
Efraín Mariluz Jara, un adulto mayor de 88 años, fue encontrado el último 25 de junio sobreviviendo en condiciones deplorables en los alrededores de una playa de la provincia de Santa, región Áncash. Un grupo animalista llamado ‘Rescate Perú’ alerta sobre la situación en redes sociales y, más tarde, se conocería que se trata de uno de los sobrevivientes del trágico aluvión que sepultó a su natal Yungay en 1970.
“Allá, al fondo de la playa del distrito de Santa, Áncash, Perú, donde solo quedan matorrales y frío, un abuelito duerme a la intemperie. No tiene techo, solo la noche oscura que lo abriga junto a unos perritos tan flacos como él. Le tiemblan las manos, la lluvia lo empapa, y aunque algunos vecinos le alcanzan un plato, no es suficiente. No sabemos si tiene familia, pero aunque la tuviera, parece no existir para ellos”, se lee en el post de Rescate.
Y es que, definitivamente, Efraín no existe para su familia. En 1970, el aluvión se llevó a sus seres queridos y con ellos, se fue su esperanza de reconstruir su vida.
La viralización del caso de Efraín Mariluz Jara provocó que muchas personas de la región lo reconocieran en las redes sociales. Una de ellas fue Amparo Noriega, una mujer de la ciudad de Chimbote, quien, conmovida por la situación, compartió una publicación en su cuenta de Facebook. En su mensaje, Amparo recordó cómo conoció a don Efraín décadas atrás, cuando él le contó su historia como sobreviviente del desastre de Yungay.

“Recuerdo que un día apareciste de la nada, pediste una gaseosa en la bodega de mis padres y entablaste la conversación”, menciona y cita las palabras que le escuchó decir al adulto mayor, en aquel entonces cuando solo habían transcurrido alrededor de seis años de la tragedia:
“Señores, con todo respeto, ustedes saben que existió un pueblito llamado Yungay en el Callejón de Huaylas. ¿Que fue el más hermoso del mundo, que lo llamaron la Suiza peruana y que desapareció a causa del aluvión que precedió al terremoto del año 70? (Habían transcurrido 6-7 años, si mal no recuerdo, de aquel desastre natural). Yo soy uno de los sobrevivientes, me salvé en el cementerio, perdí toda mi familia, no tengo a nadie".
Amparo recordó cómo Efraín, emocionado, mostraba fotos arrugadas en blanco y negro de su pueblo perdido, Yungay, y entre lágrimas, suplicaba ser escuchado: “No vengo a pedirles dinero, solo quiero que sepan que este fue mi pueblo y que nunca lo olviden. Yo soy yungayino a mucho orgullo, desde el 70 vengo recorriendo el Perú con esta misión”, decía.
La mujer señaló que es testigo de que don Efraín nunca olvidó su “terruño”. “Te quedaste en Santa, sirviendo a un señor que tenía terrenos en el fundo Santa Rosa. Honrado, trabajador, buena persona. Te conservaste soltero por que tu ambición era desposar una yungayina”, relata.
Amparo se mudó, pero cada que volvía a la casa de sus padres, veía a don Efraín con su inseparable sobre de fotos, cada vez más viejas y borrosas, y siempre debajo de sus brazos, listo para continuar contando la trágica historia que hizo desaparecer a su amada ciudad de Yungay.

Los años pasaron y perdió contacto con aquel anciano, pero no fue hasta el 26 de junio que, gracias a su hija, quien le llevó algunos víveres al adulto mayor, volvió a saber de él. La joven había escuchado la historia de la boca del propio Efraín y le había tomado algunas fotos. “No podía creerlo, era mi amigo el yungayino Efraín Mariluz Jara... ¿Será posible que a pesar de los años aún sobreviva al olvido y la pobreza?”, se preguntó, lamentando profundamente la situación del adulto mayor.
Indignada por el abandono que sufría Efraín y por la falta de atención por parte de las autoridades locales, expresó su frustración. En sus publicaciones, Amparo señaló que Efraín es solo uno de muchos ancianos olvidados en el Perú, y que su situación es un reflejo de la indiferencia y la falta de políticas para el bienestar de los adultos mayores en el país.
“Efraín es un peruano como muchos ancianitos que desambulan en nuestro distrito, solos, hambrientos, olvidados, que necesitan atención del gobierno y de las autoridades locales. Necesitan estar en Pensión 65 y en el SIS”, añadió.
Actualización del caso

El Grupo Animalista Resiste Perú actualizó el caso de Efraín Mariluz Jara, a quien, según indicaron, es conocido como ‘Don Paisa’. Tras la primera publicación que reveló su situación, la solidaridad de muchas personas y la intervención de Juliett Vigo, fundadora del grupo, junto al sacerdote Jaume Benaloy, responsable del Asilo San José en Casma, le brindan ahora la protección que necesita.
Ahora, Efraín, de 88 años y sobreviviente del terremoto de 1970 en Yungay, se encuentra en un proceso de adaptación, rodeado de cuidados y seguimiento médico. El grupo destacó que, al conocerlo durante una labor social, lo encontraron frágil y expuesto, rodeado de animales. “Nos dijeron que ninguna autoridad asumió su caso y por eso decidimos actuar”, mencionaron.
Si deseas ayudar a Don Paisa, ya sea visitándolo en Casma o aportando económicamente, puedes comunicarte con el sacerdote Jaume Benaloy a través de Yape al número 942 002 006 o realizar un depósito en la cuenta corriente de la Asociación Diocesana de Servicios Sociales Santa María Magdalena - Casma: BCP Cuenta Soles Nro. 265-1838334-0-96, CCI 00226500183833409677. Luego, envía la captura de pago al WhatsApp del sacerdote al 906 977 037.
Historia del terremoto de Yungay

Uno de los eventos más significativos relacionados con Yungay fue el terremoto y posterior aluvión que devastaron la ciudad ancashina en 1970. Este trágico acontecimiento ocurrió el 31 de mayo de 1970, cuando un fuerte terremoto de magnitud 7.9 sacudió la región de Áncash, en Perú. El terremoto provocó un aluvión que destruyó completamente la ciudad de Yungay, que se encontraba cerca del monte Huascarán, el pico más alto de Perú.
El deslizamiento de tierra fue causado por el desprendimiento de una gran masa de nieve y rocas del Huascarán, que cayó sobre la ciudad, sepultándola en su totalidad. Se estima que murieron alrededor de 20,000 personas, aunque las cifras exactas varían, ya que muchas personas quedaron atrapadas bajo los escombros. Yungay fue prácticamente borrada del mapa, y lo que quedó de la ciudad ahora es un monumento y sitio de memoria para honrar a las víctimas.
El evento fue una de las tragedias más grandes en la historia del Perú y dejó una huella profunda en la memoria colectiva del país. Además, trajo consigo un proceso de reconstrucción y cambios en las políticas de protección civil y gestión de desastres en Perú.