La inseguridad y el “cuento del tío”: cuando la confianza se vuelve un arma en contra

¿Vale la pena arriesgar la tranquilidad y exponer el fruto del esfuerzo de toda una vida en un escondite casero? La respuesta parece clara

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"El desafío es cultural: animarnos
"El desafío es cultural: animarnos a dejar atrás viejos hábitos y reconocer que el mundo cambió", asegura el autor del texto (Imagen Ilustrativa Infobae)

En Argentina, la inseguridad se ha vuelto un tema cotidiano. Ya no sorprenden los robos a plena luz del día, los arrebatos o las entraderas violentas. Sin embargo, hay un delito particularmente doloroso porque apela a lo más íntimo: la confianza y la vulnerabilidad de nuestros adultos mayores. Me refiero al tristemente famoso “cuento del tío”.

La mecánica suele repetirse: una llamada telefónica en la madrugada, alguien que se hace pasar por un hijo o un nieto en apuros, o un supuesto empleado bancario que alerta sobre “billetes que dejarán de servir”. El engaño es tan burdo como eficaz, porque explota el miedo y la urgencia.

Las víctimas, en su mayoría jubilados, terminan entregando los ahorros de toda su vida. Dinero que, muchas veces, guardan en su casa, escondido en cajones, armarios o debajo de un colchón, confiando en que ahí estarán más seguros que en otro lugar.

La realidad demuestra lo contrario: tener valores guardados en el hogar es una invitación al delito. Los delincuentes lo saben y apuntan directamente a esa costumbre tan arraigada en generaciones que crecieron desconfiando de los bancos. Hoy, esa desconfianza se convierte en un riesgo.

Las víctimas, en su mayoría jubilados, terminan entregando los ahorros de toda su vida

Aquí es donde vale la pena repensar los hábitos y hablar de alternativas más seguras. Una de ellas, tal vez la más lógica, es la utilización de cajas de seguridad en entidades bancarias o empresas especializadas. Estas ofrecen resguardo bajo estrictas medidas de seguridad, con vigilancia permanente, sistemas de alarmas y seguros que brindan respaldo frente a cualquier eventualidad.

¿Vale la pena arriesgar la tranquilidad y exponer el fruto del esfuerzo de toda una vida en un escondite casero? La respuesta parece clara. El dinero, las joyas, documentos importantes o cualquier valor patrimonial deben estar en un lugar diseñado para protegerlos. Y así, los hogares pueden volver a ser lo que siempre debieron ser: espacios de descanso y encuentro, no bóvedas improvisadas.

Como sociedad, como hijos y nietos, qué podemos hacer? Lamentablemente las fuerzas de seguridad no pueden estar presentes en todo lugar; cuando no hay zonas liberadas; o no llegan en tiempo y forma, por lo que las personas están a las buena de Dios, a la espera de ser las próximas víctimas de un potencial delito.

Tener valores guardados en el hogar es una invitación al delito

Si bien las personas jóvenes o adultos también son potenciales víctimas de entraderas, los adultos mayores, nuestros padres y abuelos tienen menos herramientas para defenderse, y el hecho de que sean personas que por historia y desconfianza en el sistema o por falta de acceso a la tecnología o a las nuevas tendencias, decidan resguardar el fruto de su vida laboral en su casa, genera un espacio propicio para el delincuente, que sabe, que analiza, que estudia a esa futura víctima indefensa.

Si aún tenemos la fortuna de tener a nuestros padres y abuelos cerca nuestro, y les preguntamos si tienen “escondidos” valores en su casa, con seguridad la respuesta va a ser “sí”. Es una tarea de los familiares aconsejarlos para que tomen decisiones correctas, que confíen en instituciones serias que le brindan no solo la seguridad que requieren para que sus valores estén protegidos, sino también la contención y calidad de atención que se merecen.

El desafío es cultural: animarnos a dejar atrás viejos hábitos y reconocer que el mundo cambió, que el ingenio del delincuente no descansa y que la prevención es hoy más necesaria que nunca. Invertir en seguridad no es un lujo, es una manera de proteger la memoria y la dignidad de quienes más lo merecen: nuestros adultos mayores.

El autor es presidente de CAESACS (Cámara Argentina de Empresas de Servicio de Alquiler de Cajas de Seguridad)