
“Están vendiendo a nuestros ancestros”. Así resumió su indignación un grupo de arqueólogos luego de que se hiciera público que el Estado busca recortar más de 2,000 km² de la reserva arqueológica de Nasca, dejando desprotegida una vasta franja del desierto costero donde aún se descubren líneas y figuras milenarias.
La noticia llegó sin mayor aviso. La modificación de los límites fue publicada en el diario oficial, y con ello se eliminaron medidas de resguardo en zonas donde, según estudios recientes, existen más de 300 geoglifos trazados entre los años 200 y 700 d.C. Aunque el Ministerio de Energía y Minas asegura que las áreas excluidas “no tienen valor arqueológico”, los investigadores muestran imágenes satelitales que prueban lo contrario.
Figuras que nadie verá si no se actúa ahora
Entre Nasca y Palpa, una expedición científica liderada por la Universidad de Yamagata, de Japón, descubrió recientemente 303 nuevas figuras: aves, monos, felinos y manos humanas que solo pueden verse desde el cielo. Estaban allí, ocultas bajo el polvo, y salieron a la luz gracias al uso de inteligencia artificial. Pero ahora han quedado fuera del amparo legal.

Ana María Cogorno Mendoza, presidenta de la Asociación María Reiche, recordó que muchas de estas líneas están trazadas en zonas sagradas donde los antiguos sacerdotes realizaban ceremonias al amanecer. “Cada trazo cuenta una historia. Son mapas de estrellas, rutas de agua, espacios de fe. Decir que allí no hay valor cultural es como negar nuestra propia memoria”, sostuvo para el medio internacional Info Culture.
Cuando el oro pisa donde caminaron los dioses
Tras el cambio de límites, mineras y extractoras de áridos ingresaron sin restricciones. Donde antes solo se escuchaba el viento, ahora hay motores, grúas y luces artificiales. En los registros públicos ya aparecen concesiones dentro del área antes protegida. Se ha visto maquinaria pesada abriendo caminos sobre dunas, y reportes alertan del uso de químicos como el cianuro en zonas cercanas a los geoglifos.
Algunos jóvenes han comenzado a abandonar las labores de vigilancia comunitaria para trabajar en estas actividades. “El dinero llega más rápido que nuestras quejas”, dicen los vecinos. Otros, en cambio, patrullan por cuenta propia los antiguos caminos, intentando proteger lo que el mapa ya dejó fuera.

Como se recuerda, el Ministerio de Cultura anunció que revisará sus protocolos de protección. Pero para los expertos, eso podría llegar tarde. El exministro del Ambiente, Mariano Castro, advirtió sobre los daños acumulativos: “Si no se detiene, lo que hoy vemos podría no existir mañana”.
Representantes de UNESCO ya han mostrado preocupación. Temen que la pérdida de protección comprometa el estatus de Patrimonio Mundial que tienen las Líneas de Nasca y Palpa desde 1994. Grupos de arqueólogos y conservacionistas se preparan para presentar acciones legales con la esperanza de revertir la medida.
El polvo del desierto aún no ha cubierto todo. Pero si nadie actúa, advierten los expertos, esas líneas —dibujadas con fe, sol y piedra hace siglos— podrían desaparecer bajo huellas que no sabrán contarlas.
“No están en riesgo”
El pasado 13 de junio, el ministro de Cultura, Fabricio Valencia, compareció ante el Pleno del Congreso de la República para responder a tres mociones de interpelación. Una de ellas, impulsada por el congresista Edward Málaga, cuestionó la evaluación técnica que contemplaba la reducción de más de 2,400 kilómetros cuadrados de la Reserva Arqueológica de Nasca, reconocida como Patrimonio Mundial por la UNESCO desde 1994.

En relación con la UNESCO, el ministro sostuvo que las Líneas de Nasca no están inscritas en la lista de patrimonio mundial en riesgo, por lo que no era obligatorio notificar la evaluación técnica sobre la reducción del área protegida.
“Cuando UNESCO verifica que un bien que tiene la condición de Patrimonio Mundial enfrenta algún riesgo sustentado, lo inscribe en la lista de patrimonio en riesgo. No es el caso de las Líneas de Nasca”, indicó durante su intervención.



