Durante décadas, la Torre Reloj del Parque Universitario permaneció como un testigo silencioso del paso del tiempo en Lima. Desde su inauguración en 1923, sus campanadas marcan el ritmo de la ciudad y han acompañado la memoria colectiva de generaciones. Sin embargo, el paso de los años, las intervenciones poco cuidadosas y el desgaste natural fueron ocultando los rasgos originales de este monumento que la colonia alemana entregó al Perú con motivo del centenario de su independencia.
Hoy, tras un largo proceso de restauración, la torre vuelve a mostrar su aspecto inicial. La Municipalidad de Lima, a través del Programa Municipal para la Recuperación del Centro Histórico de Lima (Prolima), presentó la renovación completa de la estructura. El proyecto, que comenzó en diciembre de 2024, implicó la participación de más de treinta especialistas entre arquitectos, conservadores y técnicos. Con una inversión aproximada de 800 mil soles, se devolvió a la ciudad no solo una pieza arquitectónica, sino también un símbolo histórico.
“Ya habíamos restaurado esculturas de Sebastián Lorente, de Hipólito Unanue, las farolas, pero nos tocaba intervenir en este elemento icónico de la ciudad, la Torre del Reloj”, declaró Luis Martín Bogdanovich Mendoza, gerente de Prolima a Infobae Perú. El funcionario precisó que no se trataba únicamente de limpiar la fachada: “Se recuperaron los colores originales, las columnas y barandas de mármol, las placas de bronce, la pintura mural al interior y hasta el aparato que medía antiguamente los vientos”.
La restauración no solo se enfocó en devolverle su aspecto original, también incorporó un nuevo sistema de iluminación nocturna y elementos museográficos que permiten al visitante comprender la historia del monumento. Así, el espacio quedó abierto para recorridos tanto de día como de noche.
Un regalo alemán en el centenario de la independencia

La Torre Reloj fue un obsequio de la colonia alemana al Perú para conmemorar los 100 años de la independencia nacional. La colocación de la primera piedra ocurrió el 30 de julio de 1921, en plena gestión del presidente Augusto B. Leguía. La ceremonia inaugural, el 10 de julio de 1923, contó con la presencia de autoridades peruanas y del embajador alemán, el barón Alexander von Humboldt.
Diseñada por los ingenieros Dunkelberg y Pellny, la torre mide 29 metros de altura y responde al estilo neoclásico historicista. Está compuesta por cuatro cuerpos separados por cornisas. El primero, en ocre, presenta acabado almohadillado; el segundo exhibe óculos arquitectónicos y ventanas; el tercero alberga el reloj; y el cuarto culmina en una cúpula de cobre con remates de madera.
Además de su función principal como marcador del tiempo, la torre integra un sistema musical que la convierte en una enorme caja sonora. Cada día, a las ocho de la mañana, al mediodía, a las seis de la tarde y a la medianoche, las campanas interpretan el Himno Nacional del Perú, un rasgo que la diferencia de cualquier otra estructura limeña.
Recuperar lo oculto

La intervención actual implicó descubrir materiales originales que durante décadas permanecieron cubiertos por capas de pintura. Carlos Saldarriaga, restaurador de Prolima, explicó a Infobae Perú que el primer paso fue realizar un diagnóstico completo del estado de conservación: “Tenía por lo menos diez capas de pintura que cubrían el material original. Descubrimos que la torre estaba hecha de cuarzo en dos tonalidades, gris y beige, además de columnas y barandas de mármol que habían sido pintadas con esmalte”.
Una vez identificados los deterioros, el equipo elaboró el expediente técnico que fue aprobado por el Ministerio de Cultura. Luego comenzó la intervención, que consistió en retirar las capas añadidas, recuperar el mármol, limpiar las superficies de bronce y reparar la cúpula de cobre. El especialista detalló que en el interior se trabajó con las campanas de bronce y con el remate superior, hecho de planchas de cobre sostenidas en una estructura de madera. También se desarmó completamente el reloj para restaurar sus piezas, de las cuales el 90 % eran originales.
La investigación histórica permitió restituir elementos decorativos que ya no existían. Entre ellos, una veleta y un anemómetro, instrumentos que en su origen marcaban la dirección y la velocidad del viento. “En fotos antiguas vimos que existían, y dentro encontramos los cables que los conectaban con un aparato de control. Eso nos dio la pauta para reconstruirlos”, señaló Saldarriaga.
El reloj y su mecánica

