
En medio de un flujo constante de información contradictoria sobre nutrición, los aceites de semillas fueron señalados de forma recurrente, acompañados del debate sobre la proteína. Durante una reciente entrevista para el podcast The Dr. Hyman Show, el médico especializado en medicina funcional Mark Hyman junto con el científico en nutrición y fisioterapeuta Simon Hill abordaron estos temas para desmitificar creencias y ofrecer claridad basada en evidencia.
Ambos especialistas destacaron en su charla que los factores más relevantes para la salud son el consumo de alimentos ultraprocesados y el sedentarismo, más que la presencia aislada de determinados nutrientes.
Consumo de aceites de semillas y alimentos ultraprocesados
La controversia en torno a los aceites de semillas se enmarca en un cambio drástico de los patrones alimentarios del siglo XX, donde el consumo de aceite de soja, por ejemplo, se multiplicó y coincidió con un aumento de enfermedades crónicas.
De acuerdo con Hill, la causa principal de este aumento no reside en los aceites de semillas sino en la expansión de determinados alimentos, ricos tanto en azúcares como en almidones refinados. El experto puntualizó: “El aumento de enfermedades crónicas no se debe principalmente al consumo de aceites de semillas, sino al incremento de alimentos ultraprocesados”.

La percepción pública sobre las grasas fue oscilante, desde la condena de las grasas saturadas hasta la preocupación actual por los aceites vegetales. Hyman recordó que la moda de las dietas bajas en grasa llevó al consumo de productos ultraprocesados, con consecuencias negativas para la salud. El contexto dietético es esencial: el impacto de un nutriente depende de qué se elimina o añade en la dieta y de la calidad general del patrón alimentario.
Los meta-análisis y estudios de población más recientes, mejor controlados que algunos abordajes sobre aceites de semillas, indicaron que reemplazar grasas saturadas por poliinsaturadas, como las que aportan estos aceites, se asocia con una reducción del riesgo cardiovascular.
Además, las investigaciones que miden niveles de ácido linoleico (omega-6) en sangre o tejido adiposo observan una menor incidencia de enfermedades cardíacas y mortalidad total en quienes poseen niveles elevados.

Ambos expertos advirtieron que el riesgo no proviene del uso moderado de aceites de semillas en la cocina doméstica, sino de su amplia presencia en alimentos ultraprocesados. Hill distinguió entre agregar una cucharada de aceite vegetal a las verduras en casa y consumir productos industriales con aceites refinados, azúcar y sodio.
“La evidencia muestra que el consumo de aceites de semillas en el hogar es muy distinto al que ocurre en el contexto de alimentos ultraprocesados o frituras industriales”, aclaró. Es así que el exceso calórico y la inactividad física, no el tipo de grasa aislado, son los impulsores principales de la epidemia de enfermedades metabólicas.

Dieta mediterránea, proteína y envejecimiento saludable
El patrón alimentario global emerge como el factor determinante para la salud, en vez de la demonización de nutrientes individuales. Tanto la dieta mediterránea como la nórdica, con predominio de alimentos frescos, fibra, pescado azul, frutos secos, semillas y aceite de oliva, mostraron efectos protectores frente a enfermedades crónicas como diabetes tipo 2, patologías cardiovasculares y demencia.
Frente a este contexto, el Dr. Mark Hyman recalcó sobre los peligros asociados: “No es tanto el tipo de grasa, sino el contexto dietético general y el consumo excesivo de azúcares y almidones lo que determina el riesgo”.
Respecto a la proteína, el debate gira en torno a la cantidad y fuente óptimas para el envejecimiento saludable y la prevención de la sarcopenia. Hill explicó que, aunque la ingesta media de proteína en Estados Unidos es de unos 1,2 gramos por kilo de peso corporal, esta cifra podría optimizarse para preservar la masa muscular, especialmente desde los 50 años, etapa en la que la pérdida muscular se acelera.

Según la mirada de Simon Hill, lo central es la actividad física. “La evidencia muestra que, con suficiente proteína total, no hay diferencia significativa entre proteína animal y vegetal en cuanto a ganancia de masa muscular y fuerza”, sostuvo.
El estímulo del ejercicio de fuerza es crucial para mantener la funcionalidad muscular y la distribución de la proteína durante el día resulta menos determinante que la cantidad total.
Sobre la fuente proteica, diversos estudios indicaron que, alcanzando una ingesta adecuada (entre 1,2 y 1,6 gramos por kilo), no existen diferencias relevantes entre proteína animal y vegetal respecto a masa y fuerza muscular, incluso en adultos mayores.
El científico de nutrición precisó que “en casos de dietas muy bajas en proteína, la de origen animal puede ser más anabólica; sin embargo, estas diferencias se desvanecen con una ingesta suficiente”. Fuentes vegetales densas en proteína, como el tofu, el tempeh, el seitán o la micoproteína, permiten cumplir los requerimientos sin recurrir a suplementos ultraprocesados.

En el capítulo del podcast, los especialistas insistieron en dar prioridad a alimentos frescos y mínimamente procesados, aumentar la ingesta de omega-3 (con pescado azul o suplementos de DHA y EPA), evitar los ultraprocesados y adaptar la dieta según las características y objetivos personales.
Por último, recomendaron realizar análisis de laboratorio para ajustar la alimentación de manera individual, ya que las respuestas a los cambios dietéticos pueden variar considerablemente. De este modo, la transformación del sistema alimentario y la adopción de patrones dietéticos, podrían reducir la carga de enfermedades crónicas.
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