En octubre de 2025, las calles de Lima y el Callao acogerán una de las procesiones religiosas más numerosas del continente: la del Señor de los Milagros, una tradición que convoca a miles de fieles y que mantiene vigente la devoción al Cristo de Pachacamilla. La posibilidad de convertirse en cargador del anda que porta a la imagen principal constituye uno de los mayores anhelos entre los católicos peruanos, quienes encuentran en este rol un acto singular de compromiso y fe.
La Hermandad del Señor de los Milagros de Nazarenas (HSMN), que centraliza la organización de las principales actividades, coordina un exigente proceso de selección. Existen otras hermandades tanto en la capital peruana como en distintas regiones y comunidades del extranjero, todas enfocadas en preservar el fervor religioso y las prácticas asociadas a esta venerada imagen.
Convertirse en cargador requiere más que intención y devoción. Es necesario que un miembro activo de la Hermandad presente y recomiende al aspirante ante la cuadrilla seleccionada, modalidad que garantiza el compromiso y la continuidad de los valores tradicionales. La postulación no está abierta de manera irrestricta: el proceso requiere el cumplimiento de varios pasos formales y espirituales.
Entre los requisitos documentales, la Hermandad de Nazarenas exige a los postulantes copia legalizada de la partida de nacimiento, comprobante de bautismo, confirmación y, en caso de estar casado, partida de matrimonio religioso. Además, el aspirante debe cumplir con el pago anual correspondiente, estipulado por la organización.
Integrantes de la Hermandad recalcaron la importancia de la formación previa. “El camino hacia la cuadrilla exige que los postulantes asistan a misas de retiro y participen en la ‘Escuela del Postulante’, programa de formación espiritual y preparación física que dura alrededor de tres meses”, explicó un vocero. Durante este periodo, los candidatos reciben orientación sobre la historia de la devoción y las responsabilidades reales de portar el anda.
Superadas estas etapas, la directiva evaluará a quienes hayan aprobado la formación y verificado la documentación presentada, permitiendo su ingreso oficial a la cuadrilla correspondiente. La preparación física constituye un elemento fundamental, ya que cargar el anda demanda fortaleza y resistencia, factores indispensables por la extensión del recorrido que se realiza por las calles de la ciudad.
Cristo de Pachacamilla
El Señor de los Milagros es una de las devociones católicas más representativas y extendidas del Perú. Su imagen, conocida como el Cristo de Pachacamilla, se originó en el siglo XVII, cuando un esclavo angoleño pintó la figura de Cristo crucificado en una pared de adobe en Lima.La imagen sobrevivió intacta a los violentos terremotos de 1655 y 1687, situaciones que devastaron gran parte de la ciudad. Esta resistencia a la destrucción fue interpretada como un milagro, lo que dio inicio a su culto y a la organización de procesiones en su honor.
Con el tiempo, la veneración creció, extendiéndose a todo el país y convirtiéndose en uno de los símbolos religiosos y culturales más sólidos de la identidad nacional. La imagen es resguardada y trasladada por la Hermandad del Señor de los Milagros de Nazarenas, la principal organización encargada de mantener la tradición y coordinar las actividades litúrgicas.
La importancia de la procesión radica en varios factores. En primer lugar, moviliza a cientos de miles de fieles tanto en Lima como en otras ciudades del Perú y el extranjero. Cada octubre, la ciudad queda teñida del color morado que distingue a los devotos. La procesión es uno de los acontecimientos religiosos más multitudinarios de América Latina y un pilar de cohesión social, ya que congrega personas de todas las edades y sectores.
La caminata liderada por la imagen representa un acto de agradecimiento, súplica y esperanza para los participantes. Para muchos, acompañar al Señor de los Milagros constituye una oportunidad de expresar su fe, pedir protección y renovar sus compromisos espirituales. La procesión encarna valores de solidaridad, comunidad y resiliencia, y se ha consolidado como un espacio de encuentro en el que la fe y la cultura popular se entrelazan.