En una nueva edición de El valor de la verdad, Susy Díaz volvió a demostrar que su historia de vida es una mezcla de humor, suerte y espontaneidad. Durante la conversación con Beto Ortiz, la exvedette recordó cómo empezó en la televisión, sus primeros trabajos en Panamericana Televisión y la forma curiosa en la que conoció al compositor Augusto Polo Campos, con quien tuvo a su hija Florcita Polo.
La entrevista arrancó con una pregunta que generó tensión y risas en el set. “¿Tienes talento?”. Luego de una pausa larga, acompañada por la clásica música tensa del programa, Susy respondió con firmeza: “Sí”.
El conductor, entre risas, recordó que podía cambiar su respuesta y le advirtió que no le pasara lo mismo que a Geni Alves, quien en su momento respondió algo similar y terminó siendo desmentida por el polígrafo.

La tensión creció durante los segundos de espera hasta que la voz del verificador anunció: “La respuesta es... verdad”. Entre aplausos y carcajadas, Beto bromeó: “No tiene talento, pero es muy buena moza”. Susy, con su humor característico, respondió entre risas, mientras el público celebraba su sinceridad.
“Por supuesto que tienes talento, Susy”, le dijo finalmente el periodista, ya en tono de reconocimiento. “Has vivido de él toda tu vida y lo has hecho muy bien”. La excongresista asintió y, con un suspiro, respondió: “He tenido la bendición de Dios de nacer con suerte. Desde que salí del colegio, me ha ido bien en la vida. Hasta ahora me siguen llamando para trabajos”.

Susy Díaz confiesa como inició en la TV
Con esa frase, Susy Díaz abrió una ventana a su pasado. Recordó cómo empezó su carrera de manera casi accidental, cuando siendo apenas una joven de unos 18 años, fue a acompañar a una amiga a Panamericana Televisión. “Estábamos afuera mirando y bajó un amigo que trabajaba ahí. Me dijo: ‘La recepcionista salió embarazada, ya no trabaja’. En ese mismo momento subí a hablar con la gerencia y ese mismo día ya estaba trabajando. Fue una cosa increíble”, contó emocionada.
Entre risas, relató que una de las primeras cosas que escuchó en su nuevo trabajo fue una advertencia curiosa: “Una chica me dijo: ‘Oye, todos los que se sientan ahí salen embarazadas’. Y salí embarazada”, recordó entre carcajadas, refiriéndose a la silla de recepción que ocupaba. “Era la esquina de la televisión”, añadió, divertida, provocando risas en todo el estudio.

En ese mismo canal, Susy comenzó a participar como extra en programas cómicos como Te Mato Fortunato y Risas y Salsa, donde fue vista por productores como Efraín Aguilar y Adolfo Chuiman. “Me daban libretos chiquitos y yo me los aprendía rápido. Así empecé, poquito a poquito”, explicó.
Su paso de recepcionista a figura televisiva fue casi inmediato. En cuestión de meses, comenzó a aparecer en pantalla, demostrando su talento natural para el humor y la actuación. “De ahí gané un certamen de belleza, Miss Tanga Internacional, y estuve casi tres años en Panamericana. Cuando yo trabajaba ahí, era el canal número uno”, recordó con orgullo.

Como conoció a Augusto Polo Campos
Fue en esa etapa cuando conoció a Augusto Polo Campos, quien años después se convertiría en el padre de su hija. “Él venía a dejar un libreto de Camotillo. Lo conocí acá y después de un año recién lo acepté, porque como dicen, el que sigue la consigue”, dijo entre risas. Beto Ortiz, sorprendido, le preguntó si recordaba cuánta diferencia de edad había entre ellos. “Treinta y cinco años, más o menos. Yo tenía dieciocho o veinte años, por ahí”, contó.
La artista también recordó que en esa época estudiaba Secretariado Ejecutivo y aprendía taquigrafía, aunque ahora lo considera un estudio “inútil”. “Por gusto estudié taquigrafía, porque ahora ya no sirve. Antes hacíamos letras rápidas, como garabatos. Ahora todo es digital”, bromeó, arrancando carcajadas de Beto.
El conductor cerró el bloque elogiando su autenticidad: “Tú llegaste a la televisión por la puerta principal, pero desde la recepción. Y te quedaste para siempre en el corazón del público”. Con esa frase, resumió la esencia de una mujer que convirtió cada tropiezo en una anécdota y cada oportunidad en una historia para contar.




