
El penal donde el poder termina. La reciente orden de prisión preventiva contra Martín Vizcarra podría sumar un nuevo nombre a la lista de mandatarios que han terminado tras las rejas en el Perú. El Poder Judicial dispuso que el exjefe de Estado cumpla cinco meses de reclusión mientras avanza la investigación por presuntos actos de corrupción durante su gestión como gobernador regional de Moquegua, entre 2011 y 2014.
A raíz de la medida, el exmandatario podría ser trasladado al Penal de Barbadillo, un centro de reclusión que en los últimos años se ha convertido en sinónimo de justicia para las más altas esferas del poder político. Esto debido a que cuatro expresidentes de Perú se encuentran actualmente en prisión de manera simultánea, un hecho sin precedentes en el país y posiblemente único en el mundo.
Este establecimiento, administrado por el Instituto Nacional Penitenciario (INPE), no es una cárcel común. Conocido popularmente como la “cárcel de los expresidentes”, el penal está ubicado dentro de la Dirección de Operaciones Especiales (Diroes) de la Policía Nacional, en el distrito de Ate. Allí ya cumplen condena o prisión preventiva Pedro Castillo, Alejandro Toledo y Ollanta Humala, todos procesados por delitos graves, principalmente vinculados a casos de corrupción de alto perfil.
Un penal construido para un solo reo que ahora alberga a varios expresidentes
El Penal de Barbadillo nació en 2007 con un objetivo específico: alojar al fallecido expresidente Alberto Fujimori tras su extradición desde Chile. En sus primeros años, el establecimiento estaba diseñado para un solo interno y contaba con espacios adaptados para que el exmandatario cumpla su condena por violaciones a los derechos humanos y corrupción. Con el tiempo, sin embargo, su uso se amplió debido a la necesidad de custodiar a otros exgobernantes involucrados en investigaciones judiciales.
Según información recabada por El Comercio, el penal ocupa aproximadamente 800 metros cuadrados y cuenta con celdas individuales de unos 15 metros cuadrados, equipadas con cama, mesa, baño privado y un pequeño espacio adicional para comedor o visitas. También dispone de un servicio médico operativo de lunes a sábado, técnicos de enfermería las 24 horas y una ambulancia equipada lista para emergencias. Aunque tiene un servicio de alimentación, es habitual que familiares de los internos lleven comida preparada.
El acceso al patio y al biohuerto del penal está regulado por turnos debido al régimen cerrado ordinario. Desde que más expresidentes fueron recluidos, se han realizado modificaciones internas para habilitar más espacios de reclusión, adaptando lo que antes era el uso exclusivo de Fujimori. El teléfono público instalado dentro del penal ha sido motivo de controversias, como cuando en 2013 Fujimori ofreció una entrevista en vivo para una radio local, lo que provocó que se retire temporalmente la línea.
Los exmandatarios que han pasado por Barbadillo

El primer inquilino de esta prisión fue Alberto Fujimori, quien pasó 16 años recluido por crímenes de lesa humanidad y corrupción. Tras él, el penal recibió en diciembre de 2022 a Pedro Castillo, detenido después de intentar disolver el Congreso y acusado de rebelión y organización criminal. En abril de 2023, llegó Alejandro Toledo, extraditado desde Estados Unidos y condenado a 20 años y seis meses por recibir US$ 35 millones en sobornos de Odebrecht.
En 2025, la lista se amplió con la condena de Ollanta Humala a 15 años de prisión por lavado de activos, tras demostrarse que recibió aportes ilegales de Odebrecht y del gobierno venezolano para sus campañas electorales. Ahora, con la medida dictada contra Martín Vizcarra, el penal podría albergar a su quinto expresidente.
Barbadillo es un caso particular dentro del sistema penitenciario peruano, donde la sobrepoblación es uno de los mayores problemas. Mientras que otras cárceles, como los penales de Callao, Abancay o Huancavelica, operan con niveles de hacinamiento de hasta 500%, este centro mantiene un número reducido de internos debido a su carácter especial y al perfil de los reclusos.
La eventual llegada de Vizcarra marcaría un nuevo capítulo en la historia de esta prisión que, de forma involuntaria, se ha convertido en un símbolo del destino que han enfrentado varios de los más altos líderes políticos del país en las últimas dos décadas.