En el momento menos esperado, una imagen puede quedarse grabada para siempre. Para Ximena Chávez, fue un libro que se apareció en una visión. Las hojas flotaban en medio de una atmósfera que parecía ajena al tiempo. Lo vio con una claridad difícil de explicar, mientras participaba en una sesión de ayahuasca en Iquitos, hace más de una década. “Las hojas volaban, podía sentir el olor del papel, la textura… Fue algo muy vívido”, recuerda. Al volver a Lima, empezó a escribir al día siguiente.
Aquella primera página fue el punto de partida de un proceso que no se detuvo durante más de diez años. Las palabras llegaron sin avisar, pero con una fuerza que no le permitió mirar hacia otro lado. Ximena encontró en esa imagen la necesidad de explorar preguntas no resueltas, y a través de ellas, dar forma a una historia atravesada por el realismo mágico, los vínculos familiares, la herencia no dicha y el lugar que ocupan las mujeres en contextos marcados por el silencio.
“Mirey” no nació de una planificación detallada, sino del impulso de la escritura. Lo primero que apareció fue Azucena, una mujer cuyas raíces están conectadas con los relatos que la autora escuchó desde su niñez. A partir de ella se desarrolló una trama que conecta a tres generaciones femeninas en una familia cajamarquina vinculada con un linaje francés. En palabras de Chávez: “Fue construida a partir de historias que he escuchado desde que era niña: relatos de mujeres que me marcaron”.
La novela entrelaza la historia de Azucena con las de Catalina y Mireille, y con la llegada de una familia francesa a Cajamarca. La conexión con Francia no fue casual. “Me identifiqué profundamente con la lengua francesa. Estudié el idioma durante algunos años, lo amo. Me gusta mucho su cultura, así que pensé: ‘¿Por qué no traer una familia francesa al Perú?’”, explicó. Así, los caminos geográficos y simbólicos de la novela se construyeron a partir de las afinidades emocionales de la autora.
Tres mujeres, una historia que busca cerrar círculos

La novela gira en torno a tres mujeres de la alta sociedad cajamarquina: Azucena, Catalina y Mireille. Cada una representa una forma distinta de enfrentar el pasado y las marcas que deja. A lo largo de sus capítulos, las voces se entrelazan para armar una narración que se expande en el tiempo y en el espacio. “Tenía en mi cabeza muy clara a las tres mujeres: Azucena, Catalina y Mirey. Eso me facilitó mucho el proceso de entrelazar sus historias”, afirma Chávez.
La estructura original del manuscrito superaba las novecientas páginas. A pesar de los cortes necesarios para su publicación, la editora Alessandra Canessa destacó la solidez de su arquitectura narrativa desde el primer momento. “Ella me felicitó por la estructura”, comenta la autora. La novela terminó siendo publicada por Planeta y actualmente puede encontrarse en varias librerías del país y en plataformas digitales.
La protagonista que da nombre al libro —Mireille— es quien toma la voz en el relato y escribe desde dentro de la historia. Para la autora del libro, hay un vínculo estrecho entre ella y su personaje: “Aunque sea un personaje ficticio, escribe a través de mis manos, con mi voz”. Esta afirmación no implica que la novela sea autobiográfica, pero sí refleja cómo se alimenta de experiencias propias y ajenas que la autora sintió la necesidad de poner en palabras.
Catalina, uno de los personajes más complejos, vive su historia en una época marcada por la represión religiosa. La autora señala que esa parte de la novela la tocó especialmente: “La de Catalina, en especial, es muy dura, situada en una época de represión religiosa, donde muchas verdades se silenciaban”. El silencio como herencia, la dificultad de nombrar lo vivido y la necesidad de dar sentido a lo heredado son hilos que recorren toda la narración.
El realismo mágico como recurso para hablar del dolor

Uno de los elementos distintivos de Mirey es su uso del realismo mágico. La autora lo considera una herramienta clave para abordar temas difíciles. “Me permite abordar hechos muy reales con toques de magia y fantasía, lo que enriquece la historia y le da profundidad”, explicó. En este estilo encontró un espacio para narrar el trauma sin caer en el testimonio explícito, usando símbolos y atmósferas que permiten al lector interpretar desde distintas perspectivas.
Entre los personajes que surgen en ese universo mágico están Barü, una mujer mimo, y el Loco Ceniza. Para Chávez, Barü es uno de los personajes más entrañables: “Esta mujer mimo me encanta”. Ambos habitan un lugar llamado Mariurla, concebido como un mundo paralelo que apareció completo en su imaginación. “Todo el universo de Mariurla surgió de pronto en mi cabeza y fue un hallazgo maravilloso”, cuenta.
Además, la autora juega con elementos de la naturaleza, que en su novela tienen voz y emociones. “Hay elementos que hablan, que lloran, que ríen. Colores que atormentan o silencian”, explica. Esta dimensión simbólica le permitió escribir de forma más libre y cercana a su sensibilidad personal. El proceso de escritura, asegura, tuvo un efecto liberador y terapéutico.
Una de las preguntas frecuentes que ha recibido es si su novela se puede considerar juvenil. Ximena responde con claridad: “Yo no lo catalogaría como novela juvenil, aunque puede ser leída por jóvenes. Tiene muchos niveles de lectura, muchas preguntas y mucho realismo mágico”. La complejidad de los temas y la profundidad emocional de la historia hacen que la obra pueda ser leída por distintos públicos.
La autora ha recibido comentarios de personas que se sintieron profundamente conectadas con la historia. Algunos incluso le dijeron que el libro podría haberse dividido en varias entregas. “Lo más bonito ha sido que mi novela me ha enseñado a perder el miedo a la muerte, al juicio, a la crítica”, dice. Para ella, el encuentro con los lectores ha sido un espacio de apertura y aprendizaje.
El proceso de cierre tampoco fue sencillo. Después de más de una década de trabajo, despedirse de la historia fue una experiencia marcada por la nostalgia. “Es difícil ponerle un punto final a una historia, porque las historias nunca acaban del todo”, reflexiona. Aun así, decidió soltar, sabiendo que ese gesto permitiría que el libro llegara a los lectores. “Ese punto final fue triste, lleno de nostalgia, aunque también decisivo”.
Teatro, segunda novela y exploración de formatos

El universo de Mirey no terminó con la publicación del libro. Chávez ya trabaja en varios proyectos derivados. Uno de ellos es un spin-off centrado en Mariurla y Barü, que espera convertir en una obra teatral. “Ya lo estoy conversando con mi editora, que es una genia en guión teatral”, afirma. Aunque todavía no domina el lenguaje del teatro, está dispuesta a aprender y desarrollar ese proyecto desde cero.
También está escribiendo su segunda novela, aunque por ahora dedica más tiempo a la promoción de Mirey. “Quiero seguir explorando este universo, aprender a escribir guiones y seguir contando historias desde nuevos formatos”, afirma. La escritura, para ella, se ha convertido en una forma de seguir preguntando, de seguir construyendo sentido.
Los lectores pueden encontrar el libro en librerías como Crisol, El Virrey, Babel, La Familia y próximamente en La Rebelde. También está disponible en plataformas digitales. Chávez participa en eventos literarios y conversatorios. Uno de ellos tuvo lugar en la Feria Internacional del Libro de Lima, donde compartió mesa con otras autoras para hablar del rol de la mujer en la literatura y el proceso de escritura.