
Hace 25 años, Alberto Fujimori presentó su renuncia a la presidencia de la República de Perú mientras se encontraba en Japón, tras abandonar el país y en medio de una crisis sin precedentes producto del destape de un sistema de corrupción en las más altas esferas del gobierno. El exmandatario comunicó su decisión mediante un fax enviado desde Tokio, distanciándose de sus funciones presidenciales y generando un impacto inmediato en el escenario político peruano.
Durante una entrevista concedida a una agencia internacional poco después de formalizar su salida, Fujimori anunció que remitiría una carta de renuncia dirigida al presidente del Congreso de la República, Valentín Paniagua. El mandatario saliente intentó justificar su decisión bajo el argumento de evitar que “la economía nacional, fortalecida en los últimos años frente a otras en América Latina, quedara amenazada por un clima de incertidumbre política”. La carta de Fujimori llegó en un contexto marcado por la publicación de videos que evidenciaron prácticas de corrupción estructural dentro de su gobierno, lo cual provocó su aislamiento político y su huida del país.
A preguntas sobre la razón de su establecimiento en Japón tras el abandono de la presidencia, el exgobernante destacó sus lazos familiares con la nación asiática, aunque recalcó su origen peruano y defendió que su labor al frente del Ejecutivo había constituido una muestra de compromiso con el país. “Es cierto que hay algunos lazos sentimentales con Japón, porque mis padres nacieron en este país, pero mis hijos nacieron, como yo, en el Perú, y la prueba de mi cariño por el Perú no se ha demostrado con palabras bonitas, para la ocasión, sino con un trabajo incesante, infatigable, sin vacaciones”, señaló Fujimori desde su residencia provisional pocas horas después del anuncio de su dimisión.

En el transcurso de noviembre del año 2000, el cúmulo de denuncias sobre corrupción y el descrédito político agudizaron el colapso institucional, acelerando la caída de una gestión que había permanecido una década en el poder. La salida de Fujimori desencadenó de inmediato un proceso de transición política, con la asunción de Valentín Paniagua al frente del Ejecutivo de manera interina.
El vigésimo quinto aniversario de este episodio subraya el inicio de una etapa de reconstrucción democrática en Perú, tras un periodo señalizado por conflictos internos, reformas económicas y denuncias de violaciones de derechos humanos. La renuncia enviada desde el extranjero marcó una ruptura definitiva con el modelo de ejercicio del poder encarnado por Fujimori, cuyas acciones continúan teniendo repercusiones en el debate político y social del país.
El fujimorismo sin Fujimori
A un año de la muerte de Alberto Fujimori, el debate sobre su legado sigue dividiendo a la sociedad peruana. Treinta y cinco años después del ascenso de Fujimori a la presidencia con el movimiento Cambio 90, el fujimorismo conserva influencia significativa tanto en la arena política como en el electorado. Tras lograr popularidad por la derrota de Sendero Luminoso y la estabilización económica, su gobierno terminó con denuncias de corrupción y el célebre envío de su renuncia desde Japón, después de que los ‘Vladivideos’ expusieran una red de corrupción. El Congreso lo destituyó y posteriormente fue extraditado y sentenciado, aunque esto no debilitó el capital político de la familia.

La hija del exmandatario, Keiko Fujimori, tomó la posta y se convirtió en pieza clave del partido Fuerza Popular, liderando la primera minoría parlamentaria y postulando tres veces a la presidencia con resultados ajustados.
En la actualidad, el fujimorismo mantiene presencia nacional, especialmente en regiones clave. Frente a las próximas elecciones, el apellido Fujimori continúa generando polarización y configurando la estrategia de la derecha peruana.



