El transporte público en Lima y Callao se ha convertido en un escenario marcado por la violencia. En distintas avenidas, unidades de combi, buses y mototaxis se han vuelto blancos de ataques relacionados con la extorsión. El fenómeno no se limita a la amenaza, sino que en numerosos casos culmina con asesinatos a plena luz del día, frente a pasajeros y transeúntes.
El caso más reciente ocurrió en la avenida Colonial, donde sicarios dispararon contra el cobrador de una combi del Consorcio Vía Colonial. La víctima, de 27 años, murió en el acto, mientras los pasajeros quedaron atrapados en medio de la escena. Este hecho recordó la protesta que choferes y cobradores de la misma empresa realizaron meses atrás, cuando denunciaron que eran obligados a entregar hasta nueve soles diarios a bandas criminales a cambio de seguir trabajando en la ruta.
Choferes y cobradores en la mira
De acuerdo con el Observatorio de Crimen y Violencia del Banco de Crédito del Perú, la extorsión en el transporte público ha convertido a los trabajadores del volante en uno de los sectores más golpeados por el sicariato. El informe del Observatorio del Crimen y la Violencia detalla que mototaxistas, conductores de colectivos, choferes de micros y cobradores se encuentran entre los perfiles más repetidos en los registros de víctimas.

El estudio precisa que casi siete de cada diez personas asesinadas en este contexto tenían menos de 40 años. En particular, el 38% pertenecía al rango de 18 a 30 años y el 27% se ubicaba entre los 30 y 40. Estas cifras reflejan que la violencia no se concentra en adultos mayores ni en sectores marginales, sino en jóvenes que sostienen hogares, pagan deudas y representan la población económicamente activa.
El impacto en las familias
Las consecuencias de cada ataque trascienden a la víctima. Decenas de familias han quedado sin sustento luego de que un chofer, cobrador o mototaxista perdiera la vida en medio de una jornada laboral. En muchos casos, eran padres de niños pequeños que hoy enfrentan la orfandad y una situación económica frágil. El golpe emocional y material se siente con fuerza en barrios donde la informalidad del transporte es la principal fuente de ingreso.
A esta crisis se suma el trauma de los pasajeros que presencian los ataques. Viajar en transporte público se ha transformado en una experiencia cargada de temor, con personas que presencian ejecuciones en plena ruta y que deben continuar su día con la imagen del crimen. La dimensión psicológica de este fenómeno aún no se refleja en estadísticas oficiales, pero es parte de la huella que deja la extorsión en la población.
Extorsión sin freno en Lima y Callao

En los últimos meses, la extorsión en el transporte se ha expandido en paraderos, avenidas principales y zonas de alta circulación. Los delincuentes exigen pagos diarios a cambio de permitir el tránsito de unidades. Cuando los conductores se niegan, aparecen amenazas por mensaje de texto, ataques a balazos o incendios de vehículos.
La Policía Nacional enfrenta el reto de frenar esta modalidad en un contexto de incremento del sicariato. El general Óscar Arriola, nuevo jefe de la institución, reconoció que la criminalidad asociada a los cupos es uno de los mayores desafíos de su gestión. En el Callao, donde los ataques son frecuentes, las organizaciones del transporte afirman que las denuncias no han logrado traducirse en protección efectiva, lo que alimenta la sensación de desamparo entre choferes y cobradores.