
Ciertos olores no solo despiertan recuerdos, también afectan funciones básicas del cuerpo. Estudios en neurociencia y bioquímica confirman que algunas esencias naturales influyen directamente en el bienestar físico y emocional. La aromaterapia, antes considerada una práctica ancestral sin respaldo, ha despertado el interés de la comunidad científica.
Albert Xamena, bioquímico español especializado en estrés y memoria, sostiene que los olores modifican el estado mental y corporal de forma medible. Según explica en un video publicado en sus redes sociales, las moléculas aromáticas tienen la capacidad de acceder a zonas profundas del cerebro sin pasar por el tálamo, lo que les permite interactuar directamente con regiones clave como la amígdala, el hipocampo y el hipotálamo.
Estas estructuras cerebrales participan en la gestión de emociones, la consolidación de recuerdos y la regulación de funciones como el sueño o el apetito. El especialista subraya que el olfato tiene un “acceso privilegiado” a las memorias autobiográficas, lo que explica su impacto en el ánimo, la percepción del dolor y la calidad del descanso.
El creciente número de estudios sobre este tema ha reforzado la idea de que los estímulos olfativos no deben subestimarse. La ciencia ha comenzado a trazar conexiones claras entre ciertos aromas y respuestas fisiológicas concretas, lo que convierte a los aceites esenciales en una herramienta terapéutica con base bioquímica.
Xamena insiste en que estos efectos no son subjetivos ni placebo. Las tecnologías de imagen cerebral, como la resonancia magnética funcional, han demostrado que los aromas modulan la actividad neuronal en tiempo real, especialmente en contextos de estrés o insomnio.

Los efectos comprobados de la lavanda en el cuerpo y la mente
Entre las esencias estudiadas, la lavanda ocupa un lugar destacado por su capacidad para calmar el sistema nervioso. “Si duermes simplemente con flores de lavanda al lado puedes reducir muchísimo la activación del sistema nervioso simpático”, asegura Xamena. Este sistema activa las respuestas de lucha o huida, por lo que su disminución facilita el descanso profundo.
Investigaciones recientes respaldan esta afirmación. Se han detectado cambios reales en la actividad cerebral tras la respiración del aroma de lavanda, así como una reducción en los niveles de cortisol, hormona relacionada con el estrés. Además, los estudios señalan una mejora en el poder antioxidante de la saliva, lo que sugiere beneficios adicionales para la salud general.
El efecto calmante de la lavanda no se limita al sueño. El bioquímico señala que también puede ayudar a reducir la ansiedad y a mejorar la capacidad de concentración. Estas propiedades la convierten en una aliada útil tanto en entornos clínicos como en el hogar.
La clave de su eficacia radica en la forma en que el cerebro procesa los olores. A diferencia de otros sentidos, el olfato no atraviesa los filtros racionales del tálamo. En su lugar, conecta directamente con el sistema límbico, área relacionada con las emociones y comportamientos instintivos.
“El olfato nos vincula con nuestra parte más esencial”, afirma Xamena. “Pueden evocar recuerdos, provocar calma o incluso ayudarnos a estudiar o a meditar”. Esta conexión directa explica por qué una simple esencia puede tener efectos tan profundos y rápidos.
Otros aromas con beneficios para la mente
Aunque la lavanda concentra buena parte de la atención científica, no es la única con efectos demostrados sobre el sistema nervioso. Xamena destaca otros dos aromas con beneficios específicos: el incienso y la menta.
El incienso, según el experto, favorece la producción de ondas cerebrales alfa, vinculadas con estados de calma y concentración. Por este motivo, su uso resulta útil en prácticas de meditación o actividades que requieren foco mental.
La menta, por su parte, mejora la memoria y la atención. Estudios controlados muestran que este aroma incrementa el rendimiento cognitivo en tareas que exigen concentración sostenida. Al igual que la lavanda, su efecto también se relaciona con la modulación del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, encargado de regular la respuesta del cuerpo al estrés.

Xamena explica que estas respuestas no son esotéricas ni simbólicas. Son reacciones neurofisiológicas que surgen del contacto entre las moléculas aromáticas y los receptores olfativos, los cuales activan rutas específicas en el cerebro.
Precauciones básicas para aplicar aceites esenciales
Pese a sus beneficios, el bioquímico advierte que los aceites esenciales no son inofensivos. Al tratarse de extractos concentrados de plantas, su uso requiere precaución. “No estamos hablando de perfumes comerciales, sino de sustancias con efectos reales sobre el organismo”, señala.
Para garantizar la seguridad, Xamena recomienda utilizar productos 100% puros y verificar que incluyan el nombre botánico de la planta. Es fundamental evitar aquellos que contengan aromas artificiales o mezclas sintéticas.
El especialista sugiere usar los aceites con moderación. Entre sus métodos preferidos, menciona colocar una o dos gotas en un pañuelo o utilizar un difusor por un tiempo máximo de una hora. También permite añadirlos a la bañera, pero siempre diluidos en sal o aceite vegetal, nunca directamente al agua.
Aplicarlos de forma incorrecta puede provocar efectos adversos como dolor de cabeza o irritación. Por eso insiste en que el modo de uso determina si el resultado será beneficioso o perjudicial. “La diferencia está en cómo lo apliques”, concluye.