Algo cambió. Aunque no sepamos del todo qué.
Ya nadie habla del dólar a $1.400. El Gobierno quiere instalar los $1.000 como nueva referencia psicológica, como si fuera lo natural. Sin embargo, no hay naturalidad posible cuando seguimos atados a una política que puede cambiarlo todo de un día para el otro.
Lo que pasó con las elecciones provinciales lo demuestra. Que una legislativa en CABA logre mover la agenda política como lo hizo, dice mucho más de la fragilidad del sistema que de su fortaleza. Acá el principal riesgo no es macroeconómico, es político. Todos lo sabemos. En consecuencia, seguiremos bailando al ritmo de la milonga que suena desde el Congreso y las Legislaturas provinciales.
El gobierno avanza
Al Gobierno parece no importarle, o quizás justamente por eso, sigue adelante como si no hubiera elecciones: baja impuestos, desarma el cepo, habla de crecimiento y superávit. Actúa como si la estabilidad dependiera solo de la técnica, no de los votos.
Incluso con el envión que dejó la elección en CABA, las reformas estructurales parecen seguir sin encontrar respaldo. Sin Congreso, no hay transformación.
¿Puede acelerarse el programa económico solo con capital político simbólico? Es probable, pero el margen no sobra.
El mercado acompaña, pero no paga por ver
Por su lado, el mercado hace su lectura. Cuando la política acompaña, festeja.
Que una legislativa en CABA logre mover la agenda política como lo hizo, dice mucho más de la fragilidad del sistema que de su fortaleza
Un gobierno que sale fortalecido en las urnas es, para los activos argentinos, una promesa de continuidad del programa económico. Y al mercado le gusta este programa económico, el riesgo país y los activos argentinos con sus precios así lo muestran. El mercado quiere que nada se tuerza, y no paga por ver. Mira tranquilo desde afuera y paga con los resultados puestos.
Crecimiento con alertas encendidas
Todo esto se da en un contexto donde el país crece. Al mismo tiempo, hay cierta estabilidad cambiaria, y la inflación empieza a aflojar. Círculo virtuoso. Aunque esto es Argentina, y marzo nos recuerda: si el dólar se mueve, no hay expectativa que aguante, y la actividad económica tiembla. Al igual que el superávit comercial que sigue, pero ya no brilla como antes. Se mantiene, sí. Aunque empieza a crujir.
No sobra nada. Y es año electoral. El timing es frágil.
Todos piden baja de impuestos. Todos. El Gobierno escucha y responde. De a poco, de a cuentagotas. La industria recibió alivios. Otros sectores siguen esperando. A cuentagotas y de forma quirúrgica, porque lo que no se negocia es el superávit. Ese es el ancla. El corazón del modelo.
Ahora bien, si el dólar sigue bajando sin que antes se encaren reformas profundas, la inflación en dólares que se viene hará que los precios sí tomen otro color y seamos caros a nivel primer mundo. Salarios que suben en moneda dura. Costos que se recalientan. Competitividad que se esfuma.
Algo cambió. Aunque no sepamos del todo qué. Y mientras tratamos de entenderlo, la economía se mueve, el mercado marca precios, el gobierno empuja, y acelera
¿Está el sector privado preparado para lo que viene?
Y entonces aparecen preguntas incómodas:
- ¿Está el empresario argentino preparado para bajar precios si el dólar baja?
- ¿Está preparado para aceptar menor rentabilidad en un escenario de menor riesgo?
- ¿O repetiremos los errores de siempre con una música nueva?
Los datos muestran que el país cambió. No habíamos visto algo así. Negarlo es negar la evidencia.
Nos guste o no, no lo vimos antes. Se paga deuda, se baja gasto, se reducen impuestos, hay superávit, se crece. Todo al mismo tiempo. Podemos discutir si es sostenible, pero no si es real. Acá no hay ideología. Podemos estar de acuerdo o en contra, incluso creer que lleva al abismo. Sin embargo, negar lo inédito del momento es forzar el relato y, a esta altura, deshonestidad intelectual.
Algo cambió. Aunque no sepamos del todo qué. Y mientras tratamos de entenderlo, la economía se mueve, el mercado marca precios, el gobierno empuja, y acelera. La pregunta de fondo no es si esto va a durar. La pregunta es si esta vez vamos a estar a la altura del cambio.
Porque si lo que viene exige menos relato y más consistencia, no alcanza con haber llegado.
Hay que decidir si queremos quedarnos. Cuando la política especula y el mercado espera, el tiempo avanza. El equilibrio es frágil. La oportunidad, escasa.
Y si esta vez no lo sostenemos, tal vez la próxima no llegue.
El autor es economista, Magíster en Finanzas (UTDT) y CFA Charterholder
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