
La democracia se sostiene en la confianza ciudadana y en la participación colectiva. Sin embargo, vivimos un tiempo marcado por la desafección política, la baja credibilidad en las instituciones y la indiferencia frente a los asuntos públicos. Este distanciamiento amenaza el futuro democrático del país y exige que la escuela asuma un rol más activo en la formación de jóvenes comprometidos con lo común.
En el Perú, la educación enfrenta retos estructurales. No basta con transmitir conocimientos: necesitamos que la escuela forme ciudadanos críticos, con valores democráticos y capacidad de liderazgo. La pregunta es cómo lograrlo en un contexto donde los ejemplos de corrupción y la crisis de representación parecen reforzar la apatía.
El liderazgo docente es clave. Un maestro comprometido no solo enseña, también inspira. Su ejemplo de integridad, coherencia y apertura al diálogo marca la diferencia en la manera como los estudiantes entienden el ejercicio de la ciudadanía. Invertir en su formación y acompañamiento debe ser una prioridad.
La escuela debe ser un espacio de práctica democrática. El respeto a la diversidad, la toma de decisiones colectivas y la participación estudiantil en proyectos comunitarios son experiencias concretas que permiten que los jóvenes vivan la democracia en el día a día, más allá de la teoría.
La formación en valores no puede ser secundaria. Honestidad, respeto y solidaridad son cimientos indispensables para reconstruir la confianza social. Estos valores se fortalecen cuando se conectan con la vida cotidiana del estudiante: desde la convivencia escolar hasta el servicio a la comunidad.
En CADE Escolar, el encuentro organizado por IPAE Acción Empresarial con el apoyo de International IDEA y la Unión Europea en Perú, buscamos precisamente abrir espacios para que adolescentes de todo el país debatan, reflexionen y ejerzan su voz frente a los desafíos del Perú. La escuela, acompañada por sus docentes, tiene la oportunidad de convertirse en el primer escenario donde los jóvenes entienden que su participación sí importa, que la democracia se construye con su acción y que el futuro del país depende de su compromiso.
Fortalecer la democracia empieza en las aulas. Allí se siembran las convicciones que permitirán que, pese a la crisis de representación, los jóvenes no renuncien a su derecho y deber de participar activamente en la vida pública.
