El paro de transportistas convocado este jueves 2 de octubre causó una drástica disminución en la oferta de transporte público en Lima Sur, con especial impacto en los distritos de Villa El Salvador, San Juan de Miraflores y áreas aledañas. Desde primeras horas de la mañana, los paraderos mostraron largas filas y pasajeros que aguardaron hasta una hora para abordar unidades, muchas de las cuales circularon fuertemente congestionadas.
Tránsito fluido, pero escasez de buses en Villa El Salvador
En el óvalo Cocharcas, principal salida de Villa El Salvador hacia el centro de Lima, se reportó tránsito vehicular sin interrupciones, aunque la cantidad de buses y combis disponibles fue notoriamente baja. Algunas empresas como Vipusa y Virgen de la Puerta no desplegaron unidades, una situación confirmada por pasajeros y observada durante los monitoreos realizados desde el amanecer. “Será una hora ya más o menos”, manifestó una usuaria al describir la espera para tomar un bus, y añadió que la mayoría de los vehículos circulaban completos y muchos conductores adhirieron a la protesta.
Las empresas Etuchisa (los llamados “chinos” de color celeste), Nuevo Perú y algunos servicios menores de combis mantuvieron operaciones irregulares. Unidades de mototaxis aprovecharon la alta demanda y modificaron sus tarifas, aumentando el precio en hasta 50% por trayecto corto. Un pasajero explicó que un recorrido que usualmente costaba S/ 2 subió a S/ 6: “La gente abusa también, porque no hay carro”, detalló.
San Juan de Miraflores vive picos de caos y períodos de calma
En puntos como el Puente Atocongo, sobre la Panamericana Sur, la situación fluctuó entre el desorden y el restablecimiento parcial del transporte. Hacia las 7:30a.m. se registró un lapso de quince minutos donde ningún vehículo de transporte público pasó por el lugar. Este vacío generó aglomeraciones, especialmente de estudiantes y trabajadores que buscaban alternativas para desplazarse. Las empresas más grandes dejaron sin servicio tramos completos, empujando a los usuarios a esperar o buscar medios alternativos como taxis y mototaxis.
La presencia policial se adaptó al contexto. Desde tempranas horas se destinaron cerca de quince efectivos en el óvalo Cocharcas, mientras que en Atocongo el número de policías transitó de setenta a treinta, con agentes de tránsito interviniendo para organizar la movilidad. La vigilancia reforzada respondió tanto al desorden vial como a los temores por incidentes violentos contra conductores ocurridos en jornadas previas de protesta.
Empresas ausentes y alternativas insuficientes
El paro de transportistas afectó a empresas tradicionales que suelen movilizar a miles de personas por la Ruta C, como Vipusa y Virgen de la Puerta, cuyos buses de color verde no aparecieron en la avenida Pastor Sevilla ni en Mateo Pumacahua. Este vacío obligó a los pasajeros a improvisar trayectos, realizar transbordos o desplazarse hasta líneas operativas distantes o fuera de su ruta. La línea D, conformada por “coasters” amarillas y blanco-amarillas, también interrumpió operaciones tras denuncias de ataques delictivos ocurridos días anteriores.

Usuarios y autoridades evalúan salidas
Ante las restricciones, varios usuarios consultados señalaron que el tren eléctrico de la Línea 1, aunque operativo, no cubría sus rutas habituales o quedaba distante. Muchos optaron por caminar largas distancias hasta estaciones cercanas o buscar mototaxis y taxis informales, que elevaron considerablemente las tarifas.
Las autoridades locales y el Ministerio de Trabajo anunciaron tolerancia de dos horas en la marcación de ingreso laboral, una medida que benefició a parte de la población activa afectada por los retrasos. Mientras tanto, el sector del transporte urbano reiteró sus demandas, exigiendo a las autoridades soluciones frente al aumento de extorsiones, ataques y asesinatos dirigidos contra choferes y cobradores en Lima y Callao.