
La contaminación por mercurio en la Amazonía ha dejado de ser únicamente un problema ambiental. Hoy es una crisis cada vez menos silenciosa de salud pública y una profunda herida a los derechos humanos. Los pueblos indígenas, guardianes de saberes ancestrales y de formas de vida intrínsecamente ligadas a su territorio, son quienes sufren las consecuencias más devastadoras: la contaminación de los ríos y los peces que los alimentan, del aire que respiran y de los suelos que los sostienen. Pero el daño no se detiene ahí. También se erosiona su salud, su cultura y su espiritualidad, pilares que han permitido su supervivencia durante siglos en armonía con la selva y con ella, los usos tradicionales y la protección de territorios estratégicos para la vida.
Iniciada en Ginebra la sexta Conferencia de las Partes (COP6) del Convenio de Minamata sobre el Mercurio, la urgencia no podría ser mayor. Los Estados parte dieron un primer paso con la Decisión MC-5/1 en la COP5, reconociendo que los pueblos indígenas y las comunidades locales son los grupos más vulnerables a la exposición al mercurio y, en consecuencia, su participación es esencial para enfrentar la crisis. Los datos son alarmantes: en el cabello de comunidades de Perú, Colombia y Bolivia se han detectado concentraciones de mercurio hasta diez veces superiores a los límites de seguridad establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS). La principal vía de exposición es el consumo de pescado contaminado por mercurio. Este mercurio no llega solo; lo arrastran las corrientes de la minería artesanal y de pequeña escala, pero también la minería ilegal de oro, que financian redes criminales, que se expande sin control, que se sostiene de la corrupción y genera violencia e impunidad.
Sin embargo, los planes nacionales de acción sobre minería artesanal y de pequeña escala (PAN-MAPE) —principal herramienta para avanzar en una solución al problema— en los países amazónicos siguen elaborándose sin incorporar plenamente sus voces ni su conocimiento ancestral. Esta exclusión contraviene no solo el espíritu del Convenio de Minamata, sino también compromisos internacionales como el Convenio 169 de la OIT y el Acuerdo de Escazú. Los Estados amazónicos no pueden seguir diseñando políticas para los pueblos indígenas, sino con ellos. Su conocimiento sobre el territorio y los ecosistemas no es un complemento cultural, sino una base indispensable para diseñar estrategias sostenibles y efectivas.
Pero frente a esta crisis, los pueblos indígenas no callan. En el Pronunciamiento Conjunto, resultado del Primer Intercambio Trinacional Indígena de Pueblos Indígenas y Comunidades Locales de Colombia, Perú y Brasil, realizado en Leticia, Colombia en julio de 2025, los representantes amazónicos denunciaron las graves consecuencias de la minería y el uso del mercurio en sus territorios y poblaciones. “La Amazonía vive porque vivimos los pueblos indígenas”; concluyeron, pidiendo que se garantice su participación plena en la toma de decisiones, no como actores consultados al final del proceso, sino como coprotagonistas de la gobernanza ambiental. Este encuentro contó con la participación virtual de la Secretaría del Convenio de Minamata, destacando la importancia de fortalecer los vínculos entre las comunidades amazónicas y los procesos de implementación del Convenio.
Ante este panorama, resulta evidente que sin participación indígena no habrá una Amazonía libre de mercurio. Los Estados amazónicos deben avanzar en la incorporación de un “Capítulo Amazónico” en sus PAN-MAPE, con enfoque territorial y de derechos colectivos, y crear un Grupo de Trabajo Regional Amazónico con participación directa de representantes indígenas. Solo así será posible pasar de los diagnósticos a las soluciones de alcance global.
La Amazonía está vulnerable. Los pueblos que la habitan no piden caridad, exigen justicia y respeto. El mercurio en sus cuerpos es la metáfora más cruel del modelo que los margina mientras enriquece a otros. Proteger la salud de los pueblos indígenas no es un gesto de solidaridad; es una condición para la supervivencia del planeta. Si la Amazonía muere, muere con ella la posibilidad de un futuro habitable.
Esperamos que, al finalizar la reunión de la COP6, se recojan las posiciones de los Pueblos indígenas presentes y representantes de diversas regiones del globo, y principalmente que los Estados parte integren en su agenda de manera efectiva la ruta concreta para una participación activa de los pueblos indígenas y acciones concretas para la reducción del uso del mercurio en la pequeña minería y Minería Artesanal.
* En colaboración con Isabel Canelo, Líder de gobernanza ambiental FCDS Perú



