
En Perú, la minería es un pilar fundamental de la economía, representando en promedio el 10% del Producto Bruto Interno (PBI) nacional. Sin embargo, para consolidar su posición como una potencia minera global, el país necesita adoptar una estrategia integral que considere el desarrollo de clústeres mineros. No se trata de una opción, sino de una necesidad estratégica para mejorar la competitividad, fomentar la innovación y potenciar el crecimiento económico sostenible.
La creación de clústeres mineros es fundamental para articular las fortalezas regionales, el talento local y el potencial exportador de los proveedores del sector. Este modelo tiene el objetivo de optimizar la competitividad a lo largo de toda la cadena de valor de la minería, desde los proveedores locales hasta las grandes empresas mineras. Para esto, se debe trabajar en conjunto con universidades, gobiernos regionales y actores clave de la industria.
En términos de empleo, el sector minero peruano genera aproximadamente 230,000 puestos de trabajo de forma mensual, de los cuales el 70% corresponde a la contratación de profesionales por parte de los proveedores. Además, por cada empleo directo en minería, se generan ocho empleos indirectos en diferentes sectores. Para tal efecto, se espera que los proveedores del sector alcancen una facturación cercana a los US$ 30,000 millones en los próximos años.
La experiencia internacional de países como Chile y Australia demuestra cómo los clústeres mineros no solo fomentan la creación de empresas proveedoras, sino también la formalización de las mismas. En Chile, por ejemplo, el clúster más desarrollado se encuentra en la Región de Antofagasta, el mismo que fue clave para articular políticas de desarrollo productivo con enfoque territorial y multisectorial.
Australia, por su parte, la institucionalidad e innovación alcanzada, ha permitido la internacionalización de sus proveedores gracias a los clústeres. Ellos han sido catalizadores para que empresas locales (PYMES especializadas) se conviertan en exportadoras de servicios y tecnología minera a países como Chile, Canadá, Sudáfrica y Perú. Es pertinente resaltar, que, gracias a la cercanía geográfica, estandarización técnica, innovación y soporte continuo, los clústeres han ayudado a reducir costos logísticos, mejorar tiempos de respuesta y aumentar la trazabilidad.
Un factor común entre ambos países es la existencia de un modelo de colaboración público-privada que ha sido esencial para la formación de sus respectivos clústeres. En Chile, la gobernanza pública-privada regional, que integra a empresas mineras, universidades, el sector público y gremios, ha facilitado la creación de políticas de desarrollo productivo con un enfoque territorial y multisectorial. Esta articulación ha sido un pilar fundamental para la consolidación del clúster de Antofagasta.
Para que Perú pueda replicar este modelo de éxito, es fundamental crear Consejos Regionales del Clúster Minero en las principales zonas productivas, donde los actores locales colaboren activamente en la mejora de la infraestructura, la capacitación y la innovación. Además, es imprescindible contar con una entidad articuladora que promueva el fortalecimiento de los proveedores y facilite la implementación de estrategias colaborativas entre el sector privado y el gobierno.
Como vemos, el Estado debe desempeñar un papel activo, creando un marco normativo que favorezca la articulación productiva y el desarrollo territorial, además de promover la creación de Centros de Pilotaje Minero en regiones clave tales como Apurímac, Cajamarca, Moquegua y Arequipa. Estos centros pueden ser impulsados mediante alianzas entre universidades, empresas mineras y el sector público, lo que fomentará la transferencia de tecnología y conocimiento.
Finalmente, Chile y Australia han alcanzado el éxito global en minería gracias a su apuesta por los clústeres, centrados en la colaboración, la innovación y el desarrollo de proveedores. Perú, con su gran potencial territorial y humano, tiene todos los ingredientes para construir un modelo similar. Lo que nos falta es la decisión colectiva que impulse este modelo de desarrollo hacia un clúster minero de clase mundial.
