
Walter y José Guevara, hermanos gemelos de 18 años originarios de Chiclayo, Perú, comparten más que el vínculo de la sangre: ambos enfrentan un diagnóstico devastador de tumores en sus piernas. Su historia tomó un giro inesperado cuando su madre, María Ysabel, decidió dejarlo todo en busca de una última esperanza médica en Estados Unidos.
La familia llegó en marzo a Rochester, Minnesota, tras obtener visas humanitarias que les permitieron acceder a una consulta en la Clínica Mayo. Desde entonces, la lucha por la salud de Walter —cuyo cáncer está en etapa avanzada— y la atención pendiente de José se ha convertido en una travesía marcada por la fe, el esfuerzo comunitario y una carrera contra el tiempo.
Un viaje por sobrevivir
Según el Chicago Times, todo comenzó en 2021, cuando Walter experimentó un fuerte dolor en la pierna mientras jugaba con sus hermanos. El diagnóstico médico en el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas (INEN) confirmó un cáncer raro de tejidos blandos. Poco después, se detectaron tumores similares en José.
Ante el deterioro progresivo de Walter y las limitaciones del sistema de salud peruano, María Ysabel, madre soltera de cinco hijos, optó por intentar lo imposible: trasladarse a Estados Unidos. Sin saber inglés y con recursos limitados, ahorró dinero, apeló la negativa inicial de su solicitud de visa y logró concretar el viaje gracias a lo que describe como “la gracia de Dios”.

Al llegar a EE. UU., Walter fue hospitalizado de emergencia. Presentaba un neumotórax —colapso pulmonar— y un tumor en la pierna del tamaño de una bola de boliche. Fue sometido a una amputación por encima de la rodilla y ahora, con ayuda de una prótesis, aprende a caminar nuevamente.
Una familia dividida, pero unida en la distancia
El permiso otorgado por las autoridades migratorias tiene una duración de seis meses. Mientras Walter y José permanecen en Minnesota para sus citas médicas, tres de sus hermanos continúan en Perú. La madre afirma que su mayor deseo es estar tranquila de haberlo intentado todo, y confía en que los tratamientos ofrecidos en EE. UU. puedan marcar una diferencia tanto para Walter como para José.
“Quiero luchar hasta el final”, sostiene. En su opinión, el caso de los gemelos podría también tener valor para la investigación médica debido a la evolución paralela de su enfermedad.
Mientras esperan una segunda opinión médica, los hermanos se mantienen unidos. José ha dejado sus estudios de medicina en Perú para convertirse en el principal cuidador de Walter. Juntos, asisten a sus citas, practican vóley en el patio y mantienen el contacto diario con su familia en Chiclayo.
Apoyo en Chicago

El 28 de julio, Día de la Independencia del Perú, la familia viajó a Chicago, donde fueron acogidos por miembros de la comunidad peruana. En la ciudad, recibieron el respaldo del cónsul y del dueño de un restaurante local, quienes organizaron visitas, alojamiento y actividades para hacerlos sentir en casa.
Gracias al esfuerzo de voluntarios, estudiantes de medicina y profesionales de la salud, se han enviado solicitudes de evaluación a varios centros médicos en EE. UU. Uno de ellos, en Texas, ha estimado un costo de hasta 750 mil dólares para tratar el caso de Walter. Otro planteó un monto inicial de 37 mil dólares solo para consulta.
Aunque la familia ha recibido algunas donaciones y el respaldo de campañas de recaudación, siguen afrontando deudas médicas significativas. A esto se suma la incertidumbre sobre la extensión de su estadía legal en el país y la continuidad del tratamiento.
Entre papas fritas de yuca y pisco sour, una pausa
Durante su visita a Chicago, Walter y José compartieron una comida criolla en un restaurante del vecindario Rogers Park, en medio de risas y conversaciones con nuevos amigos. Participaron también en una misa por Fiestas Patrias, bailaron música peruana y brindaron con pisco sour en la Parroquia Our Lady of Mercy.
Al cierre del viaje, tomaron un bus de regreso a Rochester para continuar con el tratamiento, con la esperanza de una segunda evaluación que permita un nuevo abordaje médico.
“Vivir con esta agonía de no saber si tu hijo va a morir mañana o pasado es horrible”, confesó la madre. Aun así, se mantiene firme: su propósito es agotar todas las posibilidades por la vida de sus hijos.