
Para los peruanos es de vital importancia prestar atención a la prevención de enfermedades infecciosas como la tuberculosis (TB), que sigue siendo un problema a nivel nacional. Según el Ministerio de Salud (Minsa), en 2024 se reportaron más de 33 mil casos de tuberculosis, incluyendo formas resistentes, lo que revela que la TB permanece como una prioridad de salud pública. Por eso es esencial comprender bien las diferentes formas de tuberculosis, especialmente la distinción entre la tuberculosis activa y la tuberculosis latente, ya que esto puede marcar la diferencia en su diagnóstico, tratamiento y prevención.
La tuberculosis activa
La tuberculosis activa ocurre cuando la bacteria Mycobacterium tuberculosis se está multiplicando activamente en el organismo, lo que provoca síntomas evidentes y, además, la capacidad de transmitir la enfermedad a otras personas. Los signos típicos incluyen tos persistente (a veces con sangre), fiebre, sudoración nocturna, pérdida de peso, fatiga y dolor torácico. El diagnóstico se basa en pruebas como el examen de esputo, radiografías de tórax o test moleculares. Si no se trata adecuadamente, la TB activa puede causar complicaciones graves y convertirse en una enfermedad muy peligrosa.
La tuberculosis latente

Por su parte, la tuberculosis latente ocurre cuando la bacteria está presente en el cuerpo, pero el sistema inmunológico la mantiene bajo control, impidiendo que se multiplique o cause síntomas. En este estado, la persona no se siente enferma y no es contagiosa, pero la bacteria permanece “dormida”. Para detectarla, se utilizan pruebas especiales como la prueba cutánea de tuberculina (PPD) o el test de liberación de interferón (IGRA). Aunque no todos los infectados desarrollarán TB activa, existe un riesgo, especialmente si su sistema de defensa se debilita.
Diferencia entre tuberculosis activa y tuberculosis latente
La diferencia esencial entre la tuberculosis activa y la latente radica en la actividad de la bacteria y su capacidad para producir síntomas y contagio. En la TB activa, la bacteria se reproduce y causa malestar, manifestaciones clínicas y posibilidad de propagación a otros. En cambio, en la tuberculosis latente, aunque la bacteria persiste en el organismo, está “inactiva” y no produce síntomas ni contagio. Otro punto clave es el riesgo de progresión: una persona con infección latente puede desarrollar TB activa si su sistema inmune se ve debilitado, por ejemplo, por VIH, diabetes, tratamientos inmunosupresores, o envejecimiento. Por eso es importante el tratamiento preventivo en algunos casos para evitar que la infección latente evolucione a enfermedad de forma activa.
Comprender estas dos formas de tuberculosis es fundamental para la prevención y el control. Identificar y tratar la TB activa protege no solo al paciente, sino también a la comunidad, porque evita la transmisión del bacilo. Mientras tanto, diagnosticar y manejar la TB latente en personas en riesgo es una estrategia clave para prevenir nuevos casos. Si tienes dudas o síntomas compatibles con tuberculosis, es importante acudir a un centro de salud para realizar las pruebas correspondientes: la detección temprana salva vidas.
Cómo se detecta la tuberculosis
La tuberculosis se detecta mediante una combinación de evaluación clínica y pruebas específicas. Cuando una persona presenta síntomas como tos persistente, fiebre, sudoración nocturna o pérdida de peso, el personal de salud suele solicitar inicialmente un examen de esputo, donde se analiza una muestra de flema para identificar la bacteria Mycobacterium tuberculosis.
También se utilizan pruebas moleculares rápidas, que permiten confirmar el diagnóstico y detectar resistencia a medicamentos. Otros estudios complementarios incluyen la radiografía de tórax, que muestra lesiones compatibles con tuberculosis pulmonar. En casos de sospecha sin síntomas claros, se emplean pruebas como la tuberculina (PPD) o el IGRA, que ayudan a identificar la infección latente. Un diagnóstico oportuno es clave para iniciar el tratamiento y evitar contagios.



