Mil años antes de los incas, el imperio Wari ya gobernaba los Andes: los hallazgos revelan su poder y organización

Fardos funerarios, máscaras y conchas marinas revelan la complejidad de una civilización que unió los Andes antes de los incas

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La cultura Wari nació en
La cultura Wari nació en el centro de los Andes aproximadamente desde el siglo VII hasta el XIII d. C.. (Foto: Andina)

Durante siglos, los restos del imperio Wari permanecieron dispersos bajo capas de tierra y silencio. Esta civilización, que floreció entre el 500 y el 1200 d.C. en lo que hoy es el territorio peruano, fue una de las más influyentes de los Andes precolombinos. Unificó pueblos diversos, edificó ciudades planificadas, desarrolló cerámica y textiles de gran precisión y dejó momias intactas que hoy asombran por su conservación. Pero su historia aún estaba incompleta.

Ahora, dos descubrimientos recientes están ofreciendo un retrato más nítido de su compleja organización social. Por un lado, se han localizado decenas de tumbas desconocidas en Pachacámac, al sur de Lima. Por otro, una construcción inusual en el valle de Nazca plantea una nueva interpretación sobre los asentamientos rurales Wari. Ambos hallazgos, realizados de forma paralela por equipos peruanos y españoles, están ayudando a los arqueólogos a reconstruir cómo se distribuía el poder y cómo transcurría la vida diaria en una sociedad que, mucho antes de los incas, ya había consolidado una red política y económica de amplio alcance.

Los especialistas coinciden en que estos descubrimientos permiten “comprender mejor la estructura jerárquica y la expansión territorial de los Wari”. Cada fragmento hallado, desde un fardo funerario hasta una piedra tallada, se convierte en una pieza más del rompecabezas de una civilización que transformó los Andes con una visión estatal adelantada a su tiempo.

Tumbas, comercio y vínculos entre culturas

Hallan 73 momias preincaicas en
Hallan 73 momias preincaicas en cementerio del Sitio Arqueológico de Pachacámac. (Foto: archeowiesci)

El sitio de Pachacámac, conocido posteriormente como la capital del reino Ichma, guarda una historia más antigua de lo que se creía. Las excavaciones recientes han revelado 73 esqueletos humanos que datan entre los años 800 y 1000 d.C., varios siglos antes del dominio inca. Cada uno fue depositado con cuidado, envuelto en telas coloridas llamadas fardos. Algunos conservaban máscaras de madera o cerámica, e incluso las llamadas “cabezas falsas”, que representaban simbólicamente el rostro del difunto.

“La disposición de los cuerpos y los objetos asociados muestran una fuerte práctica de culto a los ancestros”, explicó uno de los investigadores del proyecto. Los Wari, como otras sociedades andinas, mantenían un vínculo constante con sus muertos. Los enterraban en posición vertical, los visitaban y los consideraban parte activa de la comunidad.

Cerca del cementerio, el hallazgo de bastones ceremoniales con iconografía del reino de Tiwanaku, ubicado en el altiplano boliviano, sugiere una relación de intercambio e influencia mutua. “Estos objetos demuestran que existió un contacto directo entre los Wari y otras culturas andinas del sur”, señalaron los arqueólogos.

Además, la presencia de conchas de ostras espinosas provenientes de la costa ecuatoriana confirma la existencia de redes comerciales extensas. En ese tiempo, Pachacámac probablemente era una colonia modesta dentro de la expansión Wari, aunque con el tiempo se transformó en un centro urbano importante bajo la administración inca. Las investigaciones continúan con el análisis de materiales orgánicos y textiles que podrían precisar su evolución cultural.

Un edificio Wari diferente a todo lo visto antes

El hallazgo se trata de
El hallazgo se trata de “un complejo arquitectónico de grandes dimensiones, formado por un edificio de dos plantas y un patio con almacenes de la época del Estado de Wari”. (Foto: UAB)

Mientras tanto, en el desierto de Nazca, los arqueólogos españoles del equipo de La Puntilla han identificado un tipo de construcción sin precedentes. En el sector conocido como El Trigal III, dentro de un área ocupada siglos atrás por la cultura Cahuachi, emergió una estructura de unos 130 metros cuadrados que pertenece al periodo Wari.

El edificio, levantado con muros de tierra compactada mediante la técnica del tapial, conserva restos de lo que fueron áreas para la preparación y almacenamiento de alimentos. Los estudios preliminares indican que el inmueble podría haber tenido dos niveles, un detalle que destaca por su complejidad arquitectónica. “No existe registro de una estructura similar en contextos rurales Wari”, detalló el informe publicado en Informes y Trabajos.

Este hallazgo plantea una nueva hipótesis: la existencia de pequeños enclaves administrados por funcionarios o élites locales. “Es posible que este edificio haya servido como residencia y centro de control para quienes supervisaban la producción agrícola y los talleres artesanales del valle”, señaló uno de los responsables del estudio. La ubicación apartada y el esfuerzo constructivo refuerzan la idea de que se trataba de un punto estratégico dentro del sistema político Wari.

En comparación con las grandes capitales de la sierra, como la monumental ciudad de Ayacucho, La Puntilla muestra una forma distinta de presencia estatal, más dispersa pero igualmente organizada. Las estructuras rurales revelan una administración basada en el trabajo servil y en el almacenamiento de recursos, elementos clave para sostener el poder central.

Con cada excavación, la antigua red que conectó los Andes centrales con la costa y el altiplano vuelve a emerger, revelando una civilización que, mucho antes del Imperio inca, ya había imaginado una forma de organización compleja, capaz de unir culturas y paisajes bajo una misma estructura política.