
El Centro de Lima se convierte cada 28 de julio en escenario de una de las imágenes sonoras más potentes de las Fiestas Patrias. Durante la mañana, las históricas calles que rodean la Plaza de Armas vibran con el disparo de 21 cañonazos, marcando el inicio oficial de la ceremonia por el aniversario de la independencia nacional.
Este estallido, a cargo de la Legión Peruana de la Guardia, no solo sobresale como homenaje patriótico, también revela un relato lleno de simbolismo y memoria que se remonta siglos atrás. La mañana de este lunes se volvió a vivir esa escena.
La costumbre de los 21 camaretazos, como también se le llama, en eventos oficiales no nació en tiempos de república, ni se limita al Perú, según entendidos en el tema. Su raíz histórica aparece en el siglo XVI, cuando las embarcaciones que llegaban al puerto del Callao disparaban siete salvas.

Con cada estruendo, las tripulaciones despejaban dudas sobre posibles hostilidades y anunciaban a autoridades locales que sus cañones estaban descargados; así, lograban transmitir un mensaje de paz y respeto. Con el paso de los años, estos gestos simbólicos aumentaron en número, acompañando la evolución de protocolos entre naciones y consolidándose como una manera universal de rendir honor.
El número 21 en la actualidad responde a una convención internacional que establece esta cifra como el máximo saludo de respeto a una nación, a sus símbolos y a sus principales autoridades. Superar esa cantidad generaba sospechas de amenaza o piratería en el pasado.
Esta tradición terminó por fijarse en el ceremonial militar peruano y adquirió carácter propio cada vez que el país celebra su independencia.

Custodios de la tradición
El protagonismo en esta ceremonia recae en la Legión Peruana de la Guardia, unidad icónica del Ejército creada por el libertador José de San Martín en 1821. Sus integrantes portan uniformes con detalles históricos: chaqueta polaca, pantalón azul con cintillo y cañabotas.
Actualmente, la totalidad del Batallón de Infantería N.º 1, la Batería de Artillería Volante y el Regimiento de Caballería Glorioso Húsares de Junín participan de la preparación. Los cañones —de origen francés— son alineados días antes para estar listos en el protocolo de las Fiestas Patrias.
La dinámica de los cañonazos también varía según la investidura. Se reservan 21 disparos para el saludo al jefe de Estado durante la jornada central del 28 de julio, principalmente al inicio del mensaje presidencial a la Nación y a su retorno al Palacio de Gobierno desde el Congreso.
Si otras autoridades asumen la presidencia del acto, como el ministro de Defensa, la cifra baja a 19. En el caso de comandantes generales del Ejército la cantidad desciende a 17.
De legado a ritual
El uso de las salvas de cañón en acontecimientos relevantes atraviesa historias nacionales muy distintas. En Europa, el saludo con artillería sirvió como declaración de paz y muestra de respeto.
Particularmente, el imperio británico y Estados Unidos acordaron en el siglo XIX la cifra de 21 cañonazos para saludar tanto embarcaciones monárquicas como republicanas, consolidando así un lenguaje universal de honores militares.
En el contexto peruano, este acto tiene una doble función: reafirma la soberanía nacional y resalta la continuidad histórica desde la etapa colonial hasta la vida republicana. Cada explosión —en la actualidad ejecutada con rigurosa precisión por la Legión Peruana de la Guardia— sirve de recordatorio para la ciudadanía sobre la construcción de la identidad nacional.

Tradición y solemnidad
La secuencia de los camaretazos se convierte cada año en un momento de pausa y reflexión en Lima y en todo el país. Edificios, plazas y calles se estremecen con cada disparo mientras la población, tanto presencialmente como a distancia, se une a través del eco de la ceremonia.
Detrás del estrépito y la pólvora, se puede identificar una red de significados enraizados en el respeto al Estado, la memoria colectiva y la historia. La organización exacta del acto, el despliegue de los uniformes históricos, la elección de la Plaza de Armas como epicentro y la precisión del número de salvas bordean la solemnidad y recuerdan que el Perú, 204 años después de su independencia, continúa sumando gestos que refuerzan la unión nacional.