
Hace unos días, Barton Zwiebach volvió a pisar los pasillos de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), la institución donde inició su brillante recorrido académico. El 22 de agosto ofreció una charla en el auditorio de la Facultad de Ciencias, y la expectativa fue evidente: estudiantes, docentes y egresados hicieron largas filas para obtener un autógrafo o una fotografía con él. La emoción no era casualidad. Se trataba del físico peruano que trabaja en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), referente mundial y autor de un texto fundamental sobre la teoría de cuerdas, un campo de la física que busca explicar fenómenos ligados a la gravedad.
En la UNI, Zwiebach es recordado como uno de sus mejores alumnos, alguien que ingresó en 1972 sin preparación preuniversitaria y que rápidamente se colocó en los primeros lugares de rendimiento. Su regreso, más de cuatro décadas después, no solo despertó admiración por su trayectoria internacional, sino también por la vigencia de su mensaje: estudiar con disciplina, cultivar la curiosidad científica y entender que el conocimiento abre caminos.
La historia de Barton Zwiebach reúne dos dimensiones: la del estudiante que buscaba siempre mejorar sus resultados y la del docente que hoy enseña en inglés a jóvenes de diversas partes del mundo. Ese contraste quedó simbolizado en su visita a Lima, cuando cientos de estudiantes lo recibieron como a una figura académica destacada y, al mismo tiempo, como a un exalumno que alguna vez ocupó las mismas aulas.

Los años en la UNI
El ingreso de Barton Zwiebach a la UNI se produjo en 1972. Entre quienes compartieron aulas con él se encontraban Rodolfo Falconí Vásquez y otros futuros docentes que recuerdan su disciplina. En los primeros ciclos, los estudiantes asistían a cursos libres de matemáticas para reforzar su preparación antes de enfrentar asignaturas como Física. Fue en esas clases donde comenzó a destacar.
Rodolfo Falconí relató que desde los primeros semestres Zwiebach llamaba la atención por su dedicación. “En ese semestre vi a Barton, era muy dedicado a sus clases. En una ocasión, tuvimos una clase en el tercer piso de Ingeniería Civil. Recuerdo que era agosto de 1972. Él no era de hacer muchas amistades, pero si te acercabas y le pedías orientación para resolver algún problema, te ayudaba. Te daba las pautas de acuerdo a lo que sabías”, contó en una entrevista.
Aunque su tiempo estaba enfocado en el estudio, también se permitía momentos de ocio. Sus compañeros recuerdan que iba al billar frente a la universidad, aunque lo hacía de manera ocasional. Su disciplina, sin embargo, era la característica central de su paso por la institución. Manuel Arévalo Villanueva, profesor de la UNI, relató que Zwiebach mantenía un promedio extraordinario: “Barton se daba el lujo de sacar 20 en la primera práctica, 20 en la segunda, 20 en la tercera, 20 en la cuarta, y 20 en la quinta; esta última se eliminaba”.
La visión sobre las calificaciones

Zwiebach fue exigente incluso consigo mismo. Cuando obtenía una nota que no alcanzaba sus expectativas, se presentaba a exámenes sustitutorios para mejorarla. Modesto Montoya recordó que en más de una ocasión buscaba perfeccionar un 18 con la finalidad de lograr el máximo puntaje. Años después, el propio Zwiebach precisó que esa actitud no estaba vinculada a una obsesión con las calificaciones, sino a la necesidad de confirmar que había comprendido cada tema.
El profesor Arévalo Villanueva hizo una comparación entre el comportamiento de Zwiebach y el de estudiantes actuales. “Un peruano promedio saca 4 veintes y ya no da la última práctica. (...) Pero el judío tiene otra mentalidad; él quiere aprender. No le interesa la nota, sino el conocimiento, y para aprender, debe dar hasta la última práctica”, señaló.
Esa mentalidad lo llevó a terminar su tesis antes de concluir la carrera. Pese a que los años 70 estuvieron marcados por huelgas que interrumpieron el calendario académico, Zwiebach defendió su trabajo en 1977, meses antes de terminar el último ciclo. “Hizo su sustentación, creo que en octubre o noviembre. El ciclo terminaba en Navidad, pero él tenía que viajar a Estados Unidos. Entonces, con la universidad casi tomada, entraron por la ventana y sustentó su tesis”, recordó Arévalo Villanueva.
Carrera internacional

Tras culminar sus estudios en la UNI, Barton Zwiebach viajó a Estados Unidos, donde inició un camino académico que lo llevó a convertirse en referente en el campo de la física teórica. Cursó posgrados en el Instituto Tecnológico de California y en 1983 obtuvo su doctorado bajo la supervisión de Murray Gell-Mann, premio Nobel de Física. Posteriormente, se integró a instituciones como la Universidad de California en Berkeley y el MIT.
En el MIT se consolidó como docente e investigador. “El profesor Zwiebach diseñó y enseñó un nuevo curso en el plan de estudios de pregrado del MIT: String Theory for Undergraduates [8.251]”, señaló la institución en su portal web. El curso fue ofrecido por primera vez en 2002 y marcó un precedente al introducir la teoría de cuerdas a estudiantes de licenciatura.
A partir de esas clases escribió el libro A First Course in String Theory, publicado en 2004 y reeditado en 2009, que se convirtió en una referencia para jóvenes interesados en esta área de la física. Su labor docente recibió reconocimiento formal en 2003, cuando fue galardonado con el Premio a la Excelencia Docente en la Educación de Grado de la Escuela de Ciencias del MIT.
El recuerdo de Zwiebach en la UNI sigue vivo entre quienes compartieron aulas con él y entre los estudiantes que conocen su historia. La disciplina, la búsqueda de la perfección y su visión sobre el aprendizaje lo convirtieron en un referente. Como expresó en una entrevista en 2013: “Hagan un esfuerzo por aprender matemáticas y física, y manténganse abiertos a nuevas ideas, porque serán herramientas a lo largo de su vida”.