El reloj de la torre es una pieza de ingeniería que combina precisión y resistencia. Enrique Zúñiga Pocco, técnico relojero de Prolima, describió en entrevista con Infobae Perú cuál fue el mayor desafío: “El primer reto fue el ensamblaje. Hubo que desarmar todo el mecanismo, enumerar las piezas y volverlas a colocar para que coincidieran. Todo debía encajar exactamente igual”.
Zúñiga, con más de catorce años a cargo del mantenimiento de la máquina, aseguró que todas las piezas permanecen originales: “No se ha reemplazado nada. Incluso los tres tambores de hierro con coronas de bronce esafilado siguen siendo los mismos, al igual que las once campanas de bronce que pesan cerca de dos toneladas”.
El trabajo incluyó también las pesas de plomo que garantizan el movimiento del mecanismo, en total 150 kilos distribuidos en tres bloques. “Primero se instalaron las combas y los brazos, luego los piñones externos y al final la máquina de reloj. La originalidad está intacta”, afirmó el especialista.
El reloj nunca dejó de funcionar, pero necesitaba una limpieza integral y un mantenimiento especializado. Hoy, gracias a la intervención, seguirá marcando el tiempo con la misma exactitud de siempre. Su mantenimiento quedará a cargo de Prolima, mientras Zúñiga continuará dándole cuerda dos veces por semana.
Los detalles artísticos

En el interior, también se restauraron murales, puertas de madera y placas conmemorativas. Una de las inscripciones que fue rescatada dice: “Dulce decorum est pro patria mori” (Dulce y decoroso es morir por la patria). La escena representa a un soldado caído que sueña con su hogar, su familia y su país. “Es un trabajo bonito que ahora la ciudadanía podrá visitar y comprender”, expresó Bogdanovich.
El monumento está adornado con representaciones simbólicas. En su fachada sur aparece un soldado alemán, mientras que al norte se observa un rostro alado con un reloj de arena. A los costados, las placas conmemorativas recuerdan la entrega de la colonia alemana. Una de ellas incluye la imagen del monitor Huáscar junto a los escudos de Alemania y Perú.
El gerente de Prolima destacó que la recuperación de la Torre Reloj forma parte del Plan Maestro para el Centro Histórico de Lima, aprobado en 2019. “Con este trabajo se devuelve a los limeños un monumento plenamente recuperado que podrán visitar tanto de día como de noche, porque está iluminado”, afirmó Bogdanovich.
La restauración se suma a otras obras en marcha dentro del Parque Universitario. Según adelantó el funcionario, en los próximos meses quedarán listos el Panteón de los Próceres y la iglesia de San Carlos, ambos con procesos de recuperación minuciosos. Además, se proyecta la iluminación de plazas y avenidas principales, así como la restauración de edificios históricos como el Giacoletti y el antiguo Hospital Real de San Andrés.
El objetivo es que hacia finales de año varias entregas se concreten en paralelo: “Se entrega la iglesia de Trinitarias, Santo Cristo, Santiago del Cercado, el Prado y San Carlos. Y se inician proyectos de mediano y largo plazo como la restauración del Yacoletti”, señaló.
Una torre que vuelve a brillar

La Torre Reloj, más de un siglo después de su inauguración, recupera el esplendor con el que fue concebida. En adelante, sus campanas seguirán entonando el himno nacional cuatro veces al día, sus muros mostrarán el cuarzo y mármol originales y su cúpula brillará en cobre iluminado en las noches limeñas.
“Es un regalo del gobierno alemán por los cien años de independencia del Perú. Para nosotros significa mucho porque permite dar a conocer el trabajo de los restauradores de Prolima”, sostuvo Saldarriaga.
Zúñiga, por su parte, confesó el sentido personal de su oficio: “Para mí, después de catorce años a cargo del reloj, es algo grandioso. Siento que manejo mi vocación. Siempre lo he mantenido ordenado porque acá no se puede variar nada: la originalidad está ahí, como está”.
El monumento, entregado por la colonia alemana en 1923 y reinaugurado tras meses de trabajos en 2025, vuelve a ocupar un lugar central en la memoria urbana de la Ciudad de los Reyes.