
En el Perú todavía existe una deuda pendiente con la educación: más de 8 millones de personas no concluyeron la escuela, y de ese universo, cerca de 2 millones son adultos mayores que nunca tuvieron la oportunidad de culminar la primaria o la secundaria. Esta realidad se traduce en una de las brechas más duras y silenciosas del sistema educativo, que afecta sobre todo a quienes crecieron en zonas rurales y en condiciones de vulnerabilidad.
Pese a ese panorama, este 24 de septiembre se vivirá en Lima una jornada de esperanza. Cincuenta y cinco estudiantes de distintas regiones, muchos de ellos adultos mayores, vestirán toga y birrete para celebrar su graduación tras vencer el analfabetismo y retomar su camino en la educación. La ceremonia, cargada de simbolismo, tendrá lugar en el Teatro NOS de la PUCP, en San Isidro, en el marco del evento “Reescribiendo historias: Nuestro compromiso con la educación para jóvenes y adultos”.
La segunda oportunidad de aprender
Entre los protagonistas destacan 16 alumnos de la Fundación Dispurse, que desde hace años trabaja con comunidades en Cusco, Cajamarca, Pasco, Apurímac y Lima. En Pasco, por ejemplo, varios beneficiarios del programa social Pensión 65 son parte de esta promoción. Para ellos, el retorno a las aulas no solo significó aprender a leer y escribir, sino también incorporar competencias digitales, lo que demuestra que nunca es tarde para adaptarse a un mundo que cambia rápidamente.
El evento también reconocerá a instituciones y autoridades que impulsan la educación de jóvenes y adultos. Uno de los casos más llamativos es el de la Municipalidad de Simón Bolívar, en Pasco, cuyo alcalde, Jaime William Zelada Chamorro, lleva adelante un plan de integración educativa para adultos mayores desde 2023. A través de alianzas con Pensión 65 y programas comunitarios, la gestión municipal logró que más personas de la tercera edad retomen sus estudios y fortalezcan su independencia.
“Detrás de cada número hay un rostro, una historia y una oportunidad”, recordó Ruth Anastacio, gerente de Operaciones de Dispurse, al explicar la importancia de abrir modelos educativos flexibles. Para la organización, el reto no es solo enseñar a leer y escribir, sino ofrecer certificaciones y acompañamiento que refuercen la confianza de los alumnos, devolviendo el mensaje de que nunca es tarde para aprender.
Iniciativas como el programa ¡EPA! de Es Hoy, el Programa de Alfabetización y las Escuelas Comunitarias Abiertas de Dispurse forman parte de esta red de segundas oportunidades. Con ellas, jóvenes y adultos que alguna vez quedaron fuera de las aulas hoy vuelven a escribir su historia, demostrando que la educación no tiene edad límite ni fecha de caducidad.
Analfabetismo golpea con mayor fuerza a adultos mayores en regiones rurales

El avance de la alfabetización en el país ha sido lento en los últimos quince años: la tasa de personas que no saben leer ni escribir solo se redujo en 2,6 puntos porcentuales en ese periodo. Este estancamiento refleja que la cobertura educativa alcanzada no ha sido suficiente para garantizar aprendizajes básicos y que persisten brechas significativas entre las zonas urbanas y rurales.
Más del 80% de la población analfabeta supera los 40 años de edad, un indicador que evidencia la deuda histórica con los adultos mayores. Los departamentos con las cifras más preocupantes son Huánuco (12,5%), Apurímac (11,2%) y Cajamarca (9,9%), regiones donde la falta de acceso a una alfabetización funcional limita las oportunidades de desarrollo, así como el ejercicio de derechos fundamentales.
Especialistas advierten que, aunque se han multiplicado los programas de educación, muchos no logran responder a las necesidades reales de los estudiantes adultos. La falta de pertinencia, de calidad en la enseñanza y de docentes capacitados genera que miles de personas abandonen estos procesos sin alcanzar las competencias básicas de lectura y escritura, perpetuando así la desigualdad educativa.