
A un año de la muerte de Alberto Fujimori, el debate sobre su legado sigue vigente en la sociedad peruana. A 35 años de su irrupción en la política nacional, el apellido Fujimori ocupa un lugar central en el escenario público, influenciando tanto a simpatizantes como a detractores, y marcando la estrategia de diversos sectores a medida que el país se acerca a las elecciones generales de 2026.
Alberto Fujimori llegó a la presidencia en 1990, sorprendiendo a la clase política tradicional con el movimiento “Cambio 90”. Su gobierno obtuvo una alta popularidad tras la derrota de Sendero Luminoso, organización terrorista que asoló al país, y por la aplicación de una reforma económica de corte neoliberal que estabilizó la macroeconomía tras una grave hiperinflación. En 1995 fue reelegido para un segundo mandato, extendiendo su influencia. Sin embargo, en el año 2000, tras orquestar una controvertida reforma constitucional y un proceso electoral plagado de irregularidades, buscó permanecer en el poder hasta el 2005. La aparición de los llamados ‘Vladivideos’, grabaciones que evidenciaron el funcionamiento de una red de corrupción encabezada por su asesor Vladimiro Montesinos, precipitó su caída. Ante la presión, escapó a Japón y envió su renuncia por fax desde ese país, pero el Congreso la rechazó y decretó su vacancia por “incapacidad moral”.
Tras ser extraditado, Fujimori fue sentenciado. Pese a ello, mantuvo una base de apoyo persistente, que mantuvo viva su corriente política: el fujimorismo. Este capital político quedó en manos de su hija, Keiko Fujimori, quien en 2006 fue elegida congresista con la mayor votación nacional. Desde entonces, buscó la presidencia en tres ocasiones: en 2011 perdió ante Ollanta Humala; en 2016 estuvo a menos de un punto porcentual de vencer a Pedro Pablo Kuczynski y en 2021 fue derrotada por Pedro Castillo. En cada proceso, la polarización aumentó y la fuerza del fujimorismo se mantuvo como eje de la derecha peruana.
El fujimorismo en el 2025
En el Congreso, Fuerza Popular —el partido fundado por Keiko Fujimori— se consolidó como la primera minoría en varios periodos. En la actualidad, la bancada fujimorista reúne 21 parlamentarios de regiones clave como Lima, Lambayeque, San Martín, Piura, Ancash, La Libertad, Ica, Amazonas, Junín, Ucayali, Callao, Cajamarca y Tumbes, lo que refleja su arraigo territorial y la continuidad de su presencia política, según los registros oficiales.
Para sus seguidores, el fujimorismo representa la mano dura contra la inseguridad y el terrorismo. Alegan que muchas de las políticas aplicadas por Alberto Fujimori deberían replicarse frente a la actual crisis de seguridad. Sus detractores, en cambio, subrayan el historial de autoritarismo, corrupción y violaciones de derechos humanos, y señalan que la bancada fujimorista actúa como aliado clave del gobierno de Dina Boluarte. A pesar de que la presidenta llegó al Ejecutivo tras el fallido autogolpe de Pedro Castillo con una agenda de izquierda, especialistas advierten que su administración se ha alineado con la mayoría congresal y se alejó de esa tendencia.
Con Keiko Fujimori nuevamente en el centro del debate, el fujimorismo se encamina a las elecciones de 2026. Aunque ella no ha anunciado formalmente su candidatura, dirigentes como la congresista Marta Moyano insisten en que “es la candidata natural”, pese a no haber logrado la presidencia en tres oportunidades. En la carrera reciente, obtuvo 48,55% de votos en 2011, 49,99% en 2016 y 49,87% en 2021, según datos oficiales electorales. Las encuestas más recientes siguen ubicándola entre los favoritos, disputando el liderazgo con figuras como Rafael López Aliaga, alcalde de Lima, aunque el escenario se muestra nuevamente fragmentado y con predominancia de candidatos de derecha.
La evolución del fujimorismo y la vigencia del legado de Alberto Fujimori mantienen un peso considerable, mientras el nombre del exdictador continúa definiendo la agenda y polarizando al electorado peruano a un año de su muerte.