vida regresar”.
Reveló que el tiempo de “isquemia fría” es un factor clave: cuanto más lejos está el donante, mayor es el reto. “Si la ablación fue en Corrientes, con más de dos horas de traslado, tratamos de restar todo tiempo innecesario, no agregar ni un minuto a ese corazón detenido”.
El retiro de la práctica hospitalaria fue un quiebre mayúsculo en su vida. Así nació el impulso por escribir “El corazón en la mano”. Vogelfang lo resume con honestidad: “Fue catártico en un momento difícil como era mi alejamiento del hospital, al que dediqué más de treinta años de esfuerzo y vida. Sentía la necesidad de contar cosas a mí mismo.”

Escribir no fue un ejercicio fácil. “Para mí fue una forma de ver, de repensar la historia, de cerrar la etapa sintiendo que el mensaje trasciende lo técnico. La vida del quirófano no es solo bisturí: son amigos, afectos, historias. Humanidad pura”.
Vogelfang reconoce que el oficio de la cirugía nunca permite el descanso de la conciencia. “Hoy, lo asumo de otra manera. Tengo el lujo de trabajar en equipo, delegar responsabilidades, contar con cirujanos más jóvenes. Nunca siento Seguridad, jamás. Esa llega con los años solo respecto de la técnica, pero el resultado nunca es predecible.”
Insistió en el poder del colectivo: “La diferencia la hace el lugar donde uno opera, la calidad de la terapia intensiva, el equipo de médicos y enfermeros, el laboratorio que responde instantáneamente. El paciente crítico que se recupera es fruto del trabajo de todos.”
Las palabras de Horacio Vogelfang resuenan con fuerza en cada rincón del hospital público argentino, pero también invitan a una reflexión universal sobre la medicina, la pérdida, la vida y el coraje de decidir, todos los días, seguir adelante.
La entrevista completa a Horacio Vogelfang
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