
Miguel Ángel Santiváñez López, arquitecto peruano de 28 años, inició una nueva etapa en su vida profesional y académica, en Nueva York, para realizar un posgrado en Diseño Urbano en la Universidad de Columbia. Este logro lo consiguió gracias a la Beca Generación del Bicentenario 2025, programa del Estado peruano que lo reconoció como primer puesto nacional. De esta manera, pudo continuar sus estudios con financiamiento completo.
Desde su llegada a la ‘Gran Manzana’, el profesional nacional tuvo que adaptarse a un entorno multicultural y a exigencias académicas de alto nivel. “Recibí la noticia cuando estaba trabajando con compañeros en uno de los cursos más importantes del semestre; la llamada de mi pareja, contándome que había ganado, fue una alegría y un alivio inmenso”, explicó a Andina, desde la ciudad estadounidense.
Estudiar en la Universidad de Columbia le abrió el acceso a un enfoque integrador de diseño e investigación. “El Diseño Urbano es una herramienta capaz de transformar vulnerabilidades en oportunidades, y creo que —estas experiencias en justicia ambiental y equidad urbana— yo aspiro a que pueda formular marcos que empoderen a las comunidades para construir resiliencia mediante la prevención y la colaboración interdisciplinaria”, señaló.

Trayectoria y desafíos en Nueva York
Antes de viajar a Estados Unidos, Miguel Ángel se graduó de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), donde desarrolló su interés por el urbanismo y la transformación de los espacios públicos. Se desempeñó como jefe de práctica, asistente de investigación y colaborador en la recuperación del centro histórico de Lima a través de Prolima. En paralelo, trabajó en concursos de vivienda social, publicó un libro y fue reconocido en la Bienal Nacional de Arquitectura 2024.
La postulación fue solo una parte del reto. La necesidad de asegurar el financiamiento lo llevó a enfocarse en la Beca Generación del Bicentenario. “A mí me pareció hasta inalcanzable poder competir con talentos alrededor del Perú. Y poco a poco, cuando acabé mis estudios y trabajaba como arquitecto, estaba haciendo seguimiento [de la beca]”, comenta. Sobre el proceso, afirma que “decir que lo hice completamente solo es mentir. Yo, felizmente, tuve el apoyo de algunos compañeros que, a través de sus experiencias pasadas, me apoyaron mucho en el sentido de ser planificado y ser organizado con respecto a los documentos que se tienen que entregar”.
En Nueva York, forma parte de un grupo de estudiantes procedentes de 24 nacionalidades. Para Miguel Ángel, esta diversidad ha enriquecido su perspectiva sobre la disciplina y el rol del arquitecto en contextos globales. “Cada persona lleva una historia consigo, y yo creo que no solamente se trata de aprender de los profesores o aprender de las clases; sino aprender de compañeros que pueden compartir precisamente esas experiencias de vida. No solamente como arquitectos, sino como personas”, indica.

Compromiso con la equidad urbana
Miguel reiteró el sentido de responsabilidad que implica haber recibido la beca, no solo como mérito personal, sino como un compromiso con el país. Sueña con “generar un espacio que promueva proyectos de recuperación ecológica y de equidad urbana en ciudades intermedias y territorios afectados por la migración y, al final, el cambio climático”. Su visión incluye articular jóvenes profesionales con comunidades, instituciones y expertos para promover la justicia ambiental y la resiliencia.
Entre sus propuestas, destaca la importancia de la escucha activa con los habitantes para reducir brechas y ampliar las oportunidades: “Ese compromiso, no solamente a la disciplina que le tengo, sino a las personas que habitan los diversos territorios de nuestro país, es clave para poder reducir estas brechas y permitir que las oportunidades sean abiertas para todos”, aclara.
A quienes sueñan con estudiar en el extranjero, Miguel Ángel comparte un mensaje optimista. “El cielo es el límite. La oportunidad de postular no se debe regir solamente al éxito de esta, sino también al poder intentarlo”, menciona